AMLO, el líder latinoamericano que no pudo ser

Si hay algo que hizo que la imagen de Andrés Manuel López estrepitara ante el mundo, fue su desaforada postura que plantó ante la ONU, donde en un símil de Cantinflas, en la película “Su Excelencia” (México 1967), intentó convencer a las naciones del mundo de iniciar una cruzada contra la hambruna y la desigualdad. Allí fue cuando los mexicanos revivimos la vergüenza ajena que creíamos superada después del “infraestructureichon” Peña Nieto diciendo, el “comes y te vas” de Fox o el “haiga sido como haiga sido” de Calderón.

Por. Margarita Rodríguez/ J. Jesús Lemus

Ni el entendimiento con mandatarios de izquierda ni el reconocimiento como uno de los 12 jefes de Estado con más respaldo de su pueblo en todo el mundo, fueron suficientes para que casi al final de su sexenio el presidente Andrés Manuel López Obrador se convirtiera en adalid del socialismo en Latinoamérica, mucho menos en el líder regional de las américas que tanto se necesita desde que Fidel Castro no está.

Solo en el imaginario del presidente Andrés Manuel López Obrador quedará la proyección del nacimiento de un nuevo líder americano, que no alcanzó a ser, y que a gritos lo reclama la comunidad de los pueblos asentados desde Mesoamérica hasta la Tierra de Fuego, donde la voracidad capitalista y de imperios comerciales, disfrazados de gobiernos, reclaman la riqueza de esta región del continente.

Si bien es cierto que, por su discurso con ínfulas humanitarias, resabios de nacionalismo indígena y el ancestral deseo de una patria americana alejada del dañino eurocentrismo, Andrés Manuel López Obrador se perfiló, en algún momento de su gobierno, como el prócer de las Américas, como el hijo predilecto de la Patria Bolivariana, como el que continuaría con los ideales de Sucre, San Martín y Morelos.

Sin embargo, desde a mitad de su sexenio, se vino abajo el sueño de Andrés Manuel. El único que le truncó su sueño fue él mismo. Solo fue él contra él: el doble discurso en materia económica, hablando a los pobres de frenar la voracidad capitalista, y sentándose con los potentados económicos para proyectarlos en nuevos negocios al amparo del poder; su reclamo de no intervención en asuntos internos de las naciones, mientras gestionaba movimientos políticos en Colombia, Brasil, Argentina y Venezuela; su discurso hablando del fin de la corrupción, mientras sus hijos sin empleo, haciéndose asquerosamente millonarios con negocios al amparo del poder y del Estado.

La voz de Andrés Manuel rompió la noche neoliberal, anunciando la alborada de un México lejos de la impunidad. Ofreció el encarcelamiento de los que habían saqueado al país. Toda una nación soñó con ver en prisión a los expresidentes soberbios y corruptos. El despertar fue abrupto. De la noche a la mañana, el temerario Andrés Manuel dijo “mi fuerte no es la venganza”, y apagó la llama de la Justicia.

Quiso llevar la justicia a consulta, en una simulación democrática que él mismo terminó por cercar. Igual que cercó la posibilidad de una pacificación del país; se rindió desde antes de iniciar el combate a la violencia generada por el crimen organizado. La rendición fue a través de su frase icónica “Abrazos y no Balazos”, con la que trascenderá históricamente. López Obrador quedó como un payaso ante la comunidad internacional que observa con cuidado el crecimiento de la violencia a causa de la expansión de los cárteles de las drogas.

Las promesas de AMLO al inicio de su mandato en materia de política exterior como la de “vamos a atender nuestra casa y así vamos a tener prestigio en el extranjero” sedujeron a líderes de izquierda latinoamericanos. Sin duda, lo vieron como una figura para fortalecer el socialismo en la región mediante acuerdos comerciales. Después llegó el desencanto. Ni siquiera se consolidaron las tres más importantes candidaturas que México propuso para dirigir organismos internacionales.

Es él, y son también sus colaboradores

El perder una serie de candidaturas de importancia mundial en organismos internacionales fue uno de los principales golpes contra López Obrador en el ámbito internacional, no solo por lo frágil de sus proyecciones, sino porque los que perdieron esas candidaturas estaban inmersos en escándalos públicos de corrupción. Una corrupción que él mismo avaló.

