Placebos del nacionalismo populista, restos fake de Cuauhtémoc y otros “héroes”

Como si siguiera un guion para regímenes del PRI que buscan desviar la atención cuando deben dar con los responsables de crímenes de Estado como la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, el presidente Andrés Manuel López Obrador envió una comisión a Panamá para recuperar los restos óseos de un general mexicano del siglo XIX y pidió al director del INAH explicar sobre la autenticidad de los huesos del último tlatoani mexica, al igual que lo hicieron Miguel Alemán y Luis Echeverría en el ocaso de su mandato, con resultados inútiles

En un afán por encontrar héroes a como de lugar enarbolando banderas como el indigenismo o el nacionalismo populista, tratando de callar demandas como la aplicación de la justicia en estos tiempos violentos que vive el país, el presidente en turno utiliza personajes de la Historia nacional con fines propagandísticos.

La recuperación de los restos óseos de Cuauhtémoc ya es vieja. Surgió a finales de los años cuarenta en el sexenio de Miguel Alemán. Cuando se hacían reparaciones a la Iglesia del Hospital de Jesús, en la calle de Pino Suárez, esquina con República de El Salvador, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, los trabajadores encontraron una urna que se determinó que contenía la osamenta de Hernán Cortés. Y ahí continúan.

“En aquella época existía una pugna entre indigenistas e hispanistas, para mí, historia estéril, ya que no aporta nada a la Historia o a la cultura de México. Lo que motivó que este hallazgo molestara a los que enarbolaban la bandera del indigenismo, sobre todo a la profesora Eulalia Guzmán y al pintor Diego Rivera”, escribió Carlos Orraca Valera en su artículo titulado “Mito y fantasía”, publicado en El Sol de Cuernavaca, en 2008.

Si se descubrieron los huesos de Hernán Cortés, “a como diera lugar tendrían que encontrarse los de Cuauhtémoc”, y como resultado, el 26 de septiembre de 1949 Eulalia Guzmán proclamó a los cuatro vientos que debajo del altar mayor de la Iglesia de Ixcateopan, en el estado de Guerrero, se encontraban los restos óseos del llamado joven abuelo.

Desde entonces la pequeña población de la Sierra Madre del Sur se convirtió en otro altar de la patria. Aunque nunca se elaboró un levantamiento topográfico del lugar, no se hicieron los trabajos forenses, ni se tomaron fotografías de toda la excavación.

Ante la duda, el entonces titular de la Secretaría de Educación Pública, Manuel Gual Vidal, comisionó al Alfonso Quiroz Cuarón para que encabezara un equipo multidisciplinario que dictaminara la autenticidad del hallazgo. “Pero, !oh, desilusión! Estos científicos no pudieron verificarla, por lo cual este peritaje se mantuvo en secreto y seguimos con el mito de los restos” hasta la década de los años setenta.

Reconocidos arqueólogos como Antonio Caso y dos comisiones oficiales fallaron en contra de la autenticidad de los restos del último tlatoani mexica hallados por Eulalia Guzmán. Sus trabajos fueron impugnados todo el tiempo hasta 1951.

“El hallazgo de Eulalia Guzmán enmarcaba espléndidamente la doctrina de la mexicanidad de nuestro presidente Alemán (Miguel). La figura de Cuauhtémoc tuvo una función terapéutica en el nacionalismo que promovía ese gobierno priísta, aunque nunca sabremos si lo utilizaron como medicina o como placebo”, de acuerdo con Antonio Garci en su libro Pendejadas Célebres en la Historia de México (Diana, 2010).

José Vasconcelos en sus Disertaciones sobre la historia de México llegó a dudar de que el último tlatoani mexica hubiera existido alguna vez: “Cuauhtémoc era sólo un mito inventado por los historiadores extranjeros y protestantes”.

