Por. J. Jesús Lemus
Tan discrecional es la entrega de concesiones de uso del agua para fines industriales en nuestro país, que los principales beneficiarios de esa política son los actores políticos ligados a la industria, un fenómeno nada extraño en México, en donde desde la administración del presidente Carlos Salinas de Gortari la clase empresarial es la que se ha venido haciendo de los mandos de gobierno en todos los órdenes constitucionales.
No es descabellado señalar que de cada 100 políticos que son electos en cualquiera de los órdenes de gobierno en México, al menos 70 de ellos cuentan con empresas que en el menor de los casos se ven beneficiadas con los programas de gobierno manejados a su favor, en donde la apropiación del agua es uno de los renglones que de manera muy discreta –gracias a las políticas oscuras de la CNA- es el más codiciado y el más rentable.
Las estadísticas hablan por sí solas: de acuerdo al Registro Público de Derechos del Agua (REPDA), la llamada industria autoabastecida de todo el país (la que gestiona con sus propios recursos el suministro de agua para sus operaciones productivas) ha pasado de utilizar 2 mil 971 millones de metros cúbicos de agua en el 2006 a 4 mil 266 millones de metros cúbicos en el 2024. Es decir, en solo tres sexenios la industria aumentó el uso del agua en Mil 295 millones de metros cúbicos.
En lo que hace a la industria agrícola y agroalimentaria, que es una de las principales consumidora del agua potable, los volúmenes de uso aumentaron en una mayor proporción, pasando en el 2006 de 59 mil 666 millones de metros cúbicos a 66 mil 799 millones de metros cúbicos de agua en el 2024, lo que significó un incremento de 7 mil 399 millones de metros cúbicos de agua, la que de alguna forma dejó de ser entregada a las comunidades rurales que manifestaron la necesidad de esta.
La desigual política nacional de los últimos dos sexenios de distribución de agua también se observa en los volúmenes destinados a la generación de energía eléctrica, en donde las plantas hidroeléctricas, las termoeléctricas, las carboeléctricas y la nucleoeléctrica, registraron incrementos que pasaron del pasaron de mil 273 millones de metros cúbicos en el 2006 hasta llegar a 4 mil 147 millones de metros cúbicos en el 2017, lo que significó un aumento de 2 mil 884 millones de metros cúbicos.
Por lo que refiere el REPDA, se sabe que el abasto de agua a la población, clasificado como de abastecimiento público, pasó en las últimas dos administraciones federales de 10 millones 741 mil metros cúbicos de agua, en el 2006, a 12 millones 628 metros cúbicos en el 2024, registrando un incremento de apenas Mil 887 millones de metros cúbicos para toda la población del país, que en términos de distribución real significa que solo 1 de cada 10 habitantes que no tenían agua pudieron acceder a ese servicio.
En suma, la distribución del agua para la industria autoabastecida, agrícola, agroalimentaria y eléctrica, creció en los dos últimos sexenios en 11 mil 578 millones de metros cúbicos, mientras que el suministro a la población apenas registró un aumento de Mil 887 millones de metros cúbicos de agua, lo que en términos reales significa que por cada millón de metros cúbicos de agua entregados al abasto de población, el gobierno federal decidió –con base en decisiones unipersonales- concesionar 9 mil veces más esa cantidad de agua a la planta industrial.
Cifras de Miedo
En la danza de cifras que maneja la CNA a través del REPDA se encuentra implícita una realidad insoslayable: con la mitad del agua que fue entregada a la planta industrial autoabastecida durante los dos pasados sexenios, habría sido posible atender el problema de desabasto del líquido que afecta al grueso de la población que a la fecha carece de ese servicio en todo el país.
De acuerdo a la visión de la OMS, en México el uso del agua para la generación de energía es inconsistente con la realidad, pues mientras que en el resto de América Latina y el Caribe el 22.7 por ciento de la energía eléctrica se produce a partir de fuentes renovables, principalmente eólica, en nuestro país solo en 7.9 por ciento de la energía eléctrica tiene este origen, por lo que el 92.1 por ciento se genera a partir de fuentes que afectan el medio ambiente, entre ellas la sustracción del agua tanto de fuentes superficiales como de mantos subterráneos.
A ello se atribuye lo que refiere la OMS, que “México tiene problemas de deterioro ambiental asociados con la sobreexplotación y contaminación de los ecosistemas por deforestación, degradación en sus suelos, deficiente calidad del aire y del agua”,[1] lo que invariablemente tiene un impacto en la salud de la población, que se agrava con la escasez del agua para el sostenimientos de las actividades domésticas diarias y de higiene personal.
De acuerdo a las cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informativa (INEGI), con fecha de corte a marzo del 2025, en nuestro país son más de 44 millones de personas los que no tienen acceso al agua, una cifra que se estrella contra la realidad expuesta en el Censo Económico de la misma institución, en donde se reconoce que en México se encuentran establecidas más de 5 millones 655 mil empresas, entre pequeñas, medias y trasnacionales, de las que ninguna de ellas carece de servicios de suministro de agua.
De las más de 5 millones 655 mil empresas que operan en el país, por lo menos 61 mil 693 de ellas que se encuentran dentro del padrón de Empresas Extranjeras que Realizan Actos de Comercio en México, así como en el Listado de Registro de Sociedades Mexicanas con Inversión Extrajera en su Capital Social, en donde se encuentran incluidas las que se consideran grandes consumidoras de agua, a las que se les privilegia el suministro por el encima de las necesidades de la población.
Desde la óptica del gobierno mexicano estas empresas significaron en los últimos seis años una inversión directa en nuestro país por el orden de los 181 mil 793 millones de dólares,[2] recursos que poco o nada se reflejan en la mayoría de las comunidades a las que se les ha arrebatado el agua, y con ello se les ha obligado a sumirse más en la miseria, al no contar con el satisfactor más indispensable para su desarrollo.
[1] Organización Mundial de la Salud, Estrategia de Cooperación de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud con México 2015-2018, p. 11, 2015
[2] Secretaría de Economía, boletín informativo 041/18, México, a 21 de mayo de 2018
