Por. J. Jesús Lemus
¿De dónde surgió la gran herencia que desde joven a Alejandro Gertz Manero le preocupaba cuidar? Vale la pena echar una mirada a la historia del abuelo Cornelius B. Gertz quien, en el contexto de las dos Guerras Mundiales —la Primera, ocurrida entre el 28 de julio de 1914 y el 11 de noviembre de 1918, y la Segunda, entre el 1 de septiembre de 1939 y el 2 de septiembre de 1945—, no solamente amasó una gran fortuna: también pasó de ser condecorado con la Orden del Águila Azteca —el máximo galardón que se otorga en México a los extranjeros que se distinguen por sus servicios a la patria— a ser perseguido e investigado por el gobierno mexicano bajo la sospecha de ser espía del régimen nazi.
Cornelius B. Gertz, cuya fecha exacta de nacimiento no es clara porque su registro de ingreso a México está falseado —al parecer en forma intencional—, nació en 1868 en la localidad de Tetenbüll, al norte de Alemania, cerca de la frontera con Dinamarca. No se sabe cuándo ni con quién emigró a México, pero su primer registro público en nuestro país aparece en 1892, cuando debió tener 24 años de edad, y ya para entonces contaba con seis años de residencia en Xalapa.
En los datos del levantamiento del Censo de Extranjeros en el Cantón de Jalapa —que comenzó a integrarse en 1844—, se estable ce para el año de 1892 que Cornelius B. Gertz, quien se registró bajo el nombre de José G. (Gertz) de Max, a su corta edad ya era un extranjero acaudalado: con un patrimonio de 800 pesos —cuando una casa promedio costaba 70— y de ocupación comerciante. Se registró como soltero y propietario de una Casa de Préstamo y Empeño.
Como inmigrante alemán en México, Cornelius B. Gertz había empezado a tener una vida social y económica muy activa. Se relacionó a fondo con la élite extranjera en Veracruz, lo que consecuentemente lo llevó a trabar relaciones muy estrechas con el poder político, donde siempre lo vieron como una persona honorable. Así, aprovechó la oportunidad que le dio la ocasión… Valiéndose de su buena imagen social y del decreto número 117 que el 1 de marzo de 1850 extendió el gobernador de Veracruz, Miguel Palacio, para el otorgamiento de permisos de casas de empeño, decidió en 1886 abrir su propio negocio: su casa de empeño, la cual le redituó gran des beneficios económicos, porque en el decreto se establecía que “cumplidos ochos meses, si los interesados no sacan las cosas empeñadas, el dueño del establecimiento las podrá vender”. Quizá de esa manera haya amasado parte de su gran fortuna.
Como reconocido miembro de las élites económicas y sociales de Veracruz, pronto el abuelo del fiscal general de la República, que comenzó a utilizar indistintamente el nombre de Cornelius B. Gertz o el de José G. (Gertz) de Max, echó mano de su cercanía con el poder político de Veracruz para establecer vínculos ahora con el poder político en la capital del país. Tuvo una relación muy cercana —“de amistad” la catalogan algunos historiadores de Veracruz— con los últimos tres secretarios de Relaciones Exteriores del gobierno de Porfirio Díaz: Ignacio Mariscal, Enrique C. Creel y Francisco León de la Barra.
Los nexos de Cornelius B. Gertz con dichos secretarios se debieron a la prominente posición económica que alcanzó en poco tiempo y también a que, una vez que expandió su empresa de casas de empeño y llegó a tener diversas sucursales en Xalapa, en el puerto de Veracruz, en Puebla y en la Ciudad de México, se asoció con la Sommer & Herrmann Company, filial europea de la firma American Steel and Wire Company, que aspiraba a iniciar negocios en México ante el boom ferrocarrilero y minero que signó a la administración del presidente Porfirio Díaz.
De la alianza entre Cornelius B. Gertz y los hermanos Sommer Herrmann nació la Casa Sommer, Herrmann y Compañía, que se anunciaba como ferretería, pero que, además de cuchillería, muebles e insumos para la industria agrícola y de la construcción, ven día armas de fuego y todo lo necesario para la industria minera, ferrocarrilera y eléctrica, en pleno apogeo durante el porfiriato.
Eso fue lo que hizo que Cornelius B. Gertz comenzara a relacionarse con altos funcionarios del gobierno de Porfirio Díaz, principalmente con los que fueron desfilando por la Secretaría de Relaciones Exteriores, a quienes necesitaba para facilitar las importaciones de los insumos que suministraba a la economía mexicana.
Enrolado en las conexiones con el gobierno de Porfirio Díaz, Cornelius B. Gertz pronto las utilizó a fin de recomendar a algunos de sus amigos extranjeros, que —para sostenerse en la alcurnia de la socialité mexicana— aspiraban a ser cónsules honorarios de sus respectivos países origen.
La labor de Cornelius B. Gertz consistía en gestionar el exequatur, que no es otra que cosa que el permiso que otorga el gobierno federal para que un extranjero realice —ante este— labores de representación de otra nación. Se estima que fue ron decenas las recomendaciones de cónsules honorarios que hizo Cornelius B. Gertz ante el gobierno porfirista, y continuó hacién dolas aun después del autoexilio del presidente Díaz, tras el cual el abuelo Gertz se mantuvo intocado a pesar de la turbulencia social y política que se desató con la Revolución.
