Así se consolidó la familia de Gertz Manero
Durante su infancia, el único amigo y gran confidente de Ale jandro fue su hermano Federico, mayor que él por nueve años. Ante el olvido cotidiano de sus padres, Federico fue para Alejandro una especie de tutor y niñero que siempre lo estaba cuidado . Lo mimaba . Era amoroso con él hasta lo indecible
Para entender tanto la personalidad de Alejandro Gertz Manero como el ánimo que lo mueve en el desempeño de sus funciones públicas, comencemos por el principio.
Esta historia no estaría completa sin explorar los orígenes del fiscal general de la República y las motivaciones que desde niño se le fermentaron en el seno de su familia.
De acuerdo con versiones de su familia política, él fue formado en un molde rígido, con severidad, donde lo fundamental era lo material. Allí —en el seno de su hogar— poco importaba lo intangible, lo humano.
Los sentimientos no eran moneda de cambio dentro de la casa de las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México, donde crecieron los hermanos Alejandro y Federico Gertz Manero.
Durante su infancia, el único amigo y gran confidente de Alejandro fue su hermano Federico, mayor que él por nueve años. Ante el olvido cotidiano de sus padres, Federico fue para Alejandro una especie de tutor y niñero que siempre lo estaba cuidado. Lo mimaba . Era amoroso con él hasta lo indecible.
Lo orientaba, lo ayudaba en todo, principalmente en las tareas de la escuela. Alejandro no hacía nada sin el consentimiento de su hermano mayor.
“Se amaban al extremo, a tal grado que, hasta los últimos años de vida de Federico, se hablaban por teléfono todas las noches”, refieren fuentes de la familia política de Federico —la de la señora Laura Morán Servín—, a las que este en algunas ocasiones contó la relación que de niños tuvieron él y Alejandro.
Uno de los episodios más entrañables que se recuerdan en esa relación de amor filial entre Federico y Alejandro era cuando el hermano mayor se encargaba del aseo personal del más pequeño. Por razones que poco importan en este texto, se sabe que la madre de Federico y Alejandro, la señora Mercedes Manero Suárez, era poco afecta al cuidado de sus hijos.
A ella le apasionaban otras cosas. Se pasaba los días metida en su estudio, pues su verdadera pasión era la literatura.
El padre de los pequeños, don José Cornelio Gertz Fernández, también se sumía en su mundo de negocios, como prominente miembro de la élite económica de la Ciudad de México, y se limitaba —sin mayor atención a otras cosas— a vigilar que sus hijos cumplieran con la disciplina del estudio y las labores que se les encomendaban en casa.
Ante las ocupaciones de doña Mercedes y de don José Cornelio, Federico era quien constantemente estaba al tanto del aseo de su hermano Alejandro. Federico mismo se autoimpuso la tarea cotidiana de obligar a su hermanito a ir al baño.
Se esmeraba peinándolo, vistiéndolo bien, pero sobre todo cuidaba que sus zapatos estuvieran muy presentables, refiere la fuente de la familia Morán Servín. “Era como si Federico, más allá de ser el hermano mayor, fuera a la vez el papá que siempre estaba cuidando la disciplina y el aseo de aquel niño. Por eso el apego entre los dos”, cuenta.
Los datos sobre el matrimonio que formaron José Cornelio Gertz Fernández y Mercedes Manero Suárez son borrosos a la luz de la historia. Como si nunca hubieran existido, no hay muchos registros de sus actividades laborales públicas.
Sólo por versiones de algunos historiadores locales de Toluca y Xalapa se sabe que tanto José Cornelio Gertz como Mercedes Manero venían de familias acaudaladas. Ella fue hija de Antonio Manero Ruano y Dolores Suárez del Castillo, quienes procrearon una familia numerosa integrada por diez hijos: Antonio, Eulalia, Carlos, Enrique, Adolfo, María del Carmen, José Vicente, Dolores, Alfonso y María de las Mercedes del Sagrado Corazón de Jesús.
La familia Manero Suárez estaba asentada en la ciudad de Toluca, Estado de México. Fue allí, en 1903, donde nació Mercedes.
Por su parte, don José Cornelio Gertz Fernández nació en el puerto de Veracruz, en 1902 . Fue hijo único del matrimonio formado por Cornelius B . Gertz y Lucia Fernández.
