El Fiscal Gertz Manero, de los viejos vicios del régimen priísta dentro de la 4T

Alejandro Gertz Manero ha sido -desde 1968 al día de hoy- lo mismo funcionario de altos vuelos en administraciones tan disímbolas de izquierda (PRD) y de derecha (PAN y MC), igual que de centro izquierda (PRI). Hoy es un militante distinguido de una administración de izquierda (MORENA), la de más izquierda que ha tenido Mexico en toda su historia

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Por. J. Jesús Lemus

Escribir contra toda posibilidad de salir ileso, es la práctica diaria de los periodistas independientes en México. No es un planteamiento retórico para decir que México sigue siendo el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo. No es tampoco la forma fácil de la victimización del periodismo. Cuando se dice que escribir con toda la seguridad de que no se saldrá ileso, es solo tratar de bosquejar el momento crítico que hoy vive el periodismo mexicano.

Si bien es cierto que hoy en México no es el la presidencia de la República la que dicta órdenes de persecución, encarcelamiento, asesinato o tortura contra los periodistas, como se hacía antes, también resulta muy cierto que en el gobierno de la Cuarta Transformación no se ha eliminado la simbiosis entre grupos delictivos asociados con políticos en el poder público, cuya relación es la que mantiene al periodismo mexicano contra las cuerdas.

Sí. Es cierto. La presidencia de México ya no es el que dicta ordenes de silencio sobre los periodistas, como lo hicieron en su momento los presidentes Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña. Pero, también es cierto que la omisión de los presidentes Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, al permitir la presencia de depredadores de la prensa dentro del gobierno de la Cuarta Transformación, contribuye a la violencia contra el gremio informativo.

Hoy quiero tocar solo a uno de los muchos depredadores de la prensa que se ocultan bajo el manto purificador de la Cuarta Transformación, para pasar si no como héroes de la nueva democracia, al menos sí desapercibidos para seguir medrando con el poder que les permita la expiación de pecados del pasado. 

Me refiero a Alejandro Gertz Manero, el actual Fiscal General de la República, quien en los últimos 50 años –sin ningún ideal político, solo aquel que sirva a sus intereses personales- ha transitado por la mayoría de los partidos existentes en México. Ese brincar de liana en liana, si bien no lo han convertido en un experto en servicios públicos, sí lo han convertido en conocedor del sistema, cuando el sistema es utilizado para sus venganzas personales.

Alejandro Gertz Manero ha sido -desde 1968 al día de hoy- lo mismo funcionario de altos vuelos en administraciones tan disímbolas de izquierda (PRD) y de derecha (PAN y MC), igual que de centro izquierda (PRI). Hoy es un militante distinguido de una administración de izquierda (MORENA), la de más izquierda que ha tenido Mexico en toda su historia.

Como parte de las administraciones del PRI, Gertz Manero ha sido Secretario Particular en la Secretaría de Educación Pública (SEP), Procurador de la Defensa del Trabajo de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STyPS), Agente del Ministerio Público de la Procuraduría General de la República (PGR) y Coordinador Nacional de la Operación Cóndor de combate a las drogas.

En la administración del PAN, llegó a ser secretario de Seguridad Pública (SSP), mientras que en la administración del PRD en el gobierno de la Ciudad de México, llegó a ser secretario de Seguridad Pública (SSP). Como parte de la militancia del partido Movimiento de Convergencia Nacional, hoy Movimiento Ciudadano, llegó a ser Diputado Federal.

La figura de Alejandro Gertz Manero sería intrascendente si no fuera porque en él se deposita la posibilidad del fracaso o del florecimiento de la Cuarta Transformación. Y es que, como miembro del gabinete presidencial del presidente López Obrador, Alejandro Gertz Manero tiene a su cargo dos de los tres ejes de políticas públicas comprometidos por Andrés Manuel López Obrador con el grueso de los mexicanos:

El combate a la corrupción y a la impunidad y dar mejor atención a los pobres, fue la base de la propuesta política de López Obrador, la que fue expuesta en su calidad de candidato presidencial. Eso fue lo propuso y enamoró a los mexicanos. La atención a los pobres es lo único que hoy escapa al ámbito de Gertz Manero. Gertz, tiene en sus manos la posibilidad del combate a la corrupción y a la impunidad, pero no lo está haciendo.

Por eso el riesgo de que fracase la propuesta de la Cuarta Transformación del presidente López Obrador, por eso la importancia de observar el comportamiento de Alejandro Gertz Manero, por eso el libro “El Fiscal Imperial”, Gertz Manero el eslabón más oscuro de la Cuarta Transformación

Alejandro y su Abuelo Nazi

Para poder entender no solo la personalidad sino el ánimo que mueve a Alejandro Gertz Manero en el desempeño de sus funciones públicas, tenemos que comenzar por el principio. Esta historia no estaría completa sin entender cuáles son los orígenes del Fiscal General de la República y cuáles son las motivaciones que se desde niño se le fermentaron en el seno de su familia. Él fue formado en un molde rígido, con severidad, donde lo fundamental era lo material. Allí –en el seno de su hogar- poco importaba lo intangible, lo humano. Los sentimientos no eran moneda de cambio dentro de la casa de Las Lomas, en la Ciudad de México, en la que crecieron Alejandro Gertz y su hermano Federico.

Durante su infancia, el único amigo y gran confidente de Alejandro, siempre fue su hermano Federico –mayor que él por nueve años-. Ante el olvido cotidiano de sus padres, Federico fue para Alejandro una especie de tutor y niñero que siempre lo estaba cuidado. Lo mimaba. Era amoroso con él hasta lo indecible. Lo orientaba, le ayudaba en todo, principalmente en las tareas de la escuela. Alejandro no hacía nada sin el consentimiento de su hermano mayor. “Se amaban al extremo, a tal grado que hasta los últimos años de vida de Federico, se hablaban por teléfono todas las noches”, según refieren fuentes al interior de la familia política Federico, la de la señora Laura Morán Servín, a las que este en algunas ocasiones contó la relación que de niños tuvieron él y Alejandro.

Uno de los actos más amoroso que se refieren en esa relación de amor filial entre Federico y Alejandro, era cuando el hermano mayor se encargaba del aseo personal del más pequeño. Por razones que poco importan en este texto, se sabe que la madre de Federico y Alejandro, la señora Mercedes Manero Suárez, era poco afecta al cuidado de sus hijos. A ella le apasionaban otras cosas. Se pasaba los días metida en su estudio, en su verdadera pasión que era la literatura. El padre de Alejandro y Federico, don José Cornelio Gertz Fernández, también se sumía en su mundo de negocios, como prominente miembro que era de la elite económica de la Ciudad de México, y solo se limitaba –sin mayor atención en otras cosas- a vigilar que sus hijos cumplieran con la disciplina del estudio y las labores que se les encomendaban dentro de casa.

