Rosario Piedra Ibarra se ha convertido en la Miguel Nazar Haro del Gobierno de la 4T
“Cuando está de por medio la seguridad del Estado, no hay constituciones ni leyes que valgan una chingada”: Miguel Nazar Haro (DFS).
Ciudad de México.- Cuenta Elena Poniatowska, en su libro “Domingo 7” de Editorial Océano, que al finalizar el informe presidencial de 1981, la señora Rosario Ibarra de Piedra se formó en la fila de quienes querían saludar de mano al presidente José López Portillo y en lugar de eso le gritó: “yo no vengo a felicitarlo, señor presidente, sino a exigirle que me aclare el paradero de mi hijo y de los demás desaparecidos por razones políticas”, “-así que usted es Rosario Ibarra de Piedra-, comentó muy serio el presidente.”
La historia de dolor y también la carrera política de Rosario Ibarra y de su hija comienza con la desaparición de Jesús Piedra Ibarra a manos de elementos policiacos de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) en 1975. El chico pertenecía a la Liga comunista 23 de septiembre, agrupación de jóvenes idealistas y radicales que querían hacer la revolución socialista armada en México y diana de tiro para la cacería en la guerra sucia del gobierno en turno.
Comandada por Miguel Nazar Haro, la DFS defendía el principio de que “cuando está de por medio la seguridad del Estado, no hay constituciones ni leyes que valgan una chingada”. Bajo este principio, la DFS persiguió y desapareció a estudiantes e integrantes de la Liga 23 de septiembre, durante un régimen que el mismo Alejandro Encinas calificó como “autoritario e intolerante”, durante la disculpa pública e hipócrita ofrecida por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador a militantes de movimientos sociales radicales y sus familiares, víctimas de la guerra sucia.
Elena Poniatowska también relata que Rosario Ibarra de Piedra se reunió 39 veces en el año 1976 con el presidente Luis Echeverría, quien se portó siempre amable y cortés, pero nunca supieron, ni ella, ni las demás madres buscadoras, en dónde estaban sus hijos o al menos los cadáveres, mucho menos a manos de quienes fueron asesinados. Exigió justicia y alto a la impunidad, fue promotora de reformas constitucionales y legales a favor de los derechos humanos y en contra de la tortura y desaparición forzada.
Ante el fraude electoral de 1988, Rosario Ibarra de Piedra se unió a la protesta general y desde entonces accedió a la cúpula política partidista, dejando de lado la radicalidad ideológica de izquierda que abanderaba la lucha y razón de su hijo Jesús; convirtiéndose en diputada y después senadora, galardonada por el Senado de la República en 2019 con la medalla Belisario Domínguez, bajando la intensidad de su lucha a la petición que hizo al presidente Andrés Manuel López Obrador de “resguardar el galardón hasta que el paradero de todos los desaparecidos fuera conocido y la justicia alcanzada”, dejando hasta la fecha y secula seculorum, la medalla resguardada.
La familia Piedra Ibarra se convirtió exactamente en aquello contra lo que luchaba Jesús Piedra Ibarra, terminaron por defender las bardas levantadas por Luis Echeverría y López Portillo, viviendo del erario y lo peor, defendiendo a ultranza a un presidente incompetente que tampoco mostró voluntad política a favor de atender las demandas históricas de las víctimas y de las familias de los más de 50 mil desaparecidos durante el gobierno de la trasformación, ni exigieron reparación de daño, ni acceso a la justicia, y me refiero a la hija, Rosario Piedra Ibarra, que llegó a la CNDH enarbolando el nombre de la madre, que a su vez utilizó el nombre y la memoria de su hijo, para terminar defendiendo al régimen, al gobierno, al presidente y a las fuerzas armadas, considerando enemigos del régimen a todos aquellos que se acercaran a la Comisión Nacional de Derechos Humanos buscando justicia.
La CNDH es una conquista de esa lucha, de los agraviados por el régimen, de las víctimas del Ejército, la policía y las instancias de gobierno que cometen abusos, en manos de quienes pudieron traicionar la memoria de su propio hijo y hermano, la CNDH se convierte en algo más que nada, en una instancia peor que la DFS, con vicios mucho más perversos e intimidantes porque es la puerta de salida a todos los atropellos del régimen dictatorial que se empieza a implantar en este país desde la llegada de Andrés Manuel a la Presidencia.
El problema no solo es la incapacidad y perversidad de Rosario Piedra Ibarra al frente de tan noble labor, sino la transformación de la CNDH en perro de ataque a las víctimas, tal como lo fue la DFS; pero, además, en la incapacidad de Claudia Sheinbaum para poner límites y dar forma su propio gobierno. Ese nombramiento nos hace pensar en las imposiciones de Andrés Manuel en este sexenio y en la similitud de la política de Claudia.