Hay de migrantes a migrantes… pensionados norteamericanos, los favoritos del INM

La población migrante en México recibe distinto trato; el Instituto Nacional de Migración no trata igual a los migrantes que vienen del sur, con sus pobrezas, carencias y deseos de una mejor vida, que a los migrantes norteamericanos que llegan a México para pasar sus días de retiro, en cualquieras de las grandes colonias norteamericanas que existen en México.

En México hay de migrantes a migrantes, no es lo mismo si vienes del sur y eres afrodescendiente que si vienes del norte y eres de piel apiñonada o caucásico. El trato es distinto. El Instituto Nacional de Migración (INM), en el primer caso, te persigue. Te acorrala. Te pueden retener hasta por 60 días y luego deportarte. En el mejor de los casos, lo que puede suceder es que si eres migrante del sur, termines siendo extorsionado por el INM o entregado a los grupos del crimen organizado.

Si eres caucásico, si llegaste del norte, lo más seguro es que el personal del INM ni te moleste. Al contrario, podría suceder que los que se molesten sean los corruptos funcionarios del INM, que de inmediato te ofrecen asesoría. Te indican por cual carretera no debes ir. Te recomiendan lugares seguros en donde parar y hasta un buen lugar para comer.

Esas son las diferencias de la migración en México. A la que viene del sur, se le castiga y se le persigue, porque son –evidentemente- pobres. A los que llegan del norte, se les apapacha y se les cuida. Se les da un trato privilegiado que muchas veces ni siquiera los mexicanos reciben de sus propias autoridades.

Un ejemplo del excelente trato que brinda el gobierno mexicano a las comunidades migrantes VIP que llegan a México, es el que se le da a la comunidad norteamericana autodenominada los “Baby Boom”, los que se han asentado en los principales destinos turísticos de México, cuya presencia ya es parte del paisaje turístico nacional.

Una generación de migrantes

Los “Baby Boom” son los migrantes de elite, los consentidos del gobierno mexicano, a los que el gobierno federal de México les da todas las facilidades para poder vivir en nuestro país, en franca oposición, al trato que reciben los migrantes de Centroamérica, el Caribe o Sudamérica, a los que se les persigue y se les criminaliza. Se les trata como delincuentes.

Los “Baby Boom”, sin lugar a dudas, son el mejor ejemplo de la política de desigualdad en tema de migración que se práctica en México. Los “Baby Boom” son migrantes, pero no son pobres. Se les conoce con ese nombre porque son los chicos que nacieron después de la Segunda Guerra Mundial, son los que, pensionados y tras una vida de trabajo, han decidido pasar el resto de sus vidas en suelo mexicano, principalmente en destinos turísticos de alta cotización.

A los miembros de la comunidad de los “Baby Boom” ni siquiera les preocupa la política antinmigrante de sus presidentes, como en su momento lo hizo Donald Trump. Los migrantes americanos en México están bien cuidados por la excelente política migratoria mexicana, que no solo les brinda una vida de tranquilidad en cualquiera de los destinos turísticos del país, sino que se les garantiza la provisión de seguridad y servicios de muy alta calidad en todos los sentidos.

El fenómeno migratorio de la generación de los llamados “Baby Boom”, que va del norte al sur, es muy interesante ya que es a final de cuentas lo opuesto en todos los sentidos a la migración tradicional, que va del sur al norte, en donde la causa principal del movimiento poblacional, es la pobreza. En el caso de la migración del norte al sur, el motivo del movimiento poblacional es la riqueza.

El gobierno mexicano, en una política de privilegios, atiende la más mínima de las necesidades de los migrantes norteamericanos, dejando en el olvido a los otros migrantes, a los pobres que emigran del sur. / foto: ilustración generada por AI.

La principal razón de la migración de los “Baby Boom” es la abundancia de recursos, ese es el motor que empuja a la población de Estados Unidos a emigrar hacia el sur. La razón es que dicho grupo poblacional está en una edad que les permite gozar del tiempo libre y de los recursos económicos suficientes para vivir una vida holgada y placentera.

Un santuario para los migrantes

A medida que ha crecido la población de jubilados en Estados Unidos, también en esa proporción se ha visto en aumento el número de migrantes norteamericanos que vienen a residir -de manera temporal o permanente- a México, en donde son mínimos los requisitos oficiales a cubrir para recibir el permiso de residencia permanente.

Las colonias de norteamericanos más importantes asentadas en México, donde gozan del privilegio de una atención minuciosa por parte de las autoridades locales, principalmente en materia de seguridad y servicios urbanos, son las de La Paz, Los Cabos y Loreto, en Baja California; San Miguel de Allende, en Guanajuato; Mazatlán, en Sinaloa, y Ajijic, Chapala, en Jalisco.

No existen estadísticas públicas ni oficiales que indiquen la cantidad de migrantes norteamericanos asentados temporal o permanentemente en México, pero datos asilados de la misma comunidad norteamericana indican la posibilidad de que el número de estos migrantes llegue a más de dos millones de personas.

Con base a los datos del último censo poblacional del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), se calcula, que la población norteamericana en retiro en nuestro país podría ser poco más del 1.6 por ciento del total de los habitantes mexicanos, es decir casi dos millones 800 mil personas.

Tal cifra se puede redimensionar si tomamos en cuenta el ritmo acelerado con el que ha venido creciendo en los últimos años la población de norteamericanos residentes en México, en donde se estima que solo en Ajijic, en el estado de Jalisco, en un periodo de 5 años, el número de residentes norteamericanos jubilados creció en una proporción de casi el 700 por ciento.

