México, sin normatividad para regular museos privados: Museo del Chocolate, un fraude

La Ley General de Museos en México regula la creación, organización, funcionamiento, sostenimiento y extinción, en su caso, de los museos dependientes de la administración pública federal, pero no contempla a los museos de capitales privados, laguna legal que ha sido aprovechada por extranjeros en México.

Ciudad de México.- La tarea de un muchacho de quinto año de primaria sobre la importancia y tradición del chocolate en México habría quedado mejor y más completa que la información que ofrece el Museo del Chocolate, que se ubica en la colonia Juárez, de la Ciudad de México. ¡Un fraude!, opinan los miembros de una familia al salir del edificio que alberga el MUCHO, como le dicen al Museo del Chocolate, el cual se ubica en la calle de Milán, muy cerca del Centro Histórico de la CDMX.

El costo de la entrada es de 80 pesos y con credenciales de estudiante, adulto mayor o profesor, cuesta 55 pesos. Al entrar, una joven ofrece a los visitantes una semilla de cacao tostada para que la pruebe y le da una muy superficial explicación sobre la posibilidad de hacer chocolate con esa semilla, ya sea blanco o añadiendo azúcar, sin más, indica que el recorrido puede iniciarse subiendo la escalera a mano izquierda y que puede adherirse al grupo que va en la “visita guiada”.

El recorrido consiste en una primera habitación de unos tres metros cuadrados, en donde se observa al centro una vitrina con no más de 20 objetos como molinillos y jarras antiguas en donde se servía chocolate, un par de latas de Carlos V, Pancho Pantera y otras marcas de chocolates antiguas, oxidadas sin mayor información sobre el año o la importancia de ese tipo de objetos, unas 10 figurillas antiguas de chocolate, unos 10 moldes para hacer barras de chocolate y unos tres títulos de patentes de marcas de chocolates extranjeros, sin placas de explicación o identificación, incluso, guardados en unos cajoncillos que nadie abre.

La guía explica superficialmente algunas fechas y características de las figurillas y que el chocolate se hace de cacao, que se le pone azúcar y es todo en esa primera “sala” del museo.

La segunda sala es nuevamente una habitación de tres metros cuadrados en donde hay un recipiente redondo de unos 2 metros de diámetro lleno de chocolate en polvo y unos palitos de madera para que las personas jueguen con él, sin ningún objetivo interactivo aparente. Es todo en la segunda sala.

Las salas tercera y cuarta son habitaciones completamente vacías con cuadros colgados alrededor de las cuatro paredes que enmarcan grabados alusivos al chocolate, hechos por artistas desconocidos; la guía da una somera, casi vacía explicación de algunas de las imágenes colgadas. En este momento, la joven guía invita a los visitantes a pasar a un cuarto de un metro cuadrado cuyas paredes están tapizadas de tablillas redondas de chocolate, sin más explicación, ni información, ni objetivo pedagógico alguno, dicho sea de paso, este cuarto tiene un horrible olor a pies.

Para acceder a este último cuarto, sobre un pasillo de un metro de largo, por 50 centímetros de ancho, se encuentran una suerte de ocho perfumeros con esencias como vainilla, anís, menta, para que los visitantes las huelan y es todo, fin del recorrido.

Ni para tardarse unos minutos más y desquitar los 80 pesos que pagaron, los visitantes se detienen entre la tercera y la última habitación, en donde podemos encontrar en una pared con fondo negro y letras rojas, una ilegible, sin datos importantes, ni históricos, ni científicos o estadísticos, una falsa y mala explicación sobre Chocolatecuhtli, el señor del chocolate, la única información escrita durante el recorrido que dura a lo sumo 10 minutos y deja una sensación de fraude o robo en despoblado, por haber pagado por visitar eso que ni a exposición llega.

Al final de la visita, el “museo” cuenta con una tienda muy mal surtida y descuidada y un perro de madera alusivo al Día de Muertos en México, el cual tampoco tiene explicación, ni conexión con el chocolate, ni razón de ser alguna.

Un tema tan amplio, tan rico y trascendente en la cultura mexicana, el chocolate ha sido en nuestra historia tan apreciado, que era llamado por nuestros ancestros el alimento de los dioses y tal vez sea por eso que los creadores del MUCHO no tengan tal amor por este producto, ya que Augusto Duplat y su esposa Mary Luz Parra, creadores, fundadores y dueños del MUCHO, no son mexicanos, ni viven en México, de hecho, son comerciantes colombianos de abolengo, él, descendiente de una familia de influyentes millonarios y ella, una paleontóloga dedicada a la ciencia en su país.

Lamentablemente, en México no existe una definición legal de “Museo”; además de haber museos públicos y museos privados, los segundos parecen no interesar a las instituciones de historia o de cultura del estado mexicano, lo cual permite que cualquiera de nosotros abra la puerta de su casa, cobre la entrada y ponga un museo de lo que se le ocurra, sin más pretensiones de “preservar, adquirir, catalogar, investigar y exhibir diversos materiales naturales, artísticos, históricos, científicos, arqueológicos, paleontológicos, tecnológicos y multimedia, entre otros, con el propósito de dar a conocer y promover la reflexión y el análisis sobre diversos aspectos de la humanidad, como sus manifestaciones artísticas, sus culturas, memorias, conocimientos, creencias, interacciones y relaciones con el medio ambiente.”, según los define Ibermuseos, principal programa de cooperación para los museos de Iberoamérica, del cual México es parte desde el 2008, a través de la Secretaría de Cultura.

La Ley General de Museos en México regula la “creación, organización, funcionamiento, sostenimiento y extinción, en su caso, de los museos dependientes de la administración pública federal”, como lo especifica el artículo uno de esta Ley; sin embargo, a las organizaciones, fundaciones o patronatos que administran los museos de origen privado, absolutamente nadie los revisa, nadie los regula, ninguna institución fija las normas básicas para establecer las bases para la concertación con personas físicas o morales del sector privado, a fin de que los museos abiertos al público, puedan participar en el Sistema Nacional de Museos.

Ninguna norma jurídica, ni institución involucrada en la regulación, fomento o promoción de educación, cultura o preservación de bienes museológicos está involucrada con los objetos o testimonios, ya sean naturales o elaborados por el hombre, con los que cuentan los museos conformados con capitales privados, absolutamente nadie revisa o vigila que las exposiciones ofertadas por estos negocios cuenten con las cualidades mínimas para considerar que el servicio que prestan integra realmente el acervo de necesario para llamarles museos.

Según esta Ley, un museo es un establecimiento o espacio abierto permanentemente al público, que debe de contar con un acervo integrado por bienes museológicos que representen manifestaciones de la naturaleza o de la cultura, sea cual fuere el ámbito del conocimiento al que pertenezcan.

Ninguna institución federal como Bellas Artes, la Secretaría de Cultura o de Historia en México verifica y audita que los museos privados garanticen el fortalecimientos de la conciencia nacional, la convivencia internacional, fomenten el amor a nuestros valores y bienes culturales, difundian el conocimiento y el progreso técnico científico o contribuyan al desarrollo armónico de todas las facultades del ser humano.

El Museo del Chocolate no contiene sustancia histórica, científica, educativa o cultural que aporte conocimiento a la población, no fomenta la creatividad ni la recreación, no alberga bienes museológicos, no contiene un acervo histórico, no realiza acopio de bienes museológicos, no desarrolla o participa en investigaciones que se relacionen con el tema, no organizar exposiciones ni contiene colecciones.