La primera en hacer que se derrumbara el mito del líder americano fue Nadine Flora Gasman Zylbermann, quien preside el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres). Ella fue postulada para dirigir la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Pero no le alcanzó la votación obtenida al seno de esa organización. Fue derrotada por el brasileño Jarbas Barbosa da Silva Jr.

Aun cuando contaba con una trayectoria destacable, a Nadine Flora Gasman Zylbermann le pesó más el escándalo de su marido, Joaquín Molina Lesa, investigado en Estados Unidos por presuntamente no pagarles sus sueldos a médicos cubanos enviados a Brasil, y desviar ese dinero al Gobierno de La Habana. La Corte Penal Internacional recibió mil testimonios de médicos y profesionistas cubanos bajo el concepto de esclavitud moderna. El escándalo fue mayúsculo, sobre todo por darse en el seno de un supuesto gobierno humanista, el de la 4T.

Después vendría la nominación de Jesús Seade Kuri, como candidato a dirigir la Organización Mundial de Comercio (OMC), quien corrió con la misma suerte en junio de 2020. Ni sus credenciales como negociador del T-MEC (acuerdo comercial entre México, Canadá y Estados Unidos) ni su experiencia ante el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y la misma OMC, lo posicionaron como un fuerte aspirante.

Jesús Seade Kuri Fue eliminado en la primera ronda. Tres meses más tarde fue investigado por la Secretaría de la Función Pública por haber incurrido en malversación de fondos y abuso de poder, por presuntamente haber utilizado recursos públicos para viajar 11 veces a ver a su familia a Hong Kong, pero fue exonerado. En 2021 fue nombrado embajador de México en China.

Caso similar ocurrió con la candidatura de Gerardo Esquivel, subgobernador del Banco de México, quien fue postulado para presidir el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en noviembre de 2022. Su candidatura estuvo rodeada de controversias. Primero porque AMLO se había decantado por Alicia Bárcena, embajadora en Chile y exsecretaria de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), a la que después le retiró la nominación por sus posturas políticas contrarias a los congresistas republicanos en Estados Unidos, quienes la acusaron de ser simpatizante del comunismo y tener un historial de “elogios a las dictaduras de Cuba y Venezuela”.  El mandatario mexicano se refrió a Esquivel como “un buen economista”, “graduado en Harvard” y una “gente honesta”. Pero ni eso le ayudó. El brasileño Ilan Goldfajn obtuvo el 80 por ciento de los votos para ocupar la presidencia del BID, institución clave para préstamos de miles de millones de dólares para financiar proyectos de infraestructura en toda la región.

El ridículo ante el mundo

Si hay algo que hizo que la imagen de Andrés Manuel López estrepitara ante el mundo fue su desaforada postura que plantó ante la ONU, donde en un símil de Cantinflas, en la película “Su Excelencia” (México 1967), intentó convencer a las naciones del mundo de iniciar una cruzada contra la hambruna y la desigualdad. Allí fue cuando los mexicanos revivimos la vergüenza ajena que creíamos superada después del “infraestructureichon” de Peña Nieto diciendo, el “comes y te vas” de Fox o el “haiga sido como haiga sido” de Calderón.

Las dos iniciativas que presentó AMLO ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU) no tuvieron eco en el mundo, ni siquiera en las representaciones de los países latinoamericanos. En noviembre de 2021 ante el Consejo de Seguridad del organismo, López propuso un Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar con un fondo de “un billón de dólares al año para garantizar el derecho a una vida digna de 750 millones de personas que sobreviven con menos de dos dólares diarios”.

Los recursos para dicho plan –dijo fantasiosamente- provendrían de las fortunas de las mil personas más ricas del planeta; llegarían de manera directa a los más pobres en becas, pensiones para adultos mayores, así como niñas y niños con discapacidad, además de sembradores, jóvenes, vacunas y medicamentos gratuitos. Tras su discurso solo privó el silencio. Si acaso algunas risillas que se dejaron escuchar en el fondo del salón. Dicen que fueron dos africanos que servían café.