Aguilar Rivera escribió en la revista Nexos, en 2001, en su ejemplar dedicado a “Los cuentos de hadas y la historia patria”, que para “el nacionalismo oficial, revolucionario, xenófobo, indigenista, optimista y populista”, el rey azteca fue una “pieza central, los conservadores lo rechazaron.

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Para Karl Meyer, en El Saqueo del Pasado (1990, FCE), “por medio de la alquimia del tiempo, Cuauhtémoc se convirtió en el símbolo nacional del imperialismo europeo”, y “que la controversia sobre la autenticidad de los huesos fue tanto política como académica“.

Resulta curioso como otras localidades, además de Ixcateopan, Guerrero, se enorgullecen de poseer también los restos óseos del emperador mexica como Candelaria, en Campeche; Tenosique, en Tabasco, y Sitecapán, en Hidalgo, en su búsqueda de héroes que les den notoriedad.

En los años setenta otra vez se comprobó que ese Cuauhtémoc es fraude

Pasaron los años y en el último año de su sexenio -marcado por la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, y por el Halconazo del 10 de junio de 1971, considerados crímenes de Estado- el presidente Luis Echeverría ordenó en enero de 1976 que se creara otra comisión para verificar la autenticidad de la osamenta del último tlatoani mexica.

Estuvo conformada por investigadores prestigiosos como Eduardo Matos Moctezuma y en muy poco tiempo se comprobó, “aun en contra de los deseos del presidente, el mito y el fraude”, señala Orraca Valera.

El Gobierno federal no divulgó el resultado de esas investigaciones, sin embargo, la revista Proceso publicó: en el entierro se encontraban cien restos óseos de hombres, mujeres y niños, y por su estado se calcula que fueron depositados en varias épocas y que correspondían por lo menos a 18 individuos.

En junio de 1976, durante una reunión efectuada en la residencia oficial de Los Pinos, los integrantes de la comisión informaron al presidente Luis Echeverría que el cráneo de los restos de Ixcateopan era femenino y mestizo. El gobernador de Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa, ahí presente comentó entonces: “pues sí, señor, pero necesitamos héroes”.

Para el 26 de septiembre, el presidente Echeverría declaró en Ixcateopan: “Tenemos la convicción cívica y la emoción patriótica que aquí fueron enterrados los restos de Cuauhtémoc, pero insistiré a la comisión para que apresure los estudios a efecto de que el decreto tenga fundamentos científicos”.

Para Antonio Garci, el mito y el fraude de los restos de Cuauhtémoc es “uno de los casos más polémicos de nuestra historia. En él se evidenció la espinosa relación entre los políticos y la investigación arqueológica cuando aquellos la ocupan y la usan a su conveniencia, aunque la verdad no podemos culparlos, pues si los políticos nos mienten con cosas del futuro, ¿por qué no nos van a mentir con cosas del pasado?”.

El arqueólogo y antropólogo Eduardo Matos Moctezuma recuerda: “En medio de la comida, el gobernador nos dijo todo cae por su propio peso. Por eso esperamos que hagan pronto su trabajo y digan que aquí está Cuauhtémoc, para poder regresar a la capital, pero cabeza…Aquellas palabras en boca de tan connotado personaje hicieron que a Jorge Angulo, director del Centro Regional de Morelos- Guerrero; a Juan Yadeun, arqueólogo que se encargaría de los trabajos de excavación, y a mí, miembro de la Comisión para la Revisión y Nuevos Estudios de los Hallazgos de Ixcateopan, se nos atoraron los ricos tacos de mole en el pescuezo. Y no era para menos, pues sabíamos cómo se las gastaba tan conspicuo personaje”.

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A la mitad de la conferencia mañanera de este miércoles, una reportera preguntó al presidente las razones de mantener abierta a la fecha la comisión de investigación sobre los restos de Cuauhtémoc, a qué conclusiones han llegado y la evidencia que se conserva en el Banco de México de que los restos que veneran en Ixcateopan son los del último tlatoani mexica,“aprovechando que usted tiene estas cápsulas de historia”, le dijo.

