Caso Cuevas Morán, cuando Gertz Manero fue exhibido como perverso
Alejandra, junto con su mamá, Laura Moran Servín, fue señalada por el delito de homicidio por descuido de Federico Gertz Manero, quien fue el esposo de Laura durante 52 años. La venganza del fiscal Alejandro Gertz Manero buscaba también incriminar falsamente a los hijos de Alejandra, pero afortunadamente la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) le puso un alto al incontrolable poder del Fiscal General de México
Nada hay que haga más feliz a un ex preso inocente que la liberación de otro preso inocente. Es algo que se siente en alguna parte del cuerpo. Es como una locomotora que bufa fuerte en el pecho. Es como si todo el pulsar del universo se concentrara solo en un conjunto de células. Es algo indescriptible. Eso solo lo podría describir un poeta, no un reportero común.
Pero aun así, una vez sentí esa sensación indescriptible de felicidad, cuando Alejandra Cuevas Moran dejó por fin la cárcel de Santa Marta Acatitla, en donde estuvo recluida por un año cuatro meses 28 días y siete horas, acusada falsamente por la muerte de Federico Gertz Manero, el hermano del fiscal Alejandro Gertz Manero.
Alejandra, junto con su mamá, Laura Moran Servín, fue señalada por el delito de homicidio por descuido de Federico Gertz Manero, quien fue el esposo de Laura durante 52 años. La venganza del fiscal Alejandro Gertz Manero buscaba también incriminar falsamente a los hijos de Alejandra, pero afortunadamente la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) le puso un alto al incontrolable poder del Fiscal General de México.
El pleno de la SCJN determinó que ni Laura ni Alejandra tenían la responsabilidad de ser garantes de la salud de Federico, más allá de los cuidados naturales a que está obligada la cónyuge con su marido. Con eso se vino abajo la acusación que hizo el Fiscal Alejandro Gertz quien, actuando como juez y parte, quería responsabilizar a las dos mujeres del deceso de su hermano.
Me alegro por Alejandra y por Laura. Pero más me alegró porque en este México torcido por la corrupción por fin se asomó un atisbo de justicia, que –por increíble que parezca- sale desde la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en donde hasta hoy solo se había visto que aplicaba la justicia en forma selectiva.
Me alegro porque hoy a la distancia quiero imaginar los ojos azules de Alejandra que otra vez se empapan de la luz de la libertad. Me la imagino en estos momentos de felicidad abrazando a sus hijos y a su mamá riendo a carcajadas por haber logrado vencer a la adversidad.
La última vez que vi a Alejandra fue dentro de la cárcel de Santa Martha Acatitla. Fue un domingo de visitas, hace ya tiempo. Yo entré como si fuera a ver a otra interna, para despejar cualquier duda de riesgo para ella. Nunca es bien visto por el sistema que un reportero vaya a visitar a alguien dentro de la prisión.
Nos encontramos en el área de visita familiar. Allí estaba ella: sólida y firme. Sonriendo como si estuviera en su propia casa. Ni por equívoco se asomó la tristeza en su rostro. Estaba resuelta de que saldría bien librada de la venganza del Fiscal Gertz Manero.
Nos abrazamos de entrada. Yo hacía mucho que no entraba a una cárcel, después de la entrevista que le hice a la esposa del narcotraficante Servando Gómez Martínez, “La Tuta”, el ex jefe del Cártel de los Caballeros Templarios, en Michoacán.
Siempre entrar a una cárcel -como en mi caso, que estuve recluido injustamente en el penal federal de Puente Grande, durante 3 años y cinco días- es difícil. El cuerpo se resiste. Se resiente. Se defiende de las paredes estrechas y las serpentinas metálicas sobre las bardas. El estómago se afloja. Se sienten nauseas. La piel se enchina. Uno traga saliva.
Pero durante la visita que le hice a Alejandra, sus ojos me curaron. Sus manos apaciguaron mis miedos. Su voz tranquila y suave, disipó mis miedos. Me serené con solo ver su entereza y sentir cómo tenía resuelto su futuro:
-No voy a llorar –me dijo de entrada-, esta cárcel no me va a derrotar. Soy mucho más que esto.
Así adelantó su respuesta a mi pregunta que seguramente me leyó en los labios. La pregunta inútil de “¿cómo estás?” solo quedó en mi pensamiento. Sus ojos lo dijeron todo: frente a la adversidad, solo queda la entereza. Y vaya que Alejandra tiene entereza.
Nos sentamos a una mesa de concreto en uno de los tres kioskos que tiene el área de visita familiar de esa sección de la cárcel de Santa Martha. Ella fue muy amable. Como anfitriona me ofreció algo de beber. Algo para comer mientras dejábamos correr el tiempo para platicar sobre su caso.
Con la mano en alto le pidió a otras dos reclusas que nos llevaran refresco y frituras. No dejó que yo pagara. Todo se abonó a su cuenta. Ella pidió unos cigarros y luego hablamos de todo. No fue una entrevista periodística. Fue un diálogo de hermanos el que solo se interrumpía por las risas que a veces ella me provocaba y otras –las menos- que yo mismo propiciaba con mis tontas ocurrencias.
Allí conocí a Alejandra, la madre, la esposa, la hija. La mujer sometida por la venganza del Fiscal General de la Republica, pero que estaba resuelta a dar la batalla hasta el último momento. Me contó de sus pasatiempos dentro de la cárcel, de cómo formó un grupo de estudio para practicar yoga, de cómo alentaba a otras internas a sumirse en el mundo mágico de la lectura, de cómo ella misma les daba fuerza a sus hijos para no verse derrotados por el encierro en el que emocionalmente la acompañaban.
-Esto no es para toda la vida –me dijo bien consciente de lo que estaba viviendo-. Esto se va a terminar en breve. -Me aseguró.
Y así fue. Como si fuera visionaria del futuro se cumplió su profecía. La SCJN determinó el lunes 28 de marzo del 2022 que no había ninguna responsabilidad en la conducta de Alejandra y de su mamá Laura Morán Servín sobre la muerte de Federico Gertz Manero, con lo que quedó en evidencia la forma facciosa de la procuración de justicia que se sigue aplicando en Mexico.
En esta distancia. Aquí, en un reducto del suelo centroamericano, calo mi cigarro y le doy un trago a la botella por la buena salud de Alejandra Cuevas Moran, y por sus ojos azules que deben estar empapados de luz, inundados de tanta libertad que me hacen confiar otra vez en la justicia que por décadas se ha torcido en México.
Ni siquiera me aproximo a la felicidad que debe sentir Alonso, Gonzalo y Ana Paula de ver coronado su esfuerzo de lucha, que mantuvieron esos meses de cautiverio frente a todos los poderes de la República, solo para demostrar la inocencia de doña Alejandra y doña Laura, y de paso exhibir la perversidad del Fiscal General Alejandro Gertz Manero, que con ellos hacen tropezar al gobierno de la Cuarta Transformación, en donde la presidenta Claudia Sheinbaum contra viento y marea sigue creyendo ciegamente en su Fiscal.