Ante las ocupaciones de doña Mercedes y de don José Cornelio, Federico era el que siempre estaba al tanto de que su hermano Alejandro estuviera aseado. Federico mismo se autoimpuso la tarea cotidiana de obligar a su hermanito al baño. Se esmeraba peinándolo, vistiéndolo bien, pero sobre todo, cuidaba que sus zapatos estuvieran siempre muy presentables, refiere la fuente de la familia Moran Servín. “Era como si Federico más allá de ser el hermano mayor, fuera a la vez el papá que siempre estaba cuidando la disciplina y el aseo de aquel niño. Por eso el apego entre los dos”, según se cuenta.

Los datos sobre el matrimonio que formaron José Cornelio Gertz Fernández y Mercedes Manero Suárez, son borrosos a la luz de la historia. Como si nunca hubieran existido, no hay muchos registros de sus actividades laborales públicas. Solo por versiones de algunos historiadores locales de Toluca y Xalapa, se sabe que tanto Cornelio Gertz como Mercedes Manero, venían de acaudaladas familias; ella fue hija de Antonio Manero Ruano y Dolores Suárez del Castillo, los que procrearon una familia numerosa, integrada por 10 hijos: Antonio, Eulalia, Carlos, Enrique, Adolfo, María del Carmen, José Vicente, Dolores, Alfonso y María de las Mercedes del Sagrado Corazón de Jesús. La familia Manero Ruano estaba asentada en la ciudad de Toluca, Estado de México. Allí, en 1903, fue donde nació Mercedes.

Por su parte, don José Cornelio Gertz Fernández nació en el puerto de Veracruz, en 1902. Él fue hijo único del matrimonio formado por Cornelius B. Gertz y Lucia Fernández. Cornelius era de nacionalidad alemana, que luego cambió por la nacionalidad húngara, y Lucia –según aparece en archivos del entonces Departamento de Migración de la Secretaría de Gobernación- también tenía la nacionalidad alemana, aunque en archivos del desaparecido Departamento de Investigaciones Políticas y Sociales de la Secretaría de Gobernación, también se refiere que ella contaba con la nacionalidad norteamericana.

Hasta donde alcanza la luz de la historia hilvanada por algunos historiadores locales de Veracruz, se sabe que don José Cornelio Gertz Fernández conoció a doña Mercedes Manero Ruano en uno sus tantos viajes de negocios que realizaba a la Ciudad de México, como representante de la firma Casa Sommer, Herrmann y Compañía, una firma ferretera que su padre Cornelius B. Gertz estableció en Veracruz, y que tenía sucursales en Xalapa, Puebla y la Ciudad de México, además de otras ciudades de Europa. Al poco tiempo de conocerse, don Jose Cornelio Gertz Fernández y doña Mercedes Manero Suárez del Castillo optaron por el matrimonio. De esa unión nacieron Federico y Alejandro, sus únicos hijos y herederos de una inmensa fortuna.

De los dos hijos del matrimonio Gertz Manero, siempre fue Alejandro el que más se interesó por cuidar la herencia y los negocios de su padre. Federico fue más dado a la intelectualidad y dirigió su camino por el campo de la enseñanza académica. Alejandro, sin dejar de lado también el fomento de la intelectualidad, fue el que se comenzó a interesar por conservar la riqueza económica heredada por su padre, don Jose Cornelio Gertz Fernández, de su abuelo Cornelius B. Gertz. Tanto era el empeño de Alejandro por cuidar el patrimonio de la familia, que aun siendo estudiante dividía su tiempo entre las labores propias de la escuela y su trabajo como empleado de la ferretería Casa Sommer, Herrmann y Compañía, en donde comenzó como despachador de mostrador hasta llegar a la gerencia de la firma. 

El Reino de Gertz

La gran herencia que desde sus años juveniles le preocupaba cuidar a Alejandro Gertz Manero, es necesario echar una mirada a la historia del abuelo Cornelius B. Gertz, quien en el contexto histórico de las dos grandes Guerras Mundiales -la Primera, ocurrida entre el 28 de julio de 1914 y el 11 de noviembre de 1918, y la Segunda registrada entre el 1 de septiembre de 1939 y el 2 de septiembre de 1945- este no solo amasó una gran fortuna, también pasó de ser un condecorado con la Orden del Águila Azteca -el máximo galardón que otorga el gobierno mexicano a los extranjeros que se distinguen por sus servicios a la patria mexicana-, a ser perseguido e investigado por el gobierno mexicano bajo la sospecha de ser espía del régimen Nazi.

Cornelius B. Gertz, cuya fecha de nacimiento no es clara porque su registro de ingreso a México está falseado –al parecer en forma intencional-, nació en 1868 en la localidad de Tetenbüll, al norte de Alemania, casi en los límites con la frontera de Dinamarca. No se sabe cuándo ni con quién emigró a México, pero su primer registro público en nuestro país aparece en 1892, cuando él debió tener 24 años de edad, y ya para entonces contaba con seis años de residencia en Xalapa. En los datos contenidos dentro del levantamiento del Censo de Extranjeros en el Cantón de Jalapa, el que se comenzó a integrar en el año de 1844, se establece –en el año de 1892- que Cornelius B. Gertz, quien se registró bajo el nombre de José G. (Gertz) de Max, a su corta edad, ya era un extranjeros muy acaudalado; tenía un patrimonio de 800 pesos –cuando una casa promedio costaba 70 pesos-, y era comerciante. Se registró como soltero y propietario de una Casa de Préstamo y Empeño.

Cómo alemán emigrado a México, Cornelius B. Gertz comenzó a tener una vida social y económica muy activa. Se relacionó a fondo con la élite extranjera en Veracruz, lo que consecuentemente lo llevó a mantener relaciones muy estrechas con el poder político, en donde siempre fue visto como una persona honorable. Así, aprovechó la oportunidad que le dio la ocasión; valiéndose de su buena imagen social y del decreto número 117 que el 1 de marzo de 1850 extendió el gobernador de Veracruz, Miguel Palacio, para el otorgamiento de permisos de casas de empeño,  decidió en 1886 establecer su propio negocio. Abrió su propia casa de empeño, la que le redituó grandes beneficios económicos, porque en el decreto se establecía que “cumplidos ochos meses si los interesados no sacan las cosas empeñadas, el dueño del establecimiento las podrá vender”. Así pudo ser que haya amasado parte de su gran fortuna.

