Empleo con salario que no alcanza para vivir y salir de la pobreza, son las oportunidades laborales para los jóvenes en México
La población joven de México enfrenta más obstáculos que la población adulta para encontrar trabajo por prejuicios de los empleadores, baja escolaridad y capacitación, y quienes cuentan con un empleo, reciben bajos sueldos y ni siquiera están inscritos en el IMSS; el programa federal Jóvenes Construyendo el Futuro para integrarlos al mercado laboral está mal diseñado y no ha tenido impacto real
En nuestro país, las personas jóvenes enfrentan más barreras para conseguir un empleo y la tasa de desempleo de los jóvenes en general es más del doble que el de las personas adultas, es decir, 16 por ciento, frente a un siete por ciento de las personas adultas.
El Reporte sobre cuál es la situación laboral de más de la mitad de jóvenes de México, de la organización Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, señala que de 33 millones, 16.4 millones enfrentan pobreza, exclusión laboral y trabajos precarios.
De esa cifra, 5.1 millones de jóvenes (79 por ciento son mujeres) no están estudiando, no tienen estudios universitarios y no trabajan. Son los llamados “Ninis“, que ni estudian ni trabajan, término con el que se les estigmatizó en el sexenio del presidente Vicente Fox.
Otros 8.2 millones de jóvenes tienen empleos precarios: bajos salarios -ganan alrededor de nueve mil pesos mensuales- y no tienen prestaciones. Ese ingreso no les alcanza para completar dos canastas básicas, y carecen de estudios universitarios. Otros 3.1 millones siguen estudiando y viven en hogares en pobreza o vulnerables por ingresos, que los ponen en riesgo de deserción escolar.
Sistema laboral, excluyente y discriminatorio
Para la ONG, la raíz del problema está en la estructura del sistema laboral (salarios castigados y modelo de negocio) que excluye y discrimina a los jóvenes por las desventajas acumuladas desde su nacimiento: nacieron y crecieron en hogares en condición de pobreza, padecieron desnutrición crónica en sus primero años de vida, sus padres tienen bajos niveles de escolaridad, trabajos precarios y otras condiciones de rezago social. Fueron víctimas de violencia intrafamiliar.
Estudiaron la primaria y la secundaria en escuelas con baja calidad de aprendizajes, abandonaron la escuela sin concluir el bachillerato, carecen de habilidades blandas como el saber relacionarse o trabajar en equipo, sentido de responsabilidad y compromiso, y experiencia, tampoco tienen motivaciones e información relevante para buscar y conseguir trabajo.
Por su parte, las mujeres jóvenes, además tienen la carga impuesta sobre el cuidado de hijos, hermanos, abuelos, personas con discapacidad y en general, tareas de cuidado en el hogar, que les impiden salir a buscar trabajo, aunque trabajan jornadas extenuantes sin remuneración.
Otro factor importante en general es la discriminación en la sociedad y en particular en los ámbitos de contratación: por color de la piel, la pigmentocracia, si son morenos, menos les dan empleo; lugar de vivienda, de qué colonia provienen; en qué escuela escuela estudiaron, factores que agudizan la exclusión laboral.
Iniciativa para implementar buenas prácticas internacionales de empleabilidad para los jóvenes
A ese sector “nosotros le nombramos jóvenes oportunidad como una manera de referirnos en positivo y dignificarlos, confrontan los estigmas y las etiquetas discriminatorias que también contribuyen a cerrarles la puerta al trabajo“, de acuerdo con Paulina Gutiérrez, coordinadora de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, en entrevista para www.cenzontle400.mx.
Urge atenderlos dándoles una oportunidad ya sea de educación o de emplearse en un trabajo digno, “pues pueden aportar muchísimo a la economía mexicana y también a la sociedad y ya no se diga a sus hogares, pues son muy creativos, muy resilientes. Tienen una gran capacidad de resolución de problemas, aunque hayan enfrentado contextos muy adversos”.
“En las condiciones de no contar con estudios de bachillerato y universitarios, a lo máximo que pueden aspirar es a un trabajo muy precario que no les alcanza ni siquiera para vivir, pues no tienen ninguna posibilidad de movilidad social”, subrayó Gutiérrez.
La Alianza de Jóvenes con Trabajo Digno, de la cual forma parte Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, presentará una propuesta a los equipos de campaña de los tres candidaturas presidenciales para generar una política de empleabilidad real que comprometa a los empleadores, a los académicos y a las organizaciones de la sociedad civil que trabajan con jóvenes, porque de no generarse un proyecto serio, “vamos a tener personas en el futuro adultas sin ninguna capacidad ni de ahorro ni de trabajo, ni de nada”.
En ese sentido, la ONG cuenta con una comunidad de aprendizaje de las mejores prácticas internacionales de empleabilidad de estos jóvenes oportunidad, por ejemplo, como el de no aceptar a “aprendices” en los centros de trabajo, cuya figura, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) la declaró anticonstitucional.
Capacitan a los jóvenes en habilidades blandas y habilidades socioemocionales, indispensables tanto para conseguir empleo como para poder permanecer en él, es decir, “desde poder llegar temprano, decir buenos días, poder trabajar en un equipo de trabajo, cumplir con la responsabilidad asignada para poder negociar mejores condiciones laborales y valorarse con sus capacidades y ofrecer su fuerza de trabajo”.
