Golpe de calor y deshidratación están matando a cientos de monos aulladores en Tabasco y Chiapas

Los efectos de las altas temperaturas de esta primera ola de calor se han extendido a todos los ecosistemas, trayendo como consecuencia que especies de fauna endémica enfermen, mueran y desaparezcan

En las últimas dos semanas, las imágenes donde habitantes y veterinarios del sureste mexicano apurados dan de beber agua a familias completas de monos aulladores acostados sobre la selva seca han dado la vuelta al mundo. Duele ver a los monitos bebés a punto de desfallecer.

Y no es para menos, pues al 22 de mayo se registró el fallecimiento de 157 de monos aulladores en la selva de Chiapas (125) y Tabasco (32), de acuerdo con la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa). Por su parte, la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) informó que se “llevan a cabo acciones preventivas para evitar más muertes”.

Comalcalco y Cunduacán son los municipios donde han muerto el 80 por ciento de los monos aulladores también conocidos como saraguatos, por lo que la dependencia federal instaló bebederos para ellos. Siete que fueron rehabilitados se reintrodujeron de nuevo a su hábitat. Otros 12 continúan en observación bajo tratamiento médico.

Los monos aulladores viven en zonas tropicales de América, desde el sureste de México hasta el norte de Argentina. Es una especie en peligro de extinción por la alta deforestación de su hábitat, la caza, el tráfico de animales y el tenerlos como mascota.

Alta mortalidad por exceso de calor

Para Gerardo López Islas, profesor de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Cuautitlán de la carrera Medicina Veterinaria y Zootecnia, “no es un fenómeno sencillo, hay muchos factores involucrados y hasta hoy día no se sabe exactamente qué pasó. Se sospecha, por las condiciones ambientales, que fue una alta mortalidad por exceso de calor. Esto les causa a los animales un estado llamado golpe de calor, el cual se asocia a una severa deshidratación”.

En todo México tenemos una etapa de olas de calor muy intensas y una sequía de varios años. Consecuentemente, los ríos y otros cuerpos de agua están muy disminuidos. También las plantas, la vegetación, están sufriendo esta sequía, hay menos humedad en ellas. Todo lo anterior predispone tanto al golpe de calor como a la deshidratación, ambas complicaciones que pueden causar la muerte de los animales”.

Muertes, indicadores de alteraciones severas en los ecosistemas

El especialista señala que la problemática muestra lo que está pasando con los ecosistemas mexicanos. “Hay especies que por su sensibilidad a ciertos cambios ambientales sufren rápidamente alteraciones y se enferman, mueren o desaparecen; se les considera una especie bioindicador. Esto es muy común, por ejemplo, en los anfibios. Una enfermedad o la disminución de la población son indicadores biológicos de alteraciones severas en los ecosistemas”.

Esas especies viven en un hábitat bastante degradado. Sin agua por años, “la vegetación está seca y hay mucho calor. Estos frentes calurosos son terribles, porque es un peso más que se impone a un ecosistema de por sí sobresaturado”, subraya el profesor de Fauna Silvestre.

Desde hace 20 años, sequías crónicas, incendios y presencia humana, adulteran hábitat de la fauna

“El aumento gradual de la temperatura –continúa– es una condición que se ha venido registrando desde hace más de 20 años. Además de las sequías crónicas y los incendios, el hábitat está muy adulterado por la presencia humana. El resultado es que los animales no pueden vivir y se observan estos eventos de mortalidad muy evidentes como una señal de alarma de que algo malo está pasando en todos nuestros bosques.”

¿Cómo podemos ayudar?

Desafortunadamente, la población en general puede enfrentarse a situaciones donde la fauna nativa pueda morir por deshidratación o golpe de calor, por lo que debe avisar a las autoridades correspondientes para iniciar los protocolos de rescate y así descartar otros riesgos biológicos.

“La mortalidad de tantos animales de repente hace sospechar que puede haber otros factores involucrados. Siempre que suceda eso es importante establecer si existe o no un factor biológico involucrado (un patógeno, una bacteria, un virus, un parásito).

Es necesario descartar el riesgo biológico porque podrían infectar a otras especies o a los seres humanos. “Sujetar a un animal, manipularlo y tener contacto con su saliva, sangre, orina o excremento son situaciones de riesgo para una posible transmisión de enfermedades zoonóticas”, advierte López Islas.

Capacitar a largo plazo a las comunidades

“Siempre hay que intervenir porque estamos hablando de vidas. Que un animal muera es una pérdida sensible para la población, y si alguien tiene la posibilidad de ayudarlo que lo haga. Pero hace falta capacitación. Es muy importante que la gente que esté en el campo con la fauna sea considerada como parte integral de ese ecosistema. Los campesinos, los mineros, los transportistas, los ganaderos, los jornaleros deben ser tomados en cuenta como parte de los ecosistemas, porque de hecho viven y conviven con la fauna y la flora.”

Capacitarlos mediante una constante educación ambiental para que ellos sepan su valor. “Algunas veces a los campesinos solamente se le paga por su jornada y ellos aportan muchos otros beneficios. Solamente por vivir en el campo y cuidarlos se hace bastante por el medio ambiente”.