Caso Macalpin; censura, prepotencia e injusticia laboral

La justicia laboral en México es solamente considerada desde el punto de vista legal, es decir, se aspira a acceder a la justicia a toro pasado, ya ahogado el niño pues; uno puede denunciar alguna violación a los derechos o algún abuso, siempre y cuando ya se haya cometido y se encuentre despedido del empleo, se puede acudir a la Junta de Conciliación y Arbitraje e iniciar un juicio que, en el mejor de los casos, termine en la reparación del daño; pero nunca se previene, no existen mecanismos de protección a los trabajadores mientras se encuentran laborando

Ciudad de México.- Uno de los principios básicos de la cultura laboral en México es aquel que dice que nunca se debe de habar mal del lugar ni de los jefes anteriores, porque ciertamente, de seguro hablarás mal del lugar a donde acudes ahora a pedir empleo. Este principio censura y culpa al trabajador de las verdaderas razones por las que tuvo que dejar su antiguo trabajo y se vea obligado a aceptar peores condiciones que las que antes tenía.

La justicia laboral en México es solamente considerada desde el punto de vista legal, es decir, se aspira a acceder a la justicia a toro pasado, ya ahogado el niño pues; uno puede denunciar alguna violación a los derechos o algún abuso, siempre y cuando ya se haya cometido y se encuentre despedido del empleo, se puede acudir a la Junta de Conciliación y Arbitraje e iniciar un juicio que, en el mejor de los casos, termine en la reparación del daño; pero nunca se previene, no existen mecanismos de protección a los trabajadores mientras se encuentran laborando.

Aun cuando la Ley Federal del Trabajo contempla vigilar y sancionar la comisión de delitos, abusos o incumplimientos a los trabajadores, los centros de trabajo no consideran aquellos episodios cotidianos de abuso o violación de los derechos laborales e incluso humanos, que pueden estar sufriendo las personas que ahí laboran. Son absolutamente insensibles a lo estresante, extenuante y tóxico que puede estarse tornando el clima laboral, lo cual es consecuencia de las desventajas salariales y sociales y pocos o nulos derechos laborales con los que contamos en México los trabajadores.

Pensemos el caso de Gustavo Macalpin, el presentador del Canal 66 de Mexicali, quien vivió uno de los episodios más humillantes y penosos de su vida, acto representativo de lo que sucede o puede sucederle a cualquiera de nosotros y que debería estar regulado en alguna normatividad y que de ninguna manera debería ser normal, debe de estar considerado como un acto reprochable, incluso, por la misma presidenta de México, quien solamente declaró “que le devuelvan su programa”, (pero solo) “si la razón fue porque habló mal de la gobernadora o de alguien, no es correcto desde mi punto de vista”, lo que quiere decir que Claudia Sheinbaum no alcanza a ver prepotencia, abuso, humillación o acoso laboral en la conducta prepotente del despido en vivo.

La irrupción del empresario Luis Arnoldo Cabada, director del Canal 66 de Mexicali, en el programa de Gustavo Macalpin, con el único objetivo de despedirlo durante la transmisión en vivo, fue un acto humillante y prepotente que ha indignado a miles de personas en México, independientemente de las causas por las que fuera despedido, la forma violenta en la que fue informado de que ya no trabajaría más en esa empresa es condenable.

Desde la perspectiva laboral esta conducta es reprobable. Desde la perspectiva periodística y de garantías para ejercer la libertad de expresión, esta conducta es reprobable, desde el punto de vista desde donde lo queramos abordar, el proceder prepotente de este empresario es inadmisible; sin embargo, no va a pasar absolutamente nada. Como todos los temas de justicia laboral en México, no pasará nada, nadie sancionará el actuar de Luis Arnoldo Cabada, todo quedará en compasión por Gustavo Macalpin, hasta que él encuentre otro empleo y deje de hacer contenidos virales aprovechando su situación y buscando likes. Lo que hizo el director como jefe inmediato de Gustavo nadie lo condena, en México tenemos muy normalizado que el jefe sea abusivo, prepotente, imbécil y hasta les llamamos “líderes”.

Macalpin cuenta 182 mil seguidores en Instagram, más de 59 mil en X (antes Twitter), 6.14 k en youtube y más de 212 mil en Facebook; lo que hace del ex conductor del programa Ciudadano 2.0, un comunicador, digamos, exitoso, respetado y “laikeado” por su público; no era un “mal elemento”, término que usan los directores de los empleos para correr a alguien sin justificación seria alguna, tampoco es un improvisado y su programa era exitoso, obviamente el despido fue por algún tema de censura, por haber hablado mal de esposo de la gobernadora de Mexicali, del partido Morena y la presidenta Sheinbaum asegura “le pregunté temprano a Marina (Del Pilar Ávila Olmeda) y me dijo que obviamente no, que fue una decisión del director de Canal 66”, ¿qué le iba a decir la gobernadora: “sí, yo le di instrucciones al director del Canal de censurar a un periodista? ¡obviamente no!.

Macalpin es un influencer que quizá no necesitará buscar un empleo de forma emergente, ni pasará los mínimos seis meses desempleado que estima la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que pasamos los mexicanos cuando nos despiden de un empleo. El tema importante es que el gobierno de México no revise la mala calidad de los empleos, de los empleadores, los efectos económicos y emocionales que conlleva la posibilidad tan fácil de despedir a alguien así de su fuente de sobrevivencia.

No hay reglas de empleo justas, no hay transformación para los trabajadores, seguimos siendo vasallos de los príncipes empresarios y funcionarios, en cambio, si la gobernadora hubiera sido del Partido Acción Nacional o de cualquier partido opositor y el periodista hubiera sido afín, ideológicamente a Morena, habríamos esperado una reacción de la presidenta más inclinada al trabajador, entonces seguimos siendo clientes del segundo piso de la cuarta transformación.