Cornelius era de nacionalidad alemana, que luego cambió por la nacionalidad húngara, y Lucia —según aparece en archivos del entonces Departamento de Migración de la Secretaría de Gobernación— también tenía la nacionalidad alemana, aunque en archivos del desaparecido Departamento de Investigaciones Políticas y Sociales de la Secretaría de Gobernación se refiere además que contaba con la nacionalidad estadounidense.
Hasta donde alcanza la luz de la historia hilvanada por algunos historiadores locales de Veracruz, se sabe que don José Cornelio Gertz Fernández conoció a doña Mercedes Manero Suárez en uno de los tantos viajes de negocios que realizaba a la Ciudad de México como representante de Casa Sommer, Herrmann y Compañía, una firma ferretera que su padre Cornelius B. Gertz estableció en Veracruz y que tenía sucursales en Xalapa, Puebla y la Ciudad de México, además de otras ciudades de Europa.
Al poco tiempo de conocerse, don José Cornelio Gertz Fernández y doña Mercedes Manero Suárez del Castillo optaron por el matrimonio. De esa unión nacieron Federico y Alejandro, sus únicos hijos y herederos de una inmensa fortuna.
De los dos hijos del matrimonio Gertz Manero, Alejandro fue el que más se interesó en cuidar la herencia y los negocios de su padre. Federico era más dado a la intelectualidad y dirigió su camino por el campo de la enseñanza académica.
Alejandro, sin dejar de lado también el fomento de la intelectualidad, se propuso conservar la riqueza económica que su padre, don José Cornelio Gertz Fernández, heredó del abuelo Cornelius B. Gertz. Tanto era el empeño de Alejandro por cuidar el patrimonio de la familia, que aun siendo estudiante dividía su tiempo entre las labores de la escuela y su trabajo como empleado de la ferretería Casa Sommer, Herrmann y Compañía, donde comenzó como despachador de mostrador y llegó a la gerencia.
El reino de Gertz
¿De dónde surgió la gran herencia que desde joven a Alejandro Gertz Manero le preocupaba cuidar?
Vale la pena echar una mirada a la historia del abuelo Cornelius B . Gertz quien, en el contexto de las dos Guerras Mundiales —la Primera, ocurrida entre el 28 de julio de 1914 y el 11 de noviembre de 1918, y la Segunda, entre el 1 de septiembre de 1939 y el 2 de septiembre de 1945—, no solamente amasó una gran fortuna: también pasó de ser condecorado con la Orden del Águila Azteca —el máximo galardón que se otorga en México a los extranjeros que se distinguen por sus servicios a la patria— a ser perseguido e investigado por el gobierno mexicano bajo la sospecha de ser espía del régimen nazi.
Cornelius B. Gertz, cuya fecha exacta de nacimiento no es clara porque su registro de ingreso a México está falseado —al parecer en forma intencional—, nació en 1868 en la localidad de Tetenbüll, al norte de Alemania, cerca de la frontera con Dinamarca.
No se sabe cuándo ni con quién emigró a México, pero su primer registro público en nuestro país aparece en 1892, cuando debió tener 24 años de edad, y ya para entonces contaba con seis años de residencia en Xalapa.
En los datos del levantamiento del Censo de Extranjeros en el Cantón de Jalapa —que comenzó a integrarse en 1844—, se estable ce para el año de 1892 que Cornelius B . Gertz, quien se registró bajo el nombre de José G. (Gertz) de Max, a su corta edad ya era un extranjero acaudalado:
Con un patrimonio de 800 pesos —cuando una casa promedio costaba 70— y de ocupación comerciante. Se registró como soltero y propietario de una Casa de Préstamo y Empeño.
Como inmigrante alemán en México, Cornelius B . Gertz había empezado a tener una vida social y económica muy activa. Se relacionó a fondo con la élite extranjera en Veracruz, lo que consecuentemente lo llevó a trabar relaciones muy estrechas con el poder político, donde siempre lo vieron como una persona honorable. Así, aprovechó la oportunidad que le dio la ocasión…
Valiéndose de su buena imagen social y del decreto número 117 que el 1 de marzo de 1850 extendió el gobernador de Veracruz, Miguel Palacio, para el otorgamiento de permisos de casas de empeño, decidió en 1886 abrir su propio negocio:
Su casa de empeño, la cual le redituó grandes beneficios económicos, porque en el decreto se establecía que “cumplidos ochos meses, si los interesados no sacan las cosas empeñadas, el dueño del establecimiento las podrá vender”.