Como reconocido miembro de las elites económicas y sociales de Veracruz, pronto el abuelo del Fiscal General de la República, quien comenzó a utilizar indistintamente el nombre de Cornelius B. Gertz o el de José G. (Gertz) de Max, aprovechó su cercanía con el poder político de Veracruz para establecer relaciones con el poder político en la capital del país. Tuvo una relación muy cercana, “de amistad” la catalogan algunos historiadores de Veracruz, con los últimos tres secretarios de Relaciones Exteriores del gobierno de Porfirio Díaz: Ignacio Mariscal, Enrique C. Creel y Francisco León de la Barra.

La cercanía de Cornelius B. Gertz con los secretarios de Relaciones Exteriores del Porfiriato, no solo fue por la prominente posición económica que en poco tiempo alcanzo. También fue porque una vez que expandió su empresa de casas de empeño y llegó a tener diversas sucursales en Xalapa, en el Puerto de Veracruz, en Puebla y en la Ciudad de México, se asoció con la empresa Sommer & Herrmann Company, una filial europea de la firma American Steel and Wire Company, que aspiraba a iniciar negocios en México ante el boom ferrocarrilero y minero, que signó a la administración del presidente Porfirio Díaz.

De la alianza entre Cornelius B. Gertz y los hermanos Sommer Herrmann nació la firma Casa Sommer y Herrmann Compañía, que se enunciaba como ferretería, pero que además de cuchillería, muebles e insumos para la industria agrícola y de la construcción, también vendía armas de fuego y todo lo necesario para industria minera, ferrocarrilera y eléctrica, que estaba en pleno apogeo durante El Porfiriato. Eso fue lo que hizo que Cornelius B. Gertz comenzara a relacionarse con altos funcionarios del gobierno de Porfirio Díaz, principalmente con los que fueron desfilando por la Secretaría de Relaciones Exteriores, de los que necesitaba para facilitar las importaciones de los insumos que suministraba a la economía mexicana.

Enrolado en las relaciones con el gobierno de Profirió Díaz, Cornelius B. Gertz pronto utilizó esa cercanía con el poder a fin de recomendar a algunos de sus amigos extranjeros, que –para sostenerse en la alcurnia de la socialiaté mexicana- aspiraban a ser cónsules honorarios de sus respectivos países origen. La labor de Cornelius B. Gertz consistía en gestionar el exequátur, que no es otra que cosa que el permiso que otorga gobierno federal para que un extranjero realice labores de representación de otra nación ante el gobierno nacional. Se estiman en decenas las recomendaciones de cónsules honorarios que hizo Cornelius B. Gertz ante el gobierno de Porfirio Díaz, las que continuó haciendo aun después del autoexilio que se impuso el presidente Díaz, donde el abuelo Gertz se mantuvo intocado sin importar la turbulencia social y política que experimentó nuestro país tras el estallido de la Revolución.

Ejemplo de las gestiones del abuelo Gertz ante el gobierno federal para favorecer a sus amigos con cargos de cónsules honorarios,  fueron los favores que logró para sus amigos Federico Albert, quien fue reconocido como cónsul de Costa Rica en septiembre de 1910;  Luis Hana Rivera, quien tuvo su permiso para ser cónsul de la República de Guatemala, en abril de 1911;  José Antonio Castro, el que recibió la autorización para ser cónsul de la República de El Salvador, en octubre de 1911,  y su también amigo Enrique Zomoza y Tenreiro, quien fue aceptado por el gobierno mexicano como cónsul honorario del Reino de España, en marzo de 1912. , todos ellos con residencia en Xalapa, Veracruz, donde departían amistad, negocios y buenas relaciones con Cornelius B. Gertz.

A la par que don Cornelius B. Gertz se sumía en una vida de relaciones con las altas esferas del gobierno mexicano pre y post revolucionario, y mientras consolidaba su patrimonio a través de sus casas de empeño y era representante de la firma Sommer y Herrmann, se casó con la señora Lucia Fernández Champion, o Campeona –como luego se castellanizó su apellido-. Ella era hija de una familia norteamericana de Browsnville Texas, que se radicó en el Puerto de Veracruz, durante de la invasión norteamericana de 1847. Lucia Fernández, de nacionalidad norteamericana,  conoció a Cornelius B. Gertz en el roce común de la sociedad extranjera que predominaba en el puerto de Veracruz. No existe registro formal de su matrimonio, pero historiadores de Xalapa, estiman que el matrimonio de doña Lucia Fernández y don Cornelius B. Gertz puedo haber ocurrido entre 1899 y 1901, cuando él tenía entre 31 y 33 años de edad, mientras que Lucía Fernandez pudo haber tenido entre 21 y 23 años. De esa unión nació, en 1905, su único hijo, José Cornelio Gertz Fernandez, quien a la postre sería el padre de Federico y Alejandro Gertz Manero.

Don Cornelius B. Gertz ya estaba casado -o al menos en unión- con doña Lucia Fernández Champion cuando por su propio interés se acreditó como cónsul del imperio Austro-Húngaro. Esa decisión la pudo haber tomado con base en su necesidad de seguir teniendo mayor presencia en la vida política nacional o por los beneficios económicos que ello le podría haber representado. Incluso pudo haber sido una forma de legitimar su cercanía con el poder político mexicano, pues a principios de 1925 Cornelius B. Gertz fue uno de los integrantes del grupo de empresarios que gestionaron ante el presidente Plutarco Elías Calles la fundación del Banco de México (Banxico), el organismo autónomo que se concibió para mantener la políticas públicas que le dieran soporte estable a la economía mexicana. El Banco de México fue fundado el 25 de agosto de 1925 y comenzó funciones el 1 de septiembre de ese mismo año.

El Banco de México comenzó a operar bajo la dirección del Alberto Mascareñas Navarro, siendo el primer Presidente de su Consejo de Administración Manuel Gómez Morín, un amigo muy cercano a Cornelius B. Gertz. Hay que recordar que Gómez Morín fundaría luego, el 15 de septiembre de 1939 (14 años después de la fundación de Banxico) el derechista Partido Acción Nacional (PAN) opositor inicial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que nació en 1928 bajo las siglas del PNR (Partido Nacional Revolucionario).

Para entonces ya había ocurrido La Primera Guerra Mundial (1914-1918), en donde las potencias beligerantes: Imperio Austro Húngaro, Imperio Alemán, Imperio Otomano y el Reino de Bulgaria, habían perdido la guerra frente a las potencias aliadas encabezadas por Francia, Imperio Británico, Imperio Ruso, Reino de Italia, Estados Unidos e Imperio de Japón, entre otras. Eso hizo que los países perdedores en la Gran Guerra ofertaran a quien fuera sus respetivas representaciones diplomáticas para recomponer su imagen en todo el mundo, ante el que habían quedado desacreditadas.

