AMLO, la militarización y el Plan Puebla Panamá
Como si no supera lo que ha hecho, pero sabiendo de su gran poder de convencimiento que todos los días expande a sus seguidores, cómo una hipnótica orden dada desde la conferencia de prensa de Las Mañaneras, el presidente López ha reiterado en múltiples ocasiones que no existe un proceso de militarización de la vida pública nacional
Una de las promesas con las que más emocionó el presidente López Obrador a los votantes del 2018, fue la de sacar a los militares de las calles y devolverlos a sus cuarteles. En plena campaña política, abrasado por el calor electoral, Andrés Manuel López consideró que era imperativo el regreso de los militares a sus cuarteles.
Hasta dijo que ese retorno era impostergable, primero porque los soldados de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) no estaban formados para el contacto social, no podían ser policías de tránsito ni policías de crucero –dijo-. También justificó su propuesta de devolver a los militares a sus cuarteles, para que no sean injuriados por gente. Para que no se les falte al respeto.
Ninguna de esas dos justificantes, con las que López Obrador pensaba sostener su decisión de retorno de los militares a sus cuarteles, fue utilizada. Las justificaciones no se utilizaron porque no fueron necesarias. Apenas López Obrador llegó al poder no solo no quiso decretar el regreso de los soldados a sus bases, más bien los afianzó no solo en su labor de seguridad pública, sino en otras acciones de civiles que implican altos ingresos económicos.
Como si no supera lo que ha hecho, pero sabiendo de su gran poder de convencimiento que todos los días expande a sus seguidores, cómo una hipnótica orden dada desde la conferencia de prensa de Las Mañaneras, el presidente López ha reiterado en múltiples ocasiones que no existe un proceso de militarización de la vida pública nacional.
El presidente López Obrador insiste en descalificar aquellas voces indicativas que refieren el gran poder –económico y social- que han comenzado a lograr las castas militares, tras la asignación de más de una docena de labores y obras públicas con un alto índice de inversión, o al menos con recursos económicos catalogados como prioritarios por ser de inversión en obras con el rango de seguridad nacional.
Pero a pesar de lo que diga el presidente López en la conferencia desde donde amaistra a sus huestes, una cosa que refiere la realidad es la expansión que como nunca registran las fuerzas armadas federales, las que están cada vez más presentes en la vida pública de México, por cuya presencia los militares mandos obtienen más ingresos del recurso público que como cuando los estaban asignado a sus cuarteles.
Lo dice el propio general Luis Cresencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, en su V Informe de Labores: las fuerzas federales están respaldando al presidente López Obrador y a su gobierno de la Cuarta Transformación, con un eficiente desempeño de labores en ocho Asuntos Prioritarios del Gobierno Federal, entre los que destaca la operativa de la Guardia Nacional.
La Guardia Nacional es considerada por expertos en materia de seguridad pública como el principal instrumento de la militarización en México, no solo porque se ha creado de la nada un cuerpo militar más, sino porque se trata de un cuerpo militar que pretende hacer labores de policía para absorber los cuerpos de seguridad pública de todos los municipios del país.
Como parte de la militarización que solo el presidente López insiste en no querer ver, destaca la participación del personal del ejército en la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles, un aeródromo civil que con dificultades se mantiene en operación, debido a los altos costos de su inversión contrastado con su escasa operatividad, la que no se ha podido revertir pese a los esfuerzos del presidente López que hasta por decreto busca hacer que allí aterricen más aviones, de pasaje y de carga.
Otra de las tareas con las que el presidente López ha justificado la presencia de las fuerzas federales en la vía pública, patrullando las ciudades, es la que tienen que ver con el combate al huachicol (robo de combustible de los ductos de Pemex), bajo el pretexto de que los grupos del crimen organizado habían copado e infiltrado a las policías estatales, y que por eso creció el delito del huachicol.
Otra de las acciones más criticadas en las que el Ejército Mexicano se ha visto involucrado, durante el gobierno de la Cuarta Transformación, como parte del proceso de militarización que vive el país, es la construcción del emblemático Tren Maya uno de los caprichos más caros del presidente y más caros para la región del sureste mexicanos, no solo en cuanto a inversión se refiere, sino a consumo de los recursos naturales.
El Tren Maya, con la visión militar con la que fue construido, más allá del sobrecosto económico que significa, también representa muerte, pero no solo por el Ecocidio que ya ha ocasionado en la zona de la Selva Maya, sino porque es la punta de lanza para que se pueda iniciar el Plan Puebla-Panamá que desde el 2001 ha querido establecer el banco mundial.
El plan Puebla-Panamá no es otra cosa que un megaproyecto voraz de consumo de recursos naturales (petróleo, gas, minas y bosques) que promueve el Bando Mundial a favor de grandes capitales europeos y norteamericanos, que aspiran al acceso a la riqueza que persiste en la zona que va desde el sur de puebla hasta el este Panamá.
Ese plan no se pudo establecer con Vicente Fox, ni con Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto, porque los pueblos indígenas del sureste entendieron que ese plan significaba la muerte, por eso los pueblos indígenas no dejaron que se construyera un solo kilómetro de carretera, un solo metro de vía férrea, un solo kilómetro de tendido eléctrico.
Pero el presidente López Obrador, con su dulce y perverso discurso, engañó a todos. Habló de un tren para los pobres, para detonar la producción de artesanías y mejoras a la vida de los pueblos de la selva, y todos aplaudieron sin siquiera ver de lo que se trataba. Propuso un tendido eléctrico, vías férreas, carreteras y telecomunicaciones, bajo la visión de un programa de justicia para los pueblos del sureste, y todos le aplaudieron.
Las fuerzas federales comenzaron a construir el plan de desarrollo para la zona del Istmo de Tehuantepec, bajo la creencia de que están creando un modelo de comunicación comercial, en vía seca, similar al del Canal de Panamá. En realidad solo están construyendo otra parte fundamental para el Plan Puebla-Panamá:
Los parques industriales necesarios para procesar en México toda la riqueza del tesoro natural que significa la zona minera y gasera de Guatemala, Panamá Costa Rica y Nicaragua, la zona petrolera y gasera no explorada de Guatemala, Honduras, El Salvador y Costa Rica, y la zona boscosa de Costa Rica, Honduras, Nicaragua y Guatemala.
El plan Puebla-Panamá que en México pocos alcanzan a vislumbrar, ya está siendo asumido por los gobiernos de Centroamérica, en donde –al menos en Guatemala, El Salvador y Honduras- ya se promocionan acciones de gobierno que tienen que ver con el plan de construir un tren nacional que conecte con el tren maya, que de día es un tren para el turismo pero de noche es un tren de carga.
Eso es lo que significa la militarización de México, la que por si no fuera suficiente con lo que se ha hecho, también se expande a través de otras acciones que corresponden a la vida civil, como la supervisión económica del programa de reforestación “Sembrando Vida”, la operatividad de las aduanas y del Banco del Bienestar, además del programa de contención del flujo migrante.