Quizá de esa manera haya amasado parte de su gran fortuna.
Como reconocido miembro de las élites económicas y sociales de Veracruz, pronto el abuelo del fiscal general de la República, que comenzó a utilizar indistintamente el nombre de Cornelius B . Gertz o el de José G. (Gertz) de Max, echó mano de su cercanía con el poder político de Veracruz para establecer vínculos ahora con el poder político en la capital del país.
Tuvo una relación muy cercana —“de amistad” la catalogan algunos historiadores de Veracruz— con los últimos tres secretarios de Relaciones Exteriores del gobierno de Porfirio Díaz: Ignacio Mariscal, Enrique C. Creel y Francisco León de la Barra.
Los nexos de Cornelius B . Gertz con dichos secretarios se debieron a la prominente posición económica que alcanzó en poco tiempo y también a que, una vez que expandió su empresa de casas de empeño y llegó a tener diversas sucursales en Xalapa, en el puerto de Veracruz, en Puebla y en la Ciudad de México, se asoció con la Sommer & Herrmann Company, filial europea de la firma American Steel and Wire Company, que aspiraba a iniciar negocios en México ante el boom ferrocarrilero y minero que signó a la administración del presidente Porfirio Díaz.
De la alianza entre Cornelius B . Gertz y los hermanos Sommer Herrmann nació la Casa Sommer, Herrmann y Compañía, que se anunciaba como ferretería, pero que, además de cuchillería, muebles e insumos para la industria agrícola y de la construcción, ven día armas de fuego y todo lo necesario para la industria minera, ferrocarrilera y eléctrica, en pleno apogeo durante el porfiriato.
Eso fue lo que hizo que Cornelius B. Gertz comenzara a relacionarse con altos funcionarios del gobierno de Porfirio Díaz, principalmente con los que fueron desfilando por la Secretaría de Relaciones Exteriores, a quienes necesitaba para facilitar las importaciones de los insumos que suministraba a la economía mexicana.
Enrolado en las conexiones con el gobierno de Porfirio Díaz, Cornelius B. Gertz pronto las utilizó a fin de recomendar a algunos de sus amigos extranjeros, que —para sostenerse en la alcurnia de la socialité mexicana— aspiraban a ser cónsules honorarios de sus respectivos países origen.
La labor de Cornelius B. Gertz consistía en gestionar el exequatur, que no es otra que cosa que el permiso que otorga el gobierno federal para que un extranjero realice —ante este— labores de representación de otra nación.
Se estima que fueron decenas las recomendaciones de cónsules honorarios que hizo Cornelius B. Gertz ante el gobierno porfirista, y continuó haciéndolas aun después del autoexilio del presidente Díaz, tras el cual el abuelo Gertz se mantuvo intocado a pesar de la turbulencia social y política que se desató con la Revolución.
Entre las gestiones del abuelo Gertz ante el gobierno federal para favorecer a sus amigos con cargos de cónsules honorarios están las de Federico Albert, a quien se le reconoció como cónsul de Costa Rica en septiembre de 1910; Luis Hana Rivera, para ser cónsul de la República de Guatemala, en abril de 1911; José Antonio Castro, para ser cónsul de la República de El Salvador, en octubre de 1911, y su también amigo Enrique Zomoza y Tenreiro, a quien el gobierno mexicano aceptó como cónsul honorario del Reino de España, en marzo de 19126, todos ellos con residencia en Xalapa, Veracruz, donde tejían amistad, negocios y buenos lazos con Cornelius B. Gertz .
A la par que don Cornelius B. Gertz se entregaba a una vida de relaciones con las altas esferas del gobierno mexicano antes y después de la Revolución, y mientras consolidaba su patrimonio a través de sus casas de empeño y era representante de la firma Sommer y Herrmann, se casó con la señora Lucia Fernández Champion, o Campeona —como luego se castellanizó su apellido—.
Ella era hija de una familia estadounidense de Brownsville, Texas, que se instaló en el puerto de Veracruz durante la invasión estadounidense de 1847.
Lucia Fernández, que tenía la nacionalidad estadounidense, conoció a Cornelius B. Gertz en el roce cotidiano de la sociedad extranjera que predominaba en el puerto.
