Ya son 18 años de Guerra contra el Narco; el Saldo, Viudas, Presos y Huérfanos

Hace 18 años comenzó la Guerra Contra el Narco, y no se ve para cuando termine; el presidente Andrés Manuel Lopez Obrador tomó la decisión de continuar con el legado de sus antecesores Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Las fuerzas federales seguirán en la calle haciendo labores de seguridad pública ahora bajo la figura de Guardia Nacional, porque así también lo diseñó para el gobierno de Claudia Sheinbaum

El seis de diciembre se cumplieron 18 años que inició la Guerra Contra el Narco. Esa ola de violencia institucional la inició el presidente Felipe Calderón, la legitimó el presidente Enrique Peña Nieto y la constitucionalizó el presidente Andrés Manuel López Obrador.

La actual presidenta, Claudia Sheinbaum –que se inicia en el poder con los indicies de violencia más elevados que nunca- no ha hecho nada por desmarcarse de la Guerra Contra el Narco. Más bien parece que la continuará, a costa de la sangre de los mexicanos. No hay visos de que la Guerra Contra el Narco cese.

Hace 18 años comenzó la Guerra Contra el Narco, y no se ve para cuando termine; el presidente Andrés Manuel Lopez Obrador tomó la decisión de continuar con el legado de sus antecesores Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Las fuerzas federales seguirán en la calle haciendo labores de seguridad pública ahora bajo la figura de Guardia Nacional, porque así también lo diseñó para el gobierno de Claudia Sheinbaum.

Para el gobierno federal todavía no parecen ser suficientes los más de 456 mil muertos que ha dejado la confrontación entre grupos delincuenciales y las fuerzas del Estado. A estas cifras se deben agregar las 279 mil viudas, los casi 116 mil desaparecidos y los -no menos poco importantes- 131 mil presos que actualmente se encuentran procesados por delitos relacionados al narcotráfico.

La Guerra Contra el Narco, lo dice la realidad, hasta el momento ha sido estéril: ninguno de los carteles atacados mediante esta iniciativa oficial se ha visto disminuido, a lo más se han disgregado. El último informe de inteligencia federal, al que tuvo acceso Cenzontle 400, revela que hasta el 30 de noviembre de este año operaban en el país 75 carteles, divididos en 12 organizaciones criminales nacidas de estos y por lo menos 63 pandillas de sicarios, asociadas a estos.

Solo hay que referir que hasta antes del 5 de diciembre del 2006, fecha en la que inició la ofensiva de la Guerra Contra el Narco, en todo el país solo operaban nueve carteles, no había organizaciones criminales escindidas y no se registraba la presencia de ninguna pandilla asociada, prestando servicios de sicariato, a los carteles de las drogas.

La Cárcel lo Consume Todo

La voz a través del teléfono suena entrecortada. Habla bajito y muy rápido. Lleva prisa porque solo tiene 10 minutos para la llamada, y a parte de la breve entrevista Jose Luis también quieren saludar a su esposa y sus dos pequeños hijos. De entrada refiere que los últimos 12 meses y 16 días que lleva preso, lo están volviendo loco.

Él es uno de los 131 mil presos que la Guerra Contra el Narco ha dejado en nuestro país. Lo acusaron de ser parte del cartel de los Caballeros Templarios en la ciudad de Celaya, Guanajuato, y solo porque vivía a un lado de donde se llevó un cateo, se lo llevaron detenido. Inicialmente se lo llevaron en calidad de testigo, pero luego el Ministerio Público Federal consideró que era parte del grupo delincuencial.

-Me acusan de ser halcón. Que yo era el que le daba los pitazos al vecino –dice con un dejo de impotencia, mientras se alcanza a escuchar su respiración agitada a través del auricular-, pero no es cierto: me procesaron porque en el cateo no hubo detenidos, y el ejército tenía que justificar con algún detenido.

-¿Cómo va tu proceso?

-Lento. El Ministerio Publico ha postergado en tres ocasiones la audiencia con los soldados que me detuvieron. Ellos dicen que yo cuidaba la casa que catearon (donde encontraron dos rifles Ak-47 y siete kilos de cocaína), pero no es cierto. Yo vivo a un lado y por eso estaba en la puerta de mi casa.

-¿Cómo estas de salud?

-Mal. El estrés del encierro me ha afectado mucho. Tengo problemas con la hipertensión. Se me está descamando la piel. He bajado 12 kilos de peso. La comida no me cae bien y ya me diagnosticaron diabetes… -no aguanta y suelta el llanto- me preocupo mucho por mis niños y mi esposa, porque ellos también la están pasando mal.

Y vaya que la están pasando mal. Desde que Jose Luis fue detenido las carencias en esta familia van en aumento: él era el único proveedor de la familia. Trabajaba como agente de ventas de una firma farmacéutica, con lo que le podía dar a su familia una vida estable. Desde que fue detenido, Maria Luisa, su esposa, se ha tenido que mantener vendiendo bisutería en abonos.