El 16 de septiembre de 2022 López Obrador detalló su planteamiento de tregua mundial por cinco años para detener y enfrentar la crisis por la invasión rusa a Ucrania. “Ojalá y tengamos éxito con esta iniciativa, pero, aunque suceda lo que suceda, nunca será en vano luchar por la justicia y por la paz”, subrayó. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, respondió “los “pacificadores” que usan la guerra como tema para sus propias relaciones públicas sólo causan sorpresa”. No despegó la iniciativa. Y otra vez el silencio mundial obligó a López Obrador a guardar silencio.

El presidente López tampoco tuvo apoyo regional para su propuesta de sustituir a la Organización de Estados Americanos (OEA) por otra. En realidad esa postura solo fue un blofeo de López cuando en el seno de la OEA, en noviembre de 2019, no se validó la elección presidencial en Bolivia, en la que Evo Morales buscaba reelegirse.

Morales, todavía presidente, renunció al cargo y denunció un golpe de Estado para sacarlo del poder. El Gobierno mexicano, a iniciativa de López Obrador, le otorgó asilo político. Jeanine Añez asumió como presidente interina y declaró que le “daba mucha pena que el Gobierno mexicano hubiera tomado esa decisión” y que “ojalá los mexicanos no pasen esas situaciones tan desafortunadas que hemos pasado, porque así son los socialistas, utilizan mecanismos democráticos y luego se aferran al poder, y después engañan a la gente”, y pidió al mandatario mexicano no intervenir en conflictos de los países latinoamericanos.

A mediados del 2021 fue tema de agenda nacional el sueño de Andrés López: “ni más ni menos, que construir algo semejante a la Unión Europea, pero apegado a nuestra historia y a nuestras identidades. En ese espíritu no debe descartarse la sustitución de la OEA por un organismo verdaderamente autónomo, no lacayo de nadie”, así planteo su quimera el propio presidente en una conferencia de prensa de las que acostumbra la mayoría de los días hábiles por la mañana.

Y no para allí… en diciembre de 2022 cuando el expresidente peruano Pedro Castillo fue detenido por decretar un estado de excepción tras disolver al Congreso, López Obrador aseguró que la oligarquía de Perú dio un Golpe de Estado y eran necesarias unas nuevas elecciones. El gobierno peruano le pidió no hablar más de la situación del país sudamericano, y el embajador de México, Pablo Monroy, fue declarado persona non grata en Perú. El titular del Ejecutivo mexicano trajo a México a Pedro Castillo junto con toda su familia. Y terminó callándose la boca ante la altura del gobierno peruano de pedirle silencio al presidente López Obrador.

En agosto del año pasado, antes de ser asesinado Fernando Villavicencio, candidato a la Presidencia de Ecuador, durante su campaña dijo “Obrador, encare su problema con las mafias” porque “no vamos a permitir que el crimen organizado, de criminales de las drogas de Colombia y México, sigan cobrando víctimas inocentes en esta patria”. Villavicencio aseguraba que el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nuevo Generación eran responsables de operaciones criminales en el territorio ecuatoriano.  

Sin duda el mayor golpe de realidad que la administración de Andrés Manuel López ha sufrido, y que hizo despertar al presidente de su sueño de ser el líder latinoamericano que no será, es la información que ventilaron los periodistas Tim Golden y Anabel Hernández, a través de sendos reportajes en Deutsche Welle y Pro Publica, así como lo publicado por InSight Crime.

Estos tres medios de comunicación dieron a conocer que la agencia antidroga de Estados Unidos, la DEA, habría iniciado una investigación que coloca en una conexión estrecha a miembros del Cártel de Sinaloa y al menos a cuatro personas muy cercanas a Andrés Manuel López Obrador. Estas cuatro personas, Nicolas Mollinedo, Emilio Dipp Jones, Francisco León García y Mauricio Soto Caballero, habrían recibido entre 2 y 4 millones de dólares para financiar la campaña presidencial de AMLO, en el 2006.

Ahora, tras el embate de la realidad, parece que el que aspiraba a dirigir moralmente la vida de los pueblos latinoamericanos, apenas si tiene la posibilidad de maniobrar para que su candidata, hecha a imagen y semejanza, pueda posicionarse en el trono de la Presidencia de la República, pese al repudio y enojo del pueblo bueno y sabio.