Como hombre de oportunidades que siempre fue Cornelius B. Gertz, no desaprovechó la ocasión. Aprovechó la coyuntura -que bien explica Mónika Szente-Varga, en su tesis doctoral “Migración Húngara a México entre 1901 y 1950”- en donde se expone como el Imperio Austro-Húngaro frente al gobierno mexicano buscó, luego de la Gran Guerra, afianzar sus relaciones comerciales, “sin incurrir en gastos mayores, ambos países decidieron establecer consulados honorarios”.

De acuerdo a lo escrito por la doctora Mónika Szente-Varga, “la Monarquía (Austro-Húngara) se encontraba en una situación más fácil que México. Al torno del siglo ya podemos hablar de una emigración austro-húngara a América Latina, pero es verdad que solamente una fracción muy pequeña llegó finalmente a México. Ellos, los austro-húngaros ya establecidos, formaron la base potencial de los cónsules honorarios. Pero su número fue muy escaso, así que la Monarquía se dirigió hacia la colonia alemana en México, que ya estaba más adaptada, era más numerosa y en la que varios de sus miembros llenaban los requisitos ideales para dirigir un consulado honorario. No había ni problemas de idioma. Por lo tanto la mayoría de los cónsules honorarios de la Monarquía Dual fueron de origen alemán, entre ellos: Carlos Eckhardt (Veracruz), Cornelius Gertz (Veracruz), Karl Heynen (Tampico) y Henrik Korte (Mérida-Puerto Progreso)”.

Por esa razón, además de la inercia social de la que ya Cornelius B. Gertz estaba provisto, al haberse convertido en un prominente actor social, económico y político de la vida nacional, el 25 de noviembre de 1925, por decisión del presidente General Plutarco Elías Calles, y por la gestión directa de su amigo el secretario de Relaciones Exteriores, Aarón Sáenz, Cornelius B. Gertz recibió el exequátur para ejercer el consulado honorario de Hungría en México, mismo que le sería retirado el 15 de diciembre de 1941,  por orden del presidente Manuel Ávila Camacho, en acuerdo con el secretario de Relaciones Exteriores, Ezequiel Padilla Peñaloza.

Bajo la Lupa Policial

El retiro del permiso oficial para que Cornelius B. Gertz ya no fuera cónsul de Hungría en México, exequátur del que gozó por poco más de 16 años, se hizo bajo la sospecha del gobierno mexicano de que este alemán estaba realizando labores de espionaje a favor del régimen nazi de Adolfo Hitler, esto –según documentos oficiales de la época- era con el apoyo de un grupo de alemanes que, al igual que Cornelius B. Gertz, contaban con importantes relaciones dentro de la cúpula gobernante de Mexico y que se habían avecindado en la exclusiva zona residencial de Las Lomas de Chapultepec, en la Ciudad de México.

En 1941, ya en el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, el que en el contexto internacional había declarado la guerra a la Alemania Nazi y se había sumado a las potencias aliadas para evitar la expansión mundial de los regímenes totalitarios de las potencias del eje Berlín-Roma-Tokio, en donde México participó en la guerra con el Escuadrón 201 de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (FAEM) y realizó acciones de combate al lado de Grupo 58 de la 5a. Fuerza Aérea de los Estados Unidos (USAAF), en México existía un sentimiento nacionalista que se percibía principalmente anti alemán. Por eso todos los alemanes en México, sobre todo los que -como Cornelius B. Gertz- estaban cercanos al poder, fueron objeto de seguimiento en el contraespionaje.

En ese año, cuando el gobierno de Manuel Ávila Camacho le retiró el permiso a Cornelius B. Gertz para que este no siguiera siendo más el Cónsul Honorario de Hungría, él ya tenía 73 años de edad, pero su actividad pública, principalmente la de cónsul, la seguía desempeñando con el mismo dinamismo de cualquier adulto joven, pues si algo caracteriza a la dinastía Gertz es precisamente su exacerbada vitalidad que pareciera no ir acorde con su edad biológica. El ejemplo más vivo es el longevo fiscal Alejandro Gertz Manero, quien a sus 82 años de edad  –al cierre de este trabajo, en abril del 2022- aun manifiesta evidentes signos de fortaleza física.

Al gobierno mexicano, cuando sometió a persecución a Cornelius B. Gertz, pareció no importarle que este extranjero hubiera sido un gran aliado de México, tanto en la parte final del régimen de Porfirio Díaz como con los gobiernos de la etapa posrevolucionaria. La gran aportación que Cornelius B. Gertz hizo a la vida económica de México, además de ser el fundador de la Cámara de Comercio de la capital del país, sin duda fue el haber sido parte del grupo de fundadores del Banco de México, pero eso ni siquiera fue considerado por el aparato de gobierno mexicano.

El Estado de Guerra entre México y el Eje Alemania-Italia-Japón fue declarado por el presidente Manuel Ávila Camacho el 22 de mayo de 1942, bajo el pretexto del hundimiento de dos buques petroleros mexicanos, “Potrero del Llano” y “Faja de Oro”, en hecho atribuidos a submarinos alemanes ocurridos en aguas del Océano Atlántico. Sin embargo, desde el 24 de diciembre de 1941, casi cinco meses antes del hundimiento de los buques petroleros y la declaración de guerra contra las potencias del Eje, el entonces secretario de gobernación -Miguel Alemán Valdés- ordenó una investigación “por posibles actividades de espionaje”  de José Cornelius Gertz (Cornelius B. Gertz), quien todavía era Cónsul Honorario de Hungría en México.

En este sentido, sobre la nacionalidad de Cornelius B. Gertz –o José Cornelius Gertz, para el gobierno mexicano de entones- es necesario precisar que aun cuando para el aparato de inteligencia mexicano, en 1942 Cornelius B. Gertz era de nacionalidad alemana, en realidad ya llevaba 17 años que había cambiado a la nacionalidad húngara. Esa nacionalidad la asumió desde 1925, a solo unos meses de que fuera reconocido como Cónsul Honorario de Hungría. Él recibió el permiso del gobierno mexicano para tal función el 25 de noviembre de 1925, y hasta el día de su muerte mantuvo esa nacionalidad. Es necesario también precisar que antes de ser Cónsul Honorario de Hungría, desde 1909 Cornelius B. Gertz era Cónsul Honorario del imperio Austro Húngaro, cargo del que se separó voluntariamente al inicio de la Primera Guerra Mundial, en julio 1914, a fin de evitar una persecución por parte del gobierno mexicano.

