Por. J. Jesús Lemus
En Michoacán es más factible que un niño muera de cáncer antes que de neumonía, diabetes, obesidad o cualquier padecimiento infectocontagioso. El cáncer es la tercera causa de muerte infantil en todo el estado, pero la primera en 22 municipios que se encuentran dentro de franja productora de aguacate.
La estadística no es fortuita. Michoacán es uno de los estados en donde sus productores agrícolas se niegan a dejar de utilizar diversos pesticidas y herbicidas que han sido catalogados por la Organización Mundial de la Salud como posibles agentes de cáncer para los seres Humanos.
En Michoacán ninguna instancia local o federal tiene tiempo de revisar las condiciones de sanidad en el campo. Aunado a lo anterior, en el gobierno estatal, no existen programas para la regulación de productos químicos en las zonas agrícolas, en tanto que en la Sagarpa lo que no tienen es personal para llevar a cabo las verificaciones de control químico.
María Guadalupe tiene dos niños. Rubén de 7 años y Juan Carlos que en junio cumplirá los 9. Los dos están bajo tratamiento médico. A finales del año pasado se pusieron muy malos –explica la madre-. De la noche a la mañana los dos dejaron de comer y se sintieron agotados. No había poder humano que los sacara de la cama. El doctor del centro de salud de Uruapan los remitió al hospital civil de Morelia, en donde les diagnosticaron cáncer. Guadalupe no sabe qué fue lo que les causó la enfermedad a sus niños.
La causa probable por la que el índice de cáncer en Michoacán va a la alza, apunta hacia el uso de pesticidas y herbicidas peligrosos, los que de forma discrecional siguen utilizando algunos productores de la fruta insignia de esta entidad, en una práctica que la Secretaría de Salud y la misma Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) siguen tolerando, a pesar de la recomendación internacional.
A Rubén le diagnosticaron leucemia y a Juan Carlos le encontraron afectación en un pulmón. Los dos niños están sometidos a un tratamiento agresivo de quimioterapia, y aun cuando están respondiendo en forma positiva, la moneda está en el aire. Guadalupe se turna con su marido, a veces con su madre o una hermana, para que se queden a cuidar a los menores en el hospital, mientras ella cumple con la jornada de trabajo en una huerta de aguacates en el municipio de Taretan, a 25 kilómetros de Uruapan.
Del universo que enfermos que llegan a los hospitales públicos de Michoacán, de la federación y del gobierno estatal, la mayor parte de los afectados son indígenas, todos empleados como trabajadores jornaleros de las huertas de aguacates, en donde realizan labores de fumigación y manejo de productos químicos sin ningún tipo de seguridad personal.
La mayoría de los jornaleros agrícolas empleados en la producción de huertas de aguacate laboran en condiciones de vulnerabilidad, sin ninguna garantía a su seguridad. Muchos viven en las inmediaciones de las huertas, en improvisadas viviendas, ya sin considerar el bajo salario o la ausencia de prestaciones sociales. Pese a su condición de riesgo, casi el 90 por ciento de los jornaleros no tienen acceso a servicios de salud del IMSS.
Los municipios que aportan la mayor cantidad de enfermos de cáncer en Michoacán, son Acuitzio, Apatzingán, Ario de Rosales, Los Reyes, Villa Madero, Nuevo Parangaricutiro, Salvador Escalante, Perbán, Tacámbaro, Tancítaro, Santiago Tangamandapio, Tangancicuaro, Taretan, Tingambato, Tingüindín, Tocumbo, Tuxpan, Uruapan, Ziracuaretiro, y Zitácuaro.
Guadalupe con apenas 33 años se mortifica los labios. Se clava las uñas en la palmas de sus manos. Las lágrimas le brotan apenas un recuerdo pasa por su cabeza. No tiene idea de qué es lo que hizo en la vida para pagar con la pena de ver a sus hijos enfermos, al borde de la muerte. Pero agradece a Dios que ella esté sana para poder trabajar y velar por la salud de su familia. “Peor estaría que yo también estuviera enferma”, se consuela. Dice que algunas mujeres que trabajan con ella en las huertas, también han caído enfermas de cáncer de mama.