En la región de Los Cabos, en Baja California, el crecimiento sostenido de norteamericanos residentes se ubica en más de un 400 por ciento, en los últimos cinco años; en San Miguel de Allende, Guanajuato, la población migrante norteamericana ha crecido en más de un 60.3 por ciento, en tanto que en Mazatlán, Sinaloa, solo en cinco años, los migrantes norteamericanos han crecido en más de un 73 por ciento.

Un remanso de paz, en medio de la violencia

Donna es una migrante que decidió venir a radicar a La Paz, Baja California, alentada por el calor, no solo de las playas, sino de la gente. “Aquí —dice— el clima es muy placido y la gente es muy amable”. No ha tenido nunca un solo conflicto por su condición de migrante. No hay autoridad que la moleste, toda la gente con la que trata, es muy amable. Y ella se siente querida.

Desde hace más de cinco años radica en La Paz, y ocupa la mayor parte de su tiempo en predicar “la palabra de Dios”. Ella es representante de la congregación religiosa Testigos de Jehová, y asegura que “la tranquilidad que se vive en esta tierra es propicia para difundir el mensaje de paz escrito en la Biblia”.

Puede que haya violencia en el país, pero ella no se preocupa por eso. En la zona residencial exclusiva en donde vive a lado de su esposo, el gobierno municipal de La Paz, les ofrece seguridad permanente: una patrulla de la policía local se mantiene en constantes rondines, para hacer de la parte sur de la ciudad una de las zonas más seguras.

Fred, es otro de los 35 mil migrantes del norte que han decidido pasar el resto de sus vidas en el clima cálido de La Paz. Es un jubilado que decidió dejar de lado su actividad burocrática para dedicarse a la pesca y a la vida contemplativa. Su pensión de jubilado le garantiza una vida holgada en esta parte del país.

No habla de política. Dice que es algo que se han prometido a sí mismo. Por eso, él prefiere hablar del mar, de las ballenas y de los tonos azules que se confunden a la distancia, en donde el mar y el cielo parecer ser uno solo. Califica las playas mexicanas como una bendición de Dios, que en suerte a él hoy le toca disfrutar.

Desde que llegó a México, hace más de seis años, no le ha tocado vivir ningún incidente de inseguridad. Lo más cerca que ha estado de la violencia que se vive en México, son las imágenes que a veces transmiten los noticieros de televisión. Reconoce que la autoridad hace bien su trabajo al proporcionar la vigilancia necesaria para todos los habitantes.

La policía, muy atenta

El paraíso que ven en México, los migrantes norteamericanos, no solo es por las condiciones de seguridad que se le brinda a esa comunidad por parte de las autoridades locales. Los principales factores de atracción para los estadounidenses (que se deciden a vivir en México) son el bajo costo de la vida y los bajos impuestos de las propiedades.

Sumado a esas condiciones también destacan los servicios urbanos que ofrecen en todas las localidades donde se asientan las colonias de migrantes norteamericanos, en donde los gobiernos municipales de La Paz, Baja California; Mazatlán, Sinaloa; Chapala, Jalisco y San Miguel de Allende, Guanajuato, cuentan con programas especiales de atención a ese grupo residente.

En Chapala, por ejemplo, existe una oficina municipal de atención a la comunidad norteamericana, mientras que, en San Miguel de Allende, la dirección de seguridad pública ha diseñado un programa de atención turística especial para las necesidades de vigilancia de la comunidad estadunidense, la que cuenta con dominio sobre casi el 80 por ciento de la propiedad inmobiliaria del municipio.

En Mazatlán, el gobierno municipal ha dispuesto de una serie de enlaces de comunicación oficial de la colonia de migrantes norteamericanos con el gobierno local, a fin de atender los reclamos de ese grupo poblacional, tal como también ocurre en La Paz, donde el gobierno municipal cuenta con un módulo permanente de atención de quejas de los residentes norteamericanos.

México, lindo y hermoso

Tras lamentar las dicciones políticas en materia de migración que en Estados Unidos se han dado recientemente respecto a la persecución de grupos de migrantes del sur, Mary, una californiana de la zona de Napa, dice que “ojalá los políticos de Estados Unidos valoren la fuerza de trabajo de los mexicanos y otros migrantes del sur y desista de sus intenciones de persecución”.

Ella misma se sabe migrante en México, y reconoce que el trato que ha recibido de la autoridad y la población desde que radica en Loreto “es increíble”. Asegura que “como México no hay dos” y eso es porque “los mexicanos son gente buena, y solo les gusta trabajar y trabajar”.

En esa misma tesitura también opina Ted, un pensionado de California que ya tiene más de 18 años en México, en donde asegura que ha pasado los mejores años de su vida. “Nunca nadie me molesta, la gente es muy buena conmigo, y en el gobierno mexicano solo me han tratado de manera increíble”. Por eso hace una cara de enojo cuando recuerda la política anti migratoria del gobierno de Estados Unidos.

George se siente tan mexicano, luego de 18 años de residencia en La Paz, que ha decidido castellanizar su nombre. Ahora se hace llamar Jorge. Sonríe. Dice que el clima de calma que se vive en suelo mexicano —al menos en la zona costera de la Baja California— es envidiable. Él mismo se siente envidiado por sus amigos cuando les manda fotos de la playa de La Paz.

Le gusta hacer que lo enviden sus amigos y familiares, dice mientras suelta la carcajada; por eso les manda fotografías de cómo lo pasa en México. Asegura que no se cansa de recomendar a sus pensionados que se vengan a vivir a México, en donde el clima es bueno, pero el trato de la autoridad y de los mexicanos es aún mejor.

Frente a esta imagen resalta el retrato del sur, en Tapachula van desfilando historias y personas que caminan sobre pies somnolientos que no saben a dónde van, pero que han fijado su destino en el norte y en transitar por el peligroso territorio mexicano.