Pero esa persecución Cornelius B. Gertz no la pudo evitar durante La Segunda Guerra Mundial, a pesar de que oficialmente ya no era alemán; las sospechas de espionaje que lanzó contra él el gobierno mexicano recayeron con tal peso que lo obligaron a limitar su participación económica y social, y prácticamente se recluyó a su vida familiar. En esa situación ni siquiera tuvo alivió por el reconocimiento que recibió del gobierno mexicano, el 29 de diciembre de 1939, cuando de manos del presidente General Lázaro Cárdenas del Río, fue condecorado con la Orden del Águila Azteca, el máximo galardón que se otorga en México a los extranjeros que se distinguen por su labor al servicio de la Patria.

Así, Cornelius B. Gertz comenzó a ser perseguido por el secretario de Gobernación Miguel Alemán Valdés, a tal grado que siempre hubo espías del aparato de inteligencia mexicano rondando la casa en donde el abuelo del Fiscal General de la República vivía en compañía de su esposa Lucia Fernández Champion, la que también fue objeto de una estrecha vigilancia sobre sus actividades personales. Incluso, a la señora Lucia Fernández se le restringió su movilidad dentro del territorio mexicano. Si ella necesitaba viajar fuera de la Ciudad de México tenía que solicitar un salvoconducto temporal para ello. Prueba de esto es el expediente 2-1/362.6(73)/5, existente en los archivo del Departamento de Investigaciones Políticas y Sociales de la Secretaría de Gobernación, en el Archivo General de la Nación, en donde hay evidencia de cómo era vigilada.

De lo anterior, basta solo un ejemplo: el salvoconducto que le fue otorgado a la señora Lucia Fernández de Gertz, el 2 de diciembre de 1942, cuando se le otorgó un permiso para que, por razones de salud, se pudiera trasladar desde las Ciudad de México al puerto de Veracruz.  El Salvoconducto tenía una vigencia de 90 días, al término de los cuales se tenía que entregar el mismo documento a la temible policía secreta mexicana, cuerpo que en aquel tiempo era encabezado por quien firmaba como J. Lelo de Larrea.

Por lo que hace a Cornelius B. Gertz, que en 1942 ya era abuelo y su hijo José Cornelio Gertz Fernández, de 40 años de edad -ya casado con la señora Mercedes Manero y ya nacidos sus dos hijos, Federico en 1930 y Alejandro en 1939- apenas comenzaba a estudiar la carrera de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fue hostigado al extremo por el aparato de espionaje mexicano; entre el 24 de diciembre de 1941 y el 26 de enero de 1942, frente a su casa, ubicada en la calle de Jalapa No.12, en la colonia Lomas de Chapultepec de la Ciudad de México,  se apostaron permanentemente dos agentes del servicio secreto mexicano. 

Los agentes 34 y 49 (así clasificados oficialmente para mantener la secrecía del contra espionaje) de Servicio Secreto refieren en su informe del 26 de enero de 1942, “relativo a las actividades a que se vienen dedicando algunos individuos de nacionalidad extranjera” residentes en la Ciudad de México, que “prosiguiendo (sic) las investigaciones tendientes a conocer las actividades a que se dedican los extranjeros residentes en esta capital, en relación con el actual conflicto internacional, hemos podido averiguar que el Sr. Cornelius Gertz, Cónsul Honorario de Hungría en México y con domicilio en Jalapa Núm. 12, es miembro del Country Club y presta sus servicios en la casa Sommer Herman y Cía., y su teléfono es el número 144066 y Apartado Postal Núm. 299, se dedica a hacer activa propaganda en favor de las potencias del Eje”.

De acuerdo al mismo expediente, en donde a Cornelius B. Gertz se le liga con el régimen Alemán Nazi, también se mencionan otros nombres de alemanes radicados en aquel tiempo en la Ciudad México, a los que igualmente se les ligó con el nazismo, como un tal Eurt Schelenter, del que se asegura en el informe que “es el Jefe de las Juventudes Hitlerianas”,  quien es ubicado como profesor del Colegio Alemán, “y además de impartir sus conocimientos pedagógicos, da conferencias a sus alumnos relacionadas con el actual conflicto internacional y, naturalmente, en favor de las potencias del Eje”.  También se menciona a Wilheim Schelpe, al que se le atribuyó que ejercía “vigilancia en la Embajada Americana y de manera particular a los empleados de la misma, con el fin de conocer sus actividades y obtener datos para comunicarlos oportunamente al Partido Nazi de esta capital, con el fin de prevenir cualquier actividad en contra de las potencias del Eje”.

Las sospechas de espionaje Nazi no solo recayeron en Cornelius B. Gertz. También su hijo José Cornelio Gertz Fernández (el padre de Alejandro Gertz Manero), fue investigado por el Servicio Secreto del gobierno mexicano. Así lo refiere un informe remitido por el inspector Rodolfo Candiani, quien el 28 de octubre de 1942, informó detalladamente sobre el seguimiento que se le hizo a José Cornelio Gertz Fernández, por la sospecha de transmitir información a través de una radio clandestina, la que se delataba por la ubicación de unas antenas en la Avenida del Castillo, en la colonia Lomas de Chapultepec, de la Ciudad de México, en donde la familia Gertz Manero tenía su residencia.

En el informe del Inspector Rodolfo Candiani se señala que otro de los motivos de seguimiento a José Cornelio Gertz Fernández era por la sospecha de que en esa calle, la Avenida del Castillo, se “efectuaban juntas” que iban contra los intereses de la nación mexicana. En ese informe el agente del servicio de espionaje mexicano asignado al caso, se refiere al padre del actual Fiscal General de la República con el nombre de José Cornelius Gertz (idéntico al nombre del abuelo), señalando que “también usa el nombre de Gertz Fernández (Sic)”.  

El texto del informe indica que tras una minuciosa investigación, “se encontró que en la última de estas calles (en referencia a la Avenida del Castillo y calle Pátzcuaro)… se halla la casa del Sr. José Cornelius Gertz, de origen alemán, quien es cuñado del Sr. Dr. Víctor Fernández Manero, Jefe del Departamento de Salubridad Pública, mismo alemán que también usa el nombre de Gertz Fernández”.  Pero no se le atribuye a él la propiedad de la antena supuesta de trasmisiones radiales. Dicha antena más bien fue ubicada en la casa de otro alemán, Jorge Edy, quien tenía su domicilio en la misma Avenida del Castillo, en la casa marcada con el número 329. Otros alemanes que fueron vinculados al espionaje Nazi, igual que Jose Cornelio Gertz Fernández, fueron Nicolas Nauroth, Rupert Imhof, Von Son y Luis Struck, de los que finalmente se asegura que, tras la vigilancia realizada en las calles Avenida del Castillo y Pátzcuaro, “no se encontró nada de anormal, pues las entradas y salidas de personas y servidumbres, son las usuales en cualquier domicilio”.

