Claudia, la minúscula… La Presidente

Desde la toma de posesión, en su mensaje, Claudia ha sido precisa –como lanzando una advertencia clara a sus votantes:- no se va a trabajar fuera de las líneas del guión que ha dejado Andrés Manuel López Obrador, el que en el fuero interno de Claudia sigue siendo el presidente. Así lo deslizó su subconsciente durante la toma de proteste como Presidenta de México

La ascensión de Claudia Sheinbaum como nueva presidente de México marca dos hitos en la historia del país. Es la primera mujer que llega a la primera magistratura del Estado mexicano, pero también es la desdibujada primera presidente que para lucir su gestión tiene que abrazarse de lo hecho por su antecesor.

Claudia Sheinbaum lo dejó bien claro desde el primer mensaje que emite a la nación, en calidad de presidente de México: la suya, será una gestión de gobierno de continuidad, de afianzamiento de las obras y proyectos de la gestión de Andrés Manuel López Obrador. Será solo un apéndice del Obradorato.

Desde la toma de posesión, en su mensaje, Claudia ha sido precisa –como lanzando una advertencia clara a sus votantes:- no se va a trabajar fuera de las líneas del guión que ha dejado Andrés Manuel López Obrador, el que en el fuero interno de Claudia sigue siendo el presidente. Así lo deslizó su subconsciente durante la toma de protesta como Presidenta de México.

Tan minúscula llega Claudia Sheinbaum a la cita con su gestión presidencial que se tiene que valer del estéril recurso del feminismo, intentando implantar su creencia de que con ella llegan a la presidencia millones de mujeres invisibles, una larga fila de heroínas históricas mexicanas… las masas vivas del feminismo nacional.

El uso del discurso feminista para afianzar la presidencia de Claudia Sheinbaum solo trae a la memoria que fueron por lo menos 23 millones de mexicanas las que no le dieron el voto. Fueron 23 millones de mexicanas las que votaron por otra opción política o simplemente no acudieron a las urnas, pero en definitiva no votaron con Sheinbaum.

Por la forma en que Claudia intenta maquillar la realidad, ya podemos imaginar cómo será la gestión que comienza: no va a distar en nada de la cerrazón que imperó durante el reinado de Andrés Manuel López Obrador. Podemos ir pensando que siempre se van a anteponer los otros datos de Claudia frente a los datos de la realidad.

Por lo que dijo Sheinbaum en el arranque de su gestión al frente del país, como primera presidente de México, que ya ordenó a sus súbditos que sea mencionada como Presidenta, Con A, “porque solo lo que se nombra existe”, solo revela el alter ego, que sin duda será uno de sus principales Talones de Aquiles en su gestión.

Es un gran contrasentido epistemológico, el que plantea la Sheinbaum. No se puede amar al pueblo si antes se está pensando en la investidura que se carga. Para amar hay que desprenderse de todo, hasta del nombre, lo dijo San Francisco de Asís. Por cierto, San Francisco de Asís nunca pidió que lo llamaran santo, para poder potestad de su santidad.

¿De qué tamaño tiene que ser la dignidad de una persona, para fincar su reputación y buen nombre en las obras de otro? Tiene que ser minúscula. Claudia se ha manifestado como una presidente minúscula desde el momento en que en uno de sus discursos más importante de toda su gestión, con el que arranca su gobierno, ha tenido que colgarse de la imagen de López Obrador para poder animar a las masas.

Desde allí deja ver lo que nos espera de su gestión. Y no, no es que sea la continuidad. Es solo la sumisión política para no querer ver lo que se requiere en el país. Un país que se mueve entre serias carencias que no se resuelven con una red de trenecitos, o la ampliación del Tren Maya, ni con más aduanas y más ejército en las calles.

México requiere de mucho más. No nos es suficiente el sistema de salud como el de Dinamarca, que nos legó el Sr. López. No nos es suficiente con la refinería de Dos Bocas, que no refina. No nos es suficiente con una seguridad pública militarizada, que sigue asesinando civiles. México necesita más compromiso de la clase gobernante que ahora encabeza la presidente Claudia Sheinbaum.

El discurso de toma de posesión de Claudia Sheinbaum dejó mucho que desear. No hubo compromisos serios y realistas que pongan optimistas a los mexicanos. Sí, a los 35 millones de votantes que –”haiga sido como haiga sido”- la eligieron, puede ser que ese discurso les haya dejado una expectativa optimista del futuro próximo de los mexicanos.

Pero somos por lo menos otros 56 millones de electores que no votamos por Claudia, y que además anteponemos la necesidad de pensar antes que la de sentir. No somos dogmáticos, y por eso nos gusta revisar la realidad, confrontarla con nuestras propias expectativas y obtener una estimación real de lo que se avecina.

Y lo que se avecina con el gobierno de la minúscula presidente Claudia Sheinbaum es nada alentador. Es la continuidad del Gobierno del Presidente López Obrador, es la continuación de la misma clase gobernante que sumió en el fanatismo a toda una nación durante los últimos seis años. Es priorizar el sentir de la Jefa del Ejecutivo antes que solucionar los problemas de fondo de la gente.

Lo que viene –así se observa– en el gobierno de Claudia Sheinbaum es solo satisfacer un proyecto mundial que pretende la entrega de los recursos naturales del suelo del sureste mexicano, bajo la mentirosa pantomima de llevarles desarrollo y justicia social a los pueblos del sureste. Es la implementación del Plan Puebla Panamá, el que ni Fox, Calderón o Peña Nieto pudieron establecer, pero que se logró con las mentiras de Andrés López Obrador.

Lo que se observa en el futuro inmediato de la vida política de México es la instalación de un régimen comprometido con movimientos guerrilleros de pseudo izquierda, como el M-19 de Colombia, que a final de cuentas fue una organización que pasó a partido político, pero que nunca dejó sus nexos con el narcotráfico.

Claudia Sheinbaum es reconocida como militante de ese movimiento guerrillero, y por ende su régimen se asocia a las acciones que los remanentes de esa organización política pudieran realizar en el futuro, como cuando el PRI privilegiaba sus acciones políticas nacionales e internacionales a favor de la promoción de la Internacional Socialista… con lo que se promovía también un socialismo de papel.

“Haiga sido como haiga sido”, Claudia ya es la presidente de México. Aun cuando todo apunta a que será el apéndice del Obradorato que continúa en funciones, todavía queda algo de esperanza en todos los mexicanos: que por primera vez rompa con el esquema de los intereses particulares de una cúpula política y que se dedique a trabajar por las causas justas de la sociedad mexicana.