Las mujeres, otro drama
De acuerdo a estadísticas del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) desde hace por lo menos 5 años los casos de cáncer de mama se mantienen sin descenso en Michoacán. Desde el 2011 se viene detectando esta afección a un ritmo promedio de uno por día. La mayor parte de los casos de cáncer en adulto también se ubica en los municipios de la zona aguacatera del estado.
Los 22 municipios en donde se encuentra las más de 13 mil hectáreas de cultivos de aguacate son considerados como el centro epidemiológico no solo del cáncer de mama, sino también de cáncer cervicouterino. Solo el año pasado, el centro Estatal de Atención Oncológica detectó 310 casos de cáncer de mama. En donde la atribución principal de la enfermedad apunta hacia su relación con el cultivo de aguacate.
Elvira es una de esos 310 casos de cáncer de mama detectados el año pasado. Ya superó la enfermedad, pero sigue bajo vigilancia médica. Tiene 38 años y no tiene ni idea de qué es lo que le haya ocasionado el padecimiento. Hasta el mes de agosto del año pasado estuvo en el empaque de aguacate en Tancítaro, un trabajo que tuvo que dejar para atenderse con las quimioterapias que le aplicaron en el Hospital de la Mujer del gobierno estatal.
Asegura que desde que tiene 19 años ha trabajado en las huertas de aguacate y nunca se imaginó que ella misma fuera víctima de cáncer. “Yo había visto a otras compañeras que habían enfermado de cáncer de mama, pero nunca pensé que a mí también me fuera tocar”, dice resuelta, aunque reconoce que le costó mucho trabajo aceptar la enfermedad, la que ha superado. Ya no regresará a trabajar porque el médico que la atendió en el hospital le sugirió que buscara otro empleo “en donde no haya pesticidas ni fertilizantes”.
Hasta abril del 2015, la población con cáncer de mama registrada en los hospitales del gobierno estatal y del IMSS en el estado de Michoacán llegaba a 873 mujeres, las que en su mayoría son vecinas de los 22 municipios en donde se asienta la zona aguacatera de la entidad. Casi el 60 por ciento de los casos detectados de cáncer fueron remontados con el tratamiento médico aplicado, lo que se apunta como un logro sin precedentes para el sistema de salud en el estado de Michoacán, en donde no hay coincidencia entre los programas federales y locales para encarar la problemática social que representa el cáncer.
La mano del Narco
En ninguna instancia oficial lo dicen, pero las estadísticas lo revelan: cuando el cartel de los caballeros templarios tuvo bajo su control la producción de aguacate en más del 70 por ciento de las huertas, los casos de cáncer se dispararon, tanto en los menores de edad como entre los adultos.
El número de enfermos de cáncer se comenzó disparar en Michoacán desde el 2009, fecha en la que se ubica el inicio del feroz reinado del narco en las huertas de aguacate, en donde sin ningún control ni miramiento ecológico o sanitario, los responsables de la producción aguacatera utilizaron químicos herbicidas y pesticidas altamente dañinos.
Pese a la recomendación internacional para evitar el Glifosato, a manera de herbicida, y el Diazinón, Paratión o Malatión, como insecticidas, a fin de lograr una producción más eficiente de aguacate, el uso de esos químicos se hizo sin control por parte de algunos encargados de las células criminales que hacían producir las huertas en Michoacán.
Solo de esa manera se entiende que el índice de enfermos de cáncer durante el periodo de control del crimen organizado, con repercusiones a la fecha, se haya elevado en forma drástica, en donde los niños fueron el sector más afectados, por ser esa mano de obra el mercado de trabajadores agrícolas más baratos y más eficiente.