La Amenaza del Despojo

De tal suerte fue la persecución contra Cornelius B. Gertz y su hijo José Cornelio Gertz Fernández -abuelo y padre respectivamente de Alejandro Gertz Manero, hoy Fiscal General de la República-, que incluso hubo amenazas de embargo de los bienes materiales acumulados como parte de la fortuna familiar. Por esa razón, ya en sus últimos años de vida, Cornelius B. Gertz, para salvar su patrimonio, tuvo que pedir permiso al gobierno mexicano para poder heredar todos sus bienes a favor de sus nietos, Alejandro y Federico. Evidentemente Cornelius B. Gertz no podía dejar su riqueza a su esposa Lucia Fernández Champion ni a su hijo José Cornelio Gertz Fernández, porque ellos también eran perseguidos por el gobierno federal, bajo la sospecha de servir al régimen Nazi.

En enero de 1943, don Cornelius B. Gertz y su esposa doña Lucia Fernandez Champion, remitieron una petición al secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdés, para solicitar autorización oficial a fin de poder heredar todos sus bienes a favor de sus nietos Federico y Alejandro Gertz Manero.  La petición fue presentada en sus nombres por el licenciado Antonio Pozzi, el abogado de la familia, el que señala en su escrito el natural derecho del matrimonio Gertz Fernández de “garantizar el porvenir de sus descendientes para proporcionarles la mayor suma posible de comodidades”.

 El abogado Pozzi, hablando a nombre del matrimonio Gertz Fernández, argumentó en su escrito una serie de razones para que no se negara el permiso a heredar a los nietos Gertz, entre las que destacó que a Cornelius B. Gertz “se le otorgó la encomienda (Sic) del Águila Azteca y no se le ha retirado a pesar del actual estado de guerra con Alemania. Por su parte, el señor (Cornelius B.) Gertz ha demostrado con todos los actos de su vida su identificación con nuestro país. Contra las costumbres seguidas por otros extranjeros –sigue el documento-, el hijo único del Sr. Gertz no habla alemán, se ha educado en México y nunca ha salido de la Republica; los nietos del señor Gertz son también mexicanos por nacimientos (Sic) y por educación”.

En esa misma solicitud de autorización para heredar, el abogado que habló a nombre de Cornelius B. Gertz y Lucia Fernández Champion, refiere que las condiciones de edad de su cliente, ya entonces con 74 años, era natural parta sentir “hondas preocupaciones por una situación que puede afectarlos a pesar de estar totalmente desligados de su patria accidental de origen y por matrimonio”, estableciendo que “su solicitud solo tiene por objeto colocarse al margen de cualquier posible sospecha y realizar el deseo humano y justo de garantizar el porvenir de sus nietos”.

Previo al cierre de la petición escrita, también se refiere que “la solicitud de los señores Gertz no tiende a violar la ley, a ‘curarse en salud’, sino por el contrario, a colocarse dentro de las condiciones de la misma en el caso más favorable a la seguridad nacional: desposeerse de todo elemento económico por la donación de sus bienes a favor de menores insospechables”. Y finalmente se agrega: “la circunstancia de que los bienes actuales de los señores Gertz pasen a poder de mexicanos por nacimiento, no impide ni limita la jurisdicción del Gobierno Nacional sobre los mismos bienes, en caso de que, en el porvenir, se tuvieran motivos fundados para creer que eran usados para fines contrarios a la seguridad nacional”.

Con base en esta solicitud, el gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho, a través del secretario de Gobernación, Miguel Alemán Valdés, finalmente otorgó la autorización a Cornelius B. Gertz y a Lucia Fernández Champion para que dejaran toda su riqueza a Federico y Alejandro Gertz Manero, en primero entonces de 13 años y el hoy fiscal de solo cuatro años de edad.

No se sabe a cuanto ascendía la fortuna que les fue heredada a los hermanos Gertz Manero en 1943, “pero para entonces ya debió haber ascendido a varias decenas de millones de pesos”, según refiere un historiador de Xalapa, Veracruz, quien por hablar de un hombre tan poderoso como el Fiscal Alejandro Gertz Manero, prefirió el anonimato. De acuerdo a este historiador, solo por lo que le pudo haber redituado la operación de casas de empeño en Veracruz, “Cornelius B. Gertz, a principios del siglo XX ya era uno de los hombres más acaudalados de esta entidad”, ello sin contar la riqueza que pudo acumular como socio de la firma Casa Sommer y Herrmann que fue proveedor del gobierno federal. 

A ello hay que sumar los beneficios económicos que Cornelius B. Gertz mantuvo primero como Cónsul Honorario del Imperio Austro Húngaro y después como Cónsul Honorario de Hungría. Además –recuerda este historiador-, “Cornelius B. Gertz era un hombre que también incursionó en el comercio de obras de arte; en Veracruz, Xalapa y la Ciudad de México era conocido por sus conexiones artísticas en Europa, lo que deja en tela de duda si comerció o no con obras de arte que durante la Segunda Guerra Mundial fueron robadas y traficadas por los Nazis”.

Como quiera que sea, la fortuna completa de Cornelius B. Gertz y de su esposa Lucia Fernández Champion pasó directamente a las manos de Federico y Alejandro Gertz Manero, todavía menores de edad. El padre de ellos, José Cornelio Gertz Fernández, alguna participación económica debió haber tenido de esa fortuna, aunque a la luz de la historia este no aparece tan acaudalado ni con la misma actividad social, económica y política con la que se desempeñó Cornelius B. Gertz.

Poco se sabe de José Cornelio Gertz Fernández. Lo más que refieren los registros públicos es que ya casado -y con dos hijos de familia- siguió al frente de la firma Casa Sommer y Herrmann, tratando de incrementar o al menos mantener la herencia que su padre les dejó a sus hijos. En 1942, en plena época de la persecución gubernamental, a la edad de 37 años de edad, José Cornelio Gertz Fernández ingresó a la UNAM para estudiar la carrera de derecho, misma que terminó en 1946, cuando –según refiere el Portal oficial de la Secretaría de Educación Pública (SEP)- obtuvo su cedula profesional como Licenciado en Derecho, la número 0002947. Él falleció a los 80 años de edad, el 26 de julio de 1985, a causa de un “paro cardiorrespiratorio no traumático, (e) insuficiencia hepática aguda”.