La comunicadora explicó que Diego Prieto, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), le informó que se “hará un homenaje a Eulalia Guzmán, mas no que el Gobierno va a hacer oficial el reconocimiento de los restos de Cuauhtémoc. Y hay evidencia suficiente que demuestran que esos son los restos del último tlatoani mexica, y ojalá usted lo pueda comentar aquí en la mañanera”.

El mandatario federal respondió “si no lo hago yo, lo hará Diego Prieto de explicarnos todo, porque sí, fue un asesinato cobarde de Cortés. Se llevó preso a Cuauhtémoc y a otros. Se lo llevaron a Centroamérica y pasaron por mi pueblo, quemaron sus casas y llegaron a mi pueblo y no había nadie; a la orilla del Usumacinta, ahí ordenó Cortés asesinarlo”.

Todo ello antes de que estudiantes de la Normal de Ayotzinapa rompieran una de las puertas y entraran a Palacio Nacional para hablar personalmente con López Obrador sobre los avances de la investigación sobre la desaparición de 43 de sus compañeros en septiembre de 2014.

El presidente calificó lo sucedido de “provocación”, aunque descartó que se vayan a tomar represalias contra el grupo y no detuvo la conferencia. “No va a escalar, es que lo que quisieran es que nosotros respondiéramos de manera violenta, nosotros no somos represores. Se va a arreglar la puerta y no hay ningún problema, pero lo que quieren es provocar”, manifestó.

Se negó a hablar con los manifestantes este miércoles y aseguró que representantes de la Subsecretaría de Gobernación los recibirán, y que dentro de “unos 15 o 20 días más” se reunirá con las familias de los 43 para “hablar con ellos y mostrar pruebas de cómo se manipuló la investigación”.

“Lo que me importa es encontrar a los jóvenes, y ya la actitud –no de los padres, sino de los asesores y las organizaciones que supuestamente defienden derechos humanos– es una actitud en el mejor de los casos política, muy de confrontación”, dijo.

AMLO crea comisión para localizar los restos de un general que desapareció en el siglo XIX

El pasado 14 de febrero, el Senado de la República aprobó que una comisión de 80 militares, de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), de la Secretaría de Marina y de la Comisión Nacional de Búsqueda, además de 13 funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) y de la Secretaría de Gobernación (Segob), viajaran a Panamá a buscar los restos de Catarino Erasmo Garza Rodríguez, un general que se opuso al régimen de Porfirio Díaz.

García Rodríguez fue un periodista, miembro de logias masónicas, revolucionario y héroe popular mexicano. Oriundo de Matamoros, Tamaulipas. En 1881 acusó al gobierno mexicano de corrupción, despotismo y de maniobras para mantener a Porfirio Díaz en el poder.

Luchó contra el propio ejército mexicano y se ofrecieron 30 mil dólares por su cabeza. Huyó de México y se unió a colombianos radicales en Costa Rica. Formó parte de los ataques a los Cuarteles de Bocas del Toro en Panamá, donde murió en 1895.

El senador Germán Martínez, del Grupo Plural, en el dictamen para aprobar dicha comitiva señaló que ese asunto era una cuestión de “narcisismo presidencial”, pues López Obrador escribió un libro sobre el general Catarino Erasmo Garza Rodríguez en 2016.

Kenia López Rabadán, senadora del PAN, cuestionó el envío de los militares a Panamá, mientras las madres buscadoras en México están haciendo rastreos “con sus propias manos y sus propios recursos”.

Buque Huasteco. Foto: Gobierno de México.

El 25 de febrero arribó el buque que transportaba a la comitiva mexicana a Boca del Toro, Panamá, sin permisos ni convenios para la excavación y búsqueda del general revolucionario. Cuatro días después se autorizaron las excavaciones en un cementerio de Isla Colón, en esa localidad.