A los políticos se les conoce más por sus escándalos que por sus logros

Braulio González en su libro “El shock del escándalo político” explica los procesos del escándalo en la política

CDMX.- En su libro “El shock del escándalo político” autopublicado en Amazon, el consultor Braulio González delimita los tipos que existen y su relación con el poder: hay políticos buenos que no ganan elecciones y políticos malos que lo hacen, todo gracias a los escándalos.

“Este libro tiene dos o tres semanas de estar a disposición de los lectores. Es un libro creado con el propósito de intervenir en los procesos de formación de poder. Es un libro escrito para la política, escrito para comunicadores, para estrategas, para funcionarios, para candidatos, está escrito para periodistas, está escrito para el mundo de la academia, de la comunicación, de las políticas públicas, y obviamente está escrito para cualquier ciudadano que tenga interés en saber el cómo hoy en día el poder toma forma”, detalla el autor.

En entrevista con Cenzontle400.MX, Braulio González señala que “El shock del escándalo político. La estrategia del poder en la era transmedia” explica cómo el escándalo toma parte de la conversación cotidiana.

“Es justamente poner el foco en uno de los problemas que hoy en día están caracterizando el poder y que están caracterizando a las narrativas del poder, no solamente los medios, sino en la conversación social y cotidiana, que es el escándalo, que es esa parte dramática que vive el poder todos los días y que es lo que construye opinión porque hoy a los políticos se les conoce más por sus escándalos que por sus logros, y hay razones de fondo que tienen que ver no solamente con la estrategia de comunicación que cada uno sigue, sino con la realidad misma, que es el hecho de que la política vive constantemente en medio de problemas, en medio de fracturas, en medio de situaciones que la ponen en duda”, expone.

“Todos caen”

“Un escándalo no tiene que ver con la ideología de un político”, detalla González.

“Aquí no tiene nada que ver con ideología, no tiene nada que ver con partidos políticos, no tiene nada que ver con tendencias ideológicas o filosóficas, porque el escándalo finalmente afecta a todos, afecta a gente de izquierda, de derecha, de centro, a gente sin ideología, a funcionarios buenos, funcionarios malos, políticos exitosos, a otros que no lo son. El escándalo no tiene que ver necesariamente con la calidad política, sino que tiene que ver con un fenómeno que está ahí presente, y hay que saber cómo tratar con él, es una enfermedad de la política, y como tal hay que saber enfrentarla, buscar métodos para ello porque todos tarde que temprano van a incurrir en esto”, asegura.

“Sin excepción. todos caen y este libro aporta una ruta para tratar de orientar este tipo de circunstancias cuando se cae en ellas”, explica.

Si bien el autor es un consultor político, la escritura del libro está diseñada para todos los lectores, y no está dirigida para un sólo gremio, ya que detalla las características de los escándalos con 200 ejemplos.

“El escándalo surge porque hay una transgresión. Eso significa que el político hizo algo que no debió haber hecho, o alrededor o en su entorno, en sus circunstancias, que arrastran al político a este espacio del escándalo, de la crisis de este tipo, de características que tienen que ver con el escándalo que es, digamos, a diferencia de otras crisis, esto tiene que ver con el ser humano, con el individuo, con su contexto. Hay una transgresión. El rompimiento de una norma, de un valor social, moral, político, que está ahí y que el político finalmente lo transgrede. Esto detona una reacción, por supuesto, de enojo, de adversidad, de odio, de antagonismo, en el cual el político tiene que ver qué es lo que hace con eso”, afirma.

La gestión del escándalos

En definitiva, no todos los personajes de la política viven de la misma manera el escándalo, pues existen algunos que aprenden a capitalizarlo mientras que a otros los derrota. Por ello, es importante conocer de qué tipo de escándalo se trata en cada caso particular. .

“A lo mejor muchas cosas se deciden por intuición, a veces funcionan, a veces no funcionan, de qué hacer ante una circunstancia de este tipo y los escándalos eventualmente son capitalizables, ciertamente, pero dependen de las características del escándalo, porque hay escándalos muy graves”, expone.