La esposa de Jose Luis gana en promedio 760 pesos a la semana, con los que tiene que hacer malabares para que sus dos hijos, de 7 y 11 años de edad, no dejen de ir a la escuela y puedan comer “aunque sea frijoles”, mientras se resuelve la situación del jefe de la casa, que estima la mujer “va para largo”, que es lo que ha dicho el abogado de oficio que les ayuda.

Los Carteles, Intactos

También, según lo revela un informe del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) de noviembre de este año, hasta antes del inicio de la Guerra Contra el Narco, solamente 12 de cada 100 homicidios registrados en el país eran atribuidos a la disputa entre carteles por el control de los territorios, y a confrontaciones entre fuerzas del Estado y los grupos delincuenciales.

Al cierre del sexenio del presidente López Obrador, dice el mismo informe del CNI, se estima que 98 de cada 100 muertes violentas ocurridas en el país “guardan una relación directa entre la disputa de carteles por el control de territorios y rutas del narcotráfico o son resultado directo de enfrentamientos entre fuerzas federales y miembros de los grupos delincuenciales”.

Otra cifra a resaltar en la evolución de la Guerra Contra el Narcotráfico en estos primeros 18 años de iniciativa, es la cantidad de presuntos integrantes que los grupos criminales mantienen en sus filas: hasta antes del inicio de la Guerra se estimaba que eran casi 7 mil las personas que estaban directamente ligadas al crimen organizado; al cierre del sexenio pasado ya se estiman en más de 24 mil las personas que participan activamente dentro de los grupos delincuenciales.

Hay que referir también, siempre con base en informes del aparato de inteligencia del gobierno mexicano, que hasta antes de la Guerra Contra el Narco, eran ocho los estados del país en donde predominaba esta actividad, pero hasta hace solo cinco días se estimó que los grupos del crimen organizado mantienen presencia considerable en por lo menos 28 de las 32 entidades federativas.

Los estados en donde hasta hace 18 años eran los exclusivos de las labores de los carteles de las drogas eran Sinaloa, Jalisco, Michoacán, Chihuahua, Guerrero, Tamaulipas, Veracruz y Quintana Roo; a la fecha, a estos estados se suman también Baja California, Baja California Sur, Sonora, Durango, Zacatecas, Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí, Puebla, Estado de México, Ciudad de México, Colima, Chiapas, Oaxaca, Nayarit, Aguascalientes, Morelos, Hidalgo y Guanajuato.

Los únicos estados en donde actualmente el gobierno federal no considera invasiva la presencia del crimen organizado, son Tlaxcala, Yucatán y Campeche, aunque si se reconoce la existencia de grupo afines a diversos carteles de las drogas, pero dedicados a la delincuencia común.

Los carteles de las drogas que se han tornado más resistentes al enfrentar la Guerra Contra el Narco y que no manifiestan signos de debilitamiento, son los de Los Caballeros Templarios, De Sinaloa, Del Golfo, Familia Michoacana, Jalisco Nueva Generación, Arellano Félix, Beltrán Leyva, De Juárez, De los Zetas y Del Noreste, que en conjunto mantienen una fuerza de guerra de una tercera parte de los hombres que Andrés Manuel Lopez Obrador pretende mandar a su confrontación.

Las organizaciones criminales escindidas de los carteles, a veces por la captura de sus líderes o por diferencias personales entre ellos, que a la fecha se mantienen como los más activos en diversas actividades distintas al narcotráfico, son Los Chapitos, La Mayiza, Los Zetas Vieja Escuela, Lo Barredora, El Cartel del Diablo, Los Tequileros, Los Mazatlecos, Nueva Sangre de Jalisco, Los Viagra y la Nueva Familia Michoacana.

La Cruz de la Viudez

Cuando termina la jornada, casi todos los días a las seis de la tarde, los pies la matan. No soporta el dolor que le baja de las corvas y que se acentúa en los talones. Dice que a veces llora por los calambres, pero no tiene otra opción: tiene que trabajar para poder mantener a sus tres hijos que le dejo su marido.

Ella es Ana Lucia, tiene 47 años de edad. Vive en alguna ciudad del centro del país, a donde se trasladó hace dos años, luego que su marido fue asesinado en el 2016 en el municipio de Tanhuato, cuando policías federales entraron al rancho donde él trabajaba y lo ejecutaron a sangre fría junto con otras 41 personas, las que fueron señaladas como parte del Cartel Jalisco Nueva Generación.

Con los ojos llorosos por el recuerdo, dice que ella no se ha resignado a la muerte de su esposo. Lo extraña. Le llora todas las noches. Frente a la