De acuerdo a las cifras del Instituto Mexicano del Seguro Social, solo en lo que va de este año, ya son 35 los niños con cáncer que han sido detectados, todos ellos provenientes de familias de jornaleros agrícolas asentadas en los municipios de la franja aguacatera de Michoacán, en donde el empleo infantil repuntó en los últimos cinco años.
Pese al riesgo laboral que representa la actividad agrícola, y la evidente utilización de mano de obra infantil, en Michoacán no existe ninguna regulación para frenar ese fenómeno. Ninguna dependencia local revisa ya no el empleo, sino la utilización de menores en actividades agrícolas de alto riesgo, en donde por un salario que va de 30 a 50 pesos al día, los niños dejan la vida en el trabajo.
La vida por 35 pesos
José Luis llora anticipadamente a su hijo que lleva su mismo nombre. Desde hace 5 meses le detectaron cáncer y comenzó a ser intervenido con quimioterapias en el hospital Infantil. El pequeño aun no cumple los 13 años y sus padres ya recibieron la noticia del desahucio. El padre se abraza a su mujer como esperando que lo sostenga, pero ella también se derrumba en llanto.
“La semana pasada el doctor nos había dicho –explica José Luis en un susurro- que no tuviéramos muchas esperanzas, pero de plano hace tres días nos arrancó el alma”. El pequeño José Luis llevaba una vida ordinaria en Los Reyes pero fue levantado por un grupo de hombres armados, que se lo llevaron. Lo obligaron a la fuerza a trabajar para ellos. No fue sicario ni halcón, lo pusieron en un riesgo igual: fumigaba una huerta de aguacate.
“Los Caballeros (Templarios) no me lo mataron, pero me lo entregaron muerto –dice la madre del muchacho ahogando el llanto con una mano sobre sus labios-. Pepe estuvo trabajando en las huertas de aguacate, lo pusieron a fumigar y respiró todo el veneno que rociaba a las plantas”. Dice su madre que la muerte se le metió por la nariz.
A José Luis, luego de que lo levantaron los templarios, lo asignaron a las labores agrícolas, en calidad de esclavo. Le obligaron para que se hiciera cargo, como muchos otros, de la fumigación de los árboles de aguacate. Le pagaban 35 pesos al día y lo tenían viviendo en un campamento cerca de Los Reyes. Así estivo viviendo casi un año hasta que el movimiento de los grupos de autodefensa lo liberó, pero ya estaba enfermo.
Tras buscarlo, sus padres supieron que estaba “retenido” en una huerta de aguacate y lograron el permiso del jefe de la célula para poder visitarlo. Sus padres acudían a verlo las más veces que se podía. Le llevaban de comer y él muy contento les daba los 35 pesos que le pagaban. Esa generosidad hace llorar a sus padres. Les duele recordar lo amoroso que era. Ya hablan de él en tiempo pasado.
Por si algo faltaba
Como si no fuera poco el drama que viven los enfermos de cáncer y sus familias, a las dificultades propias del padecimiento hay que agregar la falta de interés y presupuesto económico del gobierno estatal de Michoacán, donde –a decir de médicos del propio sistema de salud estatal- no se hacen los suficientes esfuerzos para ayudar a ese sector.
Las quejas de los padres de niños bajo tratamiento médico por cáncer son constantes contra el gobierno estatal. Se quejan de la escasez del medicamento y de las deficiencias en el servicio ante la pasividad oficial que no aporta la cantidad adecuada de dinero para el fortalecimiento de los esquemas de atención a los enfermos de cáncer.
Desde que el gobernador Salvador Jara Guerrero asumió el mando de la administración estatal en por lo menos tres ocasiones se ha suspendido el servicio médico a enfermos de cáncer, porque no hay recursos económicos presupuestados para ellos.
En dos ocasiones, sumado a la falta de medicamentos para los enfermos, los administradores hospitalarios han tenido que dejar de suministrar la alimentación para los enfermos, siempre bajo el argumento de la falta de dinero y de interés para atender a ese sector.
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