“La tradición de la comunicación política establece que había tres niveles de escándalo, que es sexo, poder y dinero y que alrededor de estos tres niveles es como se generaba la mayor parte de los escándalos. Sin embargo, lo que yo planteo en este libro, es que esa perspectiva no es correcta, porque realmente los niveles de escándalo estamos hablando de ocho tipos de escándalo.

Los tipos de escándalo son de conducta pública, los sexuales y de vida privada; están los de crimen, los escándalos financieros y de corrupción; los escándalos de poder, los escándalos públicos y corporativos, los sistémicos; y los transversales y expansivos, de acuerdo con el autor.

“Estamos hablando de ocho categorías de escándalos en la política, y evidentemente no todos pueden llevar a un político a capitalizarlo. Hay escándalos muy graves y que tienen que ver con temas de drogadicción, con crimen organizado, con abuso de menores, con violación a los derechos humanos, ese tipo de escándalos que no merecen redención, son difíciles de capitalizar y hay otros que sí probablemente podrían entrar en esa categoría, en alguno de ellos en los que el político pudiera crecer a partir de uno de ellos, lo que se hace un escándalo es poner al político como una figura visible, notable, en el conocimiento de mucha gente que no sabía de él”, apunta.

Políticos estrella

El escándalo es posible en las democracias y hay también cierta tendencia de los políticos de hacerse notar y elevar rápidamente su popularidad, lo que los pone en riesgo del escándalo.

“Tenemos una tendencia de los políticos a crear prestigio con base en buscar elementos de celebridad. Hay un capítulo del libro que se llama El político rockstar, en donde se analiza precisamente esta tendencia que hoy existe de los políticos a ser excesivamente divertidos, faranduleros, a buscar la diferenciación con base en elementos que son importados de la farándula, muchas veces, y que se buscan colocar en el espacio político, y eso los hace cada vez más vulnerables porque ya la discusión no es tanto por la calidad política, sino por la calidad de divertir al elector y de mantenerlo contento.

“El escándalo tiene una función social, podríamos pensar que no es malo que exista el escándalo, porque eso es lo que hace evidenciar a las prácticas de algunos políticos y generar un escarnio público, sobre lo que estos políticos han hecho y que eso demerite en la reputación de un político que no ha hecho las cosas bien. Incluso, a los buenos políticos les pasa. Hay que entender esa advertencia. Sobre todo para los políticos que lo entiendan bien, que les va a pasar, pero el escándalo busca ese proceso de exhibición para que el político se comporte bien y otros vean que comportarse así tiene un costo social”, explica.

Si bien para algunos el escándalo puede ser algo divertido, es un síntoma de que la política busca también un lugar en la agenda del entretenimiento y los programas de chismes. Esto es un riesgo para los políticos que buscan incrementar su audiencia.

“Muchos observan las noticias y observan a la política como parte del proceso de entretenimiento cotidiano, aunque no necesariamente lo reconozcan como tal. Los medios de comunicación, cualquiera, los tradicionales o los digitales y las redes sociales, te combinan la información de todo tipo. Estás viendo contenidos y ves algo deportivo, pero luego ves algo de la farándula y luego te vas a algo político, y luego luego te vas a algo que tiene que ver con tus amigos, luego algo familiar. Estás escaneando la pantalla y estás viendo contenidos y contenidos y te quedas con aquellos que te entretienen, que te atrapan por alguna razón, que mueven tu emoción y tu sensibilidad… y el escándalo justamente entra también ahí”, explica Braulio González.

“La política muchas veces busca competir con estos espacios por el tiempo de los demás, y lo hace a través del drama, la tragedia y evidentemente del escándalo, que genera recompensas emocionales para la gente”, añade.

Una de las características del escándalo es que, por muy bueno o mal político que se sea, ninguno está exento de ser parte de uno. Al final, comenta Braulio González, “todos caen”.