La coordinadora de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza señala que el mercado laboral debe dejar de estigmatizar a los jóvenes por su color de piel, y a las mujeres, dejar de exigirles pruebas de embarazo para poder emplearlas.
Una de las buenas prácticas internacionales es revalorar la educación técnica: “hemos visto en otros países como en Europa, por ejemplo, que quien tiene una educación técnica puede perfectamente hacerse valer por sí mismo y conseguir muchos ingresos”.
Jóvenes Construyendo el Futuro, mal diseñado y sin impacto real en la inserción laboral
La Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) informó a principios de febrero de 2024 que el 60 por ciento, de 2.3 millones beneficiarios del programa federal, han conseguido un puesto de trabajo, sin dar detalles en qué sectores empresariales y si fueron contratados formalmente y con todas las prestaciones. La STPS se basa en datos del INEGI.
Jóvenes Construyendo el Futuro, uno de los programas más importantes del Gobierno federal, cuyo objetivo es que los jóvenes se capaciten y adquieran experiencia profesional en centros de trabajo, nos ha costado a los mexicanos 115 mil millones de pesos de 2018 a 2024.
Sin embargo, para Paulina Gutiérrez, el número de jóvenes con trabajo formal a finales de 2023 con respecto a la cifra de 2018 no aumentó, por el contrario, disminuyó, hay 128 mil jóvenes menos ahora, de acuerdo con el IMSS.
Lo que quiere decir “que el programa fracasó, y si esto lo comparas con los puestos de trabajo registrados en el IMSS que sí crecieron en un 9.5 por ciento en el mismo periodo, pues evidentemente el programa no tuvo ningún impacto en colocar a estos jóvenes en trabajo formales y bien pagados”.
Jóvenes Construyendo el Futuro “está mal diseñado. Nosotros decimos que es un avance que haya tantos recursos para dedicarlos a la empleabilidad de jóvenes oportunidad, pero que se tiene que rediseñar el programa y hacernos cargos de todos sus retos y oportunidades para que realmente pueda tener un impacto”.
Apostarle a la capacitación vinculada a lo que se requiere en el mercado laboral, “y eso lo tienen que hacer el Estado definitivamente”, concluyó la entrevistada.
En el Reporte sobre cuál es la situación laboral de más de la mitad de jóvenes de México se analizan las deficiencias de Jóvenes Construyendo el Futuro (JCF) y se concluye que:
Sus reglas de operación son igual al resto de los programas de transferencias de dinero a través de Becas del Bienestar, “que facilita el clientelismo político y el condicionamiento electoral”.
La transferencia monetaria de JCF es mucho mayor que las becas para estudiantes, lo que podría incentivar el abandono escolar. En 2024, pasó a 7 mil 572 pesos mexicanos, 8 veces mayor que la beca de Educación Media Superior y 3 veces mayor que la beca de educación superior, Jóvenes Escribiendo el Futuro. “Esto puede generar incentivos no deseados para el abandono escolar o al menos envía un mensaje contradictorio”.
El programa cerró la inscripción abierta en línea para jóvenes a mediados de 2022, ahora el registro se realiza en eventos presenciales organizados por la estructura operativa de los “servidores de la nación”.
No vincula a jóvenes con programas de intermediación laboral o “bolsas de trabajo”. No promueve la certificación de los aprendizajes. Los jóvenes al egresar nos son vinculados al “CONOCER” u otras formas de certificación de sus aprendizajes con validez oficial o en el mercado laboral.
Las habilidades socioemocionales (HSE) o “blandas” carecen de prioridad, ni como formación indispensable para acceder al empleo y mantenerse en él. Al inicio, se pretendió que un “curso en línea” de pocas horas fuera la vía para “cubrir el requisito”. Incluso esto ya se desechó a partir de la pandemia.
JCF no ofrece opciones de cuidado para mujeres madres. Siendo las mujeres la mayoría de las personas jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, el programa no consideró la necesidad de espacios de cuidado.
No garantiza experiencias relacionadas con los “mercados laborales” de cada región. Los centros de trabajo -en su mayoría personas físicas- no representan la dinámica del “mercado laboral”.
El programa JCF define que su población objetivo son jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, pero no hace mención a la condición de rezago escolar u otras condiciones que dificultan o impiden la inserción laboral.
JCF tiene un sesgo geográfico que reduce la cobertura en las ciudades y zonas metropolitanas donde hay mayor cantidad de jóvenes fuera de la escuela y el trabajo. Adoptó una forma de focalización geográfica basada en el índice de marginación, que no es adecuada. El sesgo aleja al programa de zonas con gran cantidad de jóvenes fuera de la escuela y sin trabajo, en pobreza y en contextos de violencia.
No garantiza una experiencia laboral significativa, ni capacitación o desarrollo de competencias. El programa no permite usar recursos para la participación de entidades de capacitación, sean públicas, privadas o sociales.
Dada la baja prioridad que la mayoría de las empresas dan a la capacitación de su propio personal, es poco probable que haya un plan sólido y adecuado para aprendices.
Además, hay una predominancia de personas físicas, actores políticos y entidades sin registro en el SAT, en los “Centros de Trabajo” que reciben aprendices de JCF, por lo que es poco probable que tengan aprendizajes significativos. “Hay testimonios y otras evidencias empíricas de registros que simulan la capacitación y la experiencia laboral”, concluye la investigación.