Ramírez Cuevas, el saboteador interno del obradorismo

El más nocivo es Jesús Ramírez Cuevas, un operador tan cuestionable, que, desde las sombras, sigue siendo el arquitecto de un aparato propagandístico obsoleto y corrosivo

Claudia Sheinbaum naufraga en un océano de contradicciones donde cada tormenta lleva la firma de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador.

La presidenta no ha logrado erigirse como líder de su proyecto político, atrapada entre las expectativas de continuidad del autoritarismo obradorista y su evidente incapacidad para asumir el mando con firmeza.

El problema no solo radica en las herencias del pasado, sino en los enemigos internos que minan su autoridad.

El más nocivo es Jesús Ramírez Cuevas, un operador tan cuestionable, que, desde las sombras, sigue siendo el arquitecto de un aparato propagandístico obsoleto y corrosivo.

Ramírez Cuevas no solo actúa con la arrogancia de quien se siente indispensable, sino también con la saña de un enemigo interno.

Desde bloquear la invitación a la ministra Norma Piña hasta manejar redes sociales para desestabilizar, su activismo evidencia su insubordinación y un desprecio palpable por el liderazgo de Sheinbaum.

A este se suman otros cabecillas del obradorismo, como Adán Augusto López y Ricardo Monreal, quienes desde sus trincheras en el Senado y la Cámara de Diputados lanzan guiños de rebeldía y retos velados.

Incluso Pedro Haces, eterno operador en las sombras, no oculta su desprecio por los emisarios de Sheinbaum, confirmando la fragmentación interna del movimiento que alguna vez se jactó de unidad.

Sheinbaum no solo se enfrenta al legado de un López Obrador que exige lealtad absoluta mientras la deja navegar sola; también lidia con una narrativa pública desastrosa que ni su equipo, encabezado por Paulina Silva, ha sabido manejar. La reciente desatención mediática de los golpes en seguridad o sus tropiezos internacionales, como la tergiversación de su conversación con Justin Trudeau y el incómodo episodio del G20, reflejan una administración perdida entre el ruido y la improvisación.

Si no logra desterrar a los saboteadores internos como Ramírez Cuevas y tomar las riendas de su gobierno con autoridad, Sheinbaum no será recordada como la primera presidenta de México, sino como una figura decorativa atrapada en la implosión del obradorismo.

Mientras tanto, figuras como Ramírez Cuevas seguirán cavando trincheras desde dentro, asegurándose de que el régimen no sea derrotado desde fuera, sino destruido por sus propias contradicciones. A chambear.