Pero aun así, sin tener la misma prominencia social y política de la que gozó el abuelo Cornelius B. Gertz, una vez que cesó la persecución política, ya a mediados de la década de 1950, el padre del hoy Fiscal General de la República, también afianzó lazos de amistad con funcionarios de las estructuras del poder político mexicano, no a los niveles de presidentes de la república, pero si con secretarios de Estado y por supuesto con funcionarios de segundo y tercer nivel del gobierno federal, cuyas relaciones fueron aprovechas para beneficios personales, como lo hizo en su momento Cornelius B. Gertz.

La época más difícil para José Cornelio Gertz Fernández, cuando junto con su padre fueron perseguidos por su supuesta ideología Nazi, fue durante las administraciones de los presidentes Manuel Ávila Camacho (1940-1946) y Miguel Alemán Valdés (1946-1952). Ya en el gobierno de Adolfo Ruiz Cortines (1952-1958), cuando se fue diluyendo el sentimiento anti alemán que había dejado en México La Segunda Guerra Mundial, otra vez José Cornelio Gertz Fernández volvió a su estado gregario y buscó el acercamiento con los círculos del poder.

Ese acercamiento con funcionarios de primer orden del gobierno federal, se volvió a afianzar durante la administración del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964), cuando José Cornelio Gertz Fernandez empató amistad con el secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez, bajo el pretexto de las ventas de insumos agrícolas que hacía su empresa Casa Sommer y Herrmann al gobierno federal. En ese mismo tenor también tuvo acercamiento de amistad con Raúl Salinas Lozano, entonces secretario de Industria y Comercio, y padre del que a la postre sería presidente de México, Carlos Salinas de Gortari. Otros con los que José Cornelio Gertz Fernández entabló buenas relaciones, al punto de la amistad, fue con los secretarios de Recursos Hidráulicos, Alfredo del Mazo Vélez; del Trabajo y Previsión Social, Salomón Gonzalez Blanco; de Comunicaciones y Transportes, Walter Cross Buchanan, y de Educación Pública, Jaime Torres Bodet.

Como ya lo había hecho su padre, José Cornelio Gertz Fernández no desaprovechó las buenas relaciones que entabló con los secretarios referidos; a Jaime Torres Bodet, secretario de Educación, le pidió el favor para que le ayudara a la publicación de la primera obra escrita de su esposa Mercedes Manero, la que como escritora ya había recorrido, sin éxito, diversas editoriales que se negaron a publicarle su primer libro. Jaime Torres Bodet no solo recomendó a la señora Mercedes Manero con la editorial Finisterre, sino que le puso a disposición a uno de los mejores escritores y editores de aquella época: Mauricio Magdaleno Cardona, quien recién había terminado su encargo como senador por Zacatecas y era en ese entonces el jefe de publicaciones de la SEP, de donde pasaría a ser subsecretario de Asuntos Culturales de la SEP

Mauricio Magdaleno le editó su opera prima a la señora Mercedes Manero, un poemario que se publicó en 1965 bajo el título “Símbolos”. Después, en 1970, le ayudaría a publicar un compendio de cuentos que denominó “El Ángel Caído, y otros Cuentos”, y las novelas “Rastro de Muerte”, en 1978, y “Río Revuelto”, en 1982. La suma de la obra literaria de la señora Mercedes Manero Suárez, que estuvo influenciada por el rasgo literario de Mauricio Magdaleno Cardona, es considerable: “publicó cuatro libros de poemas, dos de relatos, tres novelas y uno de memorias”,  según refiere la Enciclopedia de la Literatura en México, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

De acuerdo a las investigadoras filológicas Aurora M. Ocampo y Marcela Quintero Ayala, la señora Mercedes Manero Suárez, no solo fue escritora -con soltura en la narración y la poesía- también fue pintora y editora. En la propia descripción que las dos investigadoras hacen de la obra literaria de la mamá del Fiscal Alejandro Gertz Manero, se apunta, como si la misma Mercedes Manero se asomara al futuro y describiera los escenarios a los que su hijo Alejandro Gertz Manero pudiera enfrentarse décadas después: en la novela “Río Revuelto”, Mercedes Manero “denuncia la decadencia y corrupción de una sociedad, en la que la ambición y las disputas por el poder vinculan a sus personajes”,  mientras que en su novela “Rastro de Muerte”, la autora cuenta la historia de un personaje que es enviado a un ciudad de México, en donde este “terminará siendo gobernador interino en un momento de crisis política”.

Otros de los libros que escribió la señora Mercedes Manero Suárez son “El Mundo que he Vivido”, que -de acuerdo a Aurora M. Ocampo y Marcela Quintero Ayala- “es un libro testimonial, en donde se recrean diferentes estilos de vida, entre los que destacan anécdotas acerca de algunos expresidentes. En ‘El Ángel Caído’ reúne veinticinco pequeñas narraciones, casi todas escritas en primera persona, donde los recuerdos infantiles, las observaciones psicológicas y los recursos de la imaginación se dan la mano para ofrecernos en bocetos rápidos, momentos reveladores de la vida de un ser humano”.

En ese entorno cultural crecieron Federico y Alejandro Gertz Manero. Su casa estaba impregnada de la intelectualidad que prodigaba la señora Mercedes Manero en su quehacer cotidiano, y por la vena política y de negocios que en su diario acontecer latía en José Cornelio Gertz Fernández. Por eso a los hermanos Gertz Manero no les fue difícil el acercamiento a los círculos intelectuales y políticos del país. Ellos mismos, Federico y Alejandro, desde muy jóvenes se distinguieron por su intelectualidad.

Federico Gertz Manero estudio tres licenciaturas, una maestría y un doctorado; en 1956, a la edad de 26 años, concluyó la carrera de derecho. En ese mismo año la UNAM le otorgó la célula profesional No. 0060719. En 1962 el Instituto Tecnológico Autónomo del Estado de México (ITAM), a través de la célula profesional No. 0094999, lo licenció como Contador Público y Auditor; en 1964, también el ITAM, le otorgó el título de Licenciado en Economía, bajó la célula profesional No. 0110829; en 1987 fue la UNAM la que le otorgó el título de Doctor en Derecho, acreditado con la célula profesional No. 1138487, y finalmente en 1989, el Instituto Politécnico Nacional (IPN), le otorgó la célula profesional No. 1313559, que lo reconoció con la Maestría en Ciencias Administrativas.