Si bien no existe registro formal del matrimonio de doña Lucia Fernández y don Cornelius B . Gertz, historiadores de Xalapa estiman que pudo haber acontecido entre 1899 y 1901, cuando él tenía entre 31 y 33 años de edad, y Lucía Fernández, entre 21 y 23 años.
De esa unión nació, en 1905, su único hijo, José Cornelio Gertz Fernández, quien a la postre sería el padre de Federico y Alejandro Gertz Manero.
Don Cornelius B. Gertz ya estaba casado —o al menos en unión— con doña Lucia Fernández Champion cuando por su pro pio interés se acreditó como cónsul del Imperio austrohúngaro. Tal vez tomó esa decisión por la necesidad de tener mayor presencia en la vida política nacional o por los beneficios económicos que ello le representaba.
Incluso pudo haber sido una manera de legitimar su cercanía con el poder político mexicano, pues a principios de 1925 Cornelius B. Gertz formó parte del grupo de empresarios que gestionaron ante el presidente Plutarco Elías Calles la creación del Banco de México (Banxico), un organismo autónomo orientado a mantener las políticas públicas que dieran estabilidad a la economía mexicana; fue fundado el 25 de agosto de 1925 y entró en funciones el 1 de septiembre del mismo año.
El Banco de México comenzó a operar bajo la dirección de Alberto Mascareñas Navarro, siendo el primer presidente de su Consejo de Administración Manuel Gómez Morín, amigo muy cercano a Cornelius B. Gertz.
Hay que recordar que 14 años después Gómez Morín fundaría, el 15 de septiembre de 1939, el derechista Partido Acción Nacional (PAN), opositor inicial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que nació en 1928 bajo las siglas del PNR (Partido Nacional Revolucionario).
Para entonces ya había ocurrido la Primera Guerra Mundial (1914-1918) . Las potencias beligerantes: Imperio austrohúngaro, Imperio alemán, Imperio Otomano y el Reino de Bulgaria, habían perdido la guerra frente a las potencias aliadas encabezadas por Francia, Imperio británico, Imperio ruso, Reino de Italia, Estados Unidos e Imperio de Japón, entre otras.
Eso hizo que los países perdedores en la Gran Guerra ofertaran a quien fuera sus respetivas representaciones diplomáticas para recomponer su imagen en todo el mundo, ante el que habían quedado desacreditadas.
Como hombre de oportunidades que siempre fue Cornelius B . Gertz, no desperdició la ocasión. Aprovechó la coyuntura. Como explica la investigadora Mónika Szente Varga en su tesis doctoral “Migración húngara a México entre 1901 y 1950”, el Imperio austrohúngaro, luego de la Gran Guerra, buscó afianzar sus relaciones comerciales frente al gobierno mexicano, “sin incurrir en gastos mayores, ambos países decidieron establecer consulados honorarios”.
Agrega la doctora Szente Varga: “la Monarquía [austrohúngara] se encontraba en una situación más fácil que México. Al torno del siglo ya podemos hablar de una emigración austrohúngara a América Latina, pero es verdad que solamente una fracción muy pequeña llegó finalmente a México. Ellos, los austrohúngaros ya establecidos, formaron la base potencial de los cónsules honorarios.
Pero su número fue muy escaso, así que la Monarquía se dirigió hacia la colonia alemana en México, que ya estaba más adaptada, era más numerosa y en la que varios de sus miembros llenaban los requisitos ideales para dirigir un consulado honorario.
No había ni problemas de idioma. Por lo tanto, la mayoría de los cónsules honorarios de la Monarquía Dual fueron de origen alemán, entre ellos: Carlos Eckhardt (Veracruz), Cornelius Gertz (Veracruz), Karl Heynen (Tampico) y Henrik Korte (Mérida-Puerto Progreso)”.
Por esa razón, además de la inercia social de que ya gozaba Cornelius B. Gertz, al haberse convertido en un prominente actor económico y político de la vida nacional, el 25 de noviembre de 1925, por decisión del presidente Plutarco Elías Calles y por la gestión directa de su amigo Aarón Sáenz, secretario de Relaciones Exteriores, Cornelius B. Gertz recibió el exequatur para ejercer el consulado honorario de Hungría en México.
Sin embargo, le sería retirado el 3 de febrero de 19429 por orden del presidente Manuel Ávila Camacho, en acuerdo con el secretario de Relaciones Exteriores, Ezequiel Padilla Peñaloza.