Entre las gestiones del abuelo Gertz ante el gobierno federal para favorecer a sus amigos con cargos de cónsules honorarios están las de Federico Albert, a quien se le reconoció como cónsul de Costa Rica en septiembre de 1910; Luis Hana Rivera, para ser cónsul de la República de Guatemala, en abril de 1911; José Antonio Castro, para ser cónsul de la República de El Salvador, en octubre de 1911, y su también amigo Enrique Zomoza y Tenreiro, a quien el gobierno mexica no aceptó como cónsul honorario del Reino de España, en marzo de 1912, todos ellos con residencia en Xalapa, Veracruz, donde tejían amistad, negocios y buenos lazos con Cornelius B. Gertz.
A la par que don Cornelius B. Gertz se entregaba a una vida de relaciones con las altas esferas del gobierno mexicano antes y después de la Revolución, y mientras consolidaba su patrimonio a través de sus casas de empeño y era representante de la firma Sommer y Herrmann, se casó con la señora Lucia Fernández Champion, o Campeona —como luego se castellanizó su apellido—.
Ella era hija de una familia estadounidense de Brownsville, Texas, que se instaló en el puerto de Veracruz durante la invasión estadounidense de 1847. Lucia Fernández, que tenía la nacionalidad estadounidense, conoció a Cornelius B. Gertz en el roce cotidiano de la sociedad extranjera que predominaba en el puerto.
Si bien no existe registro formal del matrimonio de doña Lucia Fernández y don Cornelius B. Gertz, historiadores de Xalapa estiman que pudo haber acontecido entre 1899 y 1901, cuando él tenía entre 31 y 33 años de edad, y Lucía Fernández, entre 21 y 23 años. De esa unión nació, en 1905, su único hijo, José Cornelio Gertz Fernández, quien a la postre sería el padre de Federico y Alejandro Gertz Manero.
Don Cornelius B. Gertz ya estaba casado —o al menos en unión— con doña Lucia Fernández Champion cuando por su pro pio interés se acreditó como cónsul del Imperio austrohúngaro. Tal vez tomó esa decisión por la necesidad de tener mayor presencia en la vida política nacional o por los beneficios económicos que ello le representaba.
Incluso pudo haber sido una manera de legitimar su cercanía con el poder político mexicano, pues a principios de 1925 Cornelius B. Gertz formó parte del grupo de empresarios que gestionaron ante el presidente Plutarco Elías Calles la creación del Banco de México (Banxico), un organismo autónomo orientado a mantener las políticas públicas que dieran estabilidad a la economía mexicana; fue fundado el 25 de agosto de 1925 y entró en funciones el 1 de septiembre del mismo año.
El Banco de México comenzó a operar bajo la dirección de Alberto Mascareñas Navarro, siendo el primer presidente de su Consejo de Administración Manuel Gómez Morín, amigo muy cercano a Cornelius B. Gertz. Hay que recordar que 14 años después Gómez Morín fundaría, el 15 de septiembre de 1939, el derechista Partido Acción Nacional (PAN), opositor inicial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que nació en 1928 bajo las siglas del PNR (Partido Nacional Revolucionario).
Para entonces ya había ocurrido la Primera Guerra Mundial (19141918). Las potencias beligerantes: Imperio austrohúngaro, Imperio alemán, Imperio Otomano y el Reino de Bulgaria, habían perdido la guerra frente a las potencias aliadas encabezadas por Francia, Imperio británico, Imperio ruso, Reino de Italia, Estados Unidos e Imperio de Japón, entre otras. Eso hizo que los países perdedores en la Gran Guerra ofertaran a quien fuera sus respetivas representaciones diplomáticas para recomponer su imagen en todo el mundo, ante el que habían quedado desacreditadas.
Como hombre de oportunidades que siempre fue Cornelius B. Gertz, no desperdició la ocasión. Aprovechó la coyuntura. Como explica la investigadora Mónika SzenteVarga en su tesis doctoral “Migración húngara a México entre 1901 y 1950”, el Imperio austrohúngaro, luego de la Gran Guerra, buscó afianzar sus relaciones comerciales frente al gobierno mexicano, “sin incurrir en gastos mayores, ambos países decidieron establecer consulados honorarios”.
Agrega la doctora SzenteVarga: “la Monarquía [austrohúngara] se encontraba en una situación más fácil que México. Al torno del siglo ya podemos hablar de una emigración austrohúngara a América Latina, pero es verdad que solamente una fracción muy pequeña llegó finalmente a México. Ellos, los austrohúngaros ya establecidos, formaron la base potencial de los cónsules honorarios.
Pero su número fue muy escaso, así que la Monarquía se dirigió hacia la colonia alemana en México, que ya estaba más adaptada, era más numerosa y en la que varios de sus miembros llenaban los requisitos ideales para dirigir un consulado honorario. No había ni problemas de idioma. Por lo tanto, la mayoría de los cónsules honorarios de la Monarquía Dual fueron de origen alemán, entre ellos: Carlos Eckhardt (Vera cruz), Cornelius Gertz (Veracruz), Karl Heynen (Tampico) y Henrik Korte (MéridaPuerto Progreso)”.
Por esa razón, además de la inercia social de que ya gozaba Cornelius B. Gertz, al haberse convertido en un prominente actor eco nómico y político de la vida nacional, el 25 de noviembre de 1925, por decisión del presidente Plutarco Elías Calles y por la gestión di recta de su amigo Aarón Sáenz, secretario de Relaciones Exteriores, Cornelius B. Gertz recibió el exequatur para ejercer el consulado honorario de Hungría en México. Sin embargo, le sería retirado el 3 de febrero de 19429 por orden del presidente Manuel Ávila Camacho, en acuerdo con el secretario de Relaciones Exteriores Ezequiel Padilla Peñaloza.