Por lo que hace a Alejandro Gertz Manero, de acuerdo al Curriculum Vitae que este entregó al Senado de la República, cuando –a propuesta de presidente Andrés Manuel López- fue parte de la terna para ocupar la Fiscalía General de la República, cuenta con una licenciatura y tres doctorados, siempre en el campo del derecho. Sin embargo, en el portal oficial de Registro Nacional de Profesionistas de la Secretaría de Educación Pública, solo aparece el registro de una cedula profesional, la No. 0101798 de Licenciado en Derecho, que fue avalada por la UNAM en 1963.

De acuerdo a la ficha curricular de Alejandro Gertz Manero, que obra en los archivos del Senado de la República, cuya copia se obtuvo -para este trabajo- a través del portal de transparencia, de 1957 a 1961 cursó la Licenciatura de Derecho en la Escuela Libre de Derecho. De 1967 a 1968, en la UNAM, cursó un Doctorado en Derecho. Después, en 1998, se doctoró en Derecho por parte del Mount Unión College, de Alliance, en Ohio, Estados Unidos, y en el 2018 fue la Universidad de las Américas la que le otorgó el título de Doctor en Derecho. Y aun cuando solo existe referencia oficial de una sola cedula profesional, la de Licenciado en Derecho, explicada arriba, sí obran en los archivos del Senado copias certificadas de los títulos de Licenciado en Derecho por parte de la Escuela Libre de Derecho,  Doctor en Derecho por la UNAM  y el de Doctor en Derecho por la Universidad de Las Américas.

Pero regresando a los orígenes del Fiscal Alejandro Gertz Manero y la influencia cultural que él y su hermano Federico recibieron -sobre todo de la señora Mercedes Manero Suárez- dentro de su hogar, esta no se evidencia mejor que con la vena literaria que en ellos se forjó: Federico Gertz Manero fue autor de dos ensayos convertidos en libros. El primero de ellos es su tesis doctoral intitulada “Derecho Contable Mexicano”, que se publicó en 1980, y que a la fecha se lleva en algunas universidades como libro de texto obligado. El otro libro escrito por Federico Gertz es el ensayo histórico denominado “Origen y Evolución de la Contabilidad”, publicado en el 2006, el que al día de hoy distribuye la editorial Trillas como texto académico en diversas universidades del país.

Por su parte a Alejandro Gertz ha sido, hasta ahora, el autor de 10 libros: en 1967, publicó “Guillermo Prieto (Biografía)”, bajo los auspicios de la Secretaría de Educación Pública. Un año después publicó “Antología de John F. Kennedy”, bajo el sello editorial B. Costa-Amic. En 1969, también con el apoyo de la Secretaría de Educación, sacó a la luz pública su libro “Ignacio Allende (Biografía)”. En 1976, a través del Fondo de Cultura Económica (FCE) –la editorial del estado mexicano- publicó “La Defensa Jurídica y Social del Patrimonio Cultural de la Nación”. Después, en 1982, también a través del FCE vendría “La Estadística Computacional al Servicio de la Impartición de Justicia”. En 1985 publicó su libro “Depravación Policiaca”, bajo el sello editorial Comunicación, Servicios y Diseño. En 1986 publicaría “La Situación Legal de los Ciudadanos Alemanes en México Durante los Años 1942-1946”, este un texto en donde a manera de ensayo Alejandro Gertz Manero plasma la persecución de la que fueron objetos los alemanes en México durante La Segunda Guerra Mundial, en donde -sin mencionarlo- plasma parte del hostigamiento oficial que vivieron su padre José Cornelio Gertz Fernández y su abuelo Cornelio B. Gertz.

En 1987, Alejandro Gertz Manero publicó su libro “Análisis de las Relaciones México-Estados Unidos 1977-1850”. Después, en 1993, bajo el sello editorial de Lasser Press Mexicana publica el que podría ser de todos sus libros el de mayor contenido social: “México, Perfil de Un Rostro Oculto”, en donde se denota una clara preocupación por las desigualdades sociales en nuestro país. En el 2005 vendría el libro “México-Estados Unidos, Desarrollo Comparado Durante el Siglo XX”, un texto totalmente académico. Su libro más reciente es “Seguridad y Justicia, Sí se Puede”, el que fue editado y publicado por la Universidad de las Américas en el 2007, ya en el periodo en que Gertz Manero había pasado por la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, y justo cuando él se desempeñaba como Presidente de la Federación de Instituciones Mexicanas Particulares de Educación Superior A.C. (FIMPES).

Pero es necesario retroceder y regresar a los días en que José Cornelio Gertz Fernández, el padre del Fiscal Alejandro Gertz Manero, retomó las relaciones con el poder –luego de la persecución que lo obligó al sigilo a causa de su supuesta ideología Nazi-, cuando trabó amistad con diversos secretarios de Estado en la administración del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964). En ese periodo, al regresar a su vida cotidiana de negocios y relaciones de poder, José Cornelio Gertz retomó con mayor fuerza la empresa inmobiliaria que en sociedad con la firma Chapultepec Heigths Co., había puesto en marcha su padre Cornelius B. Gertz, continuando así con el desarrollo urbano que hoy se conoce como “Lomas de Chapultepec”, en donde se hizo de sendas propiedades. Entre otras casas, compró la de Lomas de Chapultepec No. 105, en donde finalmente murió en 1985,  y la de Retorno 3 de Sierra Itambé No. 20, en donde en 1999, a la edad de 92 años murió su esposa Mercedes Manero Suarez, a causa de “insuficiencia cardiaca, (e) hipertrigliceridemia”.

José Cornelio Gertz Fernández, bien asentado en las relaciones de amistad también con el secretario del Trabajo y Previsión Social, Salomón González Blanco, así como le pidió el favor al secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, para que le ayudara a publicar a doña Mercedes Manero su primer libro, le pidió a Gonzalez Blanco un favor muy especial: que ocupara en algún cargo público a su hijo Alejandro Gertz Manero, quien después de que concluyó su carrera de derecho, en 1961, tenía como única ocupación la administración de la empresa familiar Casa Sommer y Herrmann.

Ante esa petición, el secretario Salomón Gonzalez Blanco no tuvo ninguna objeción. Se trataba de su amigo. Le ofreció a José Cornelio Gertz Fernández un empleo para su hijo Alejandro Gertz Manero, quien además del favor tenía la vivacidad para ello. La contratación fue rápida. Lo colocó como inspector y abogado de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. El cargo fue asumido por el hoy fiscal a finales de 1963. Fue la mejor herencia que su padre le haya podido dejar, pues al parecer, así queda demostrado a lo largo de la historia de Alejandro Gertz Manero, el servicio publicó fue para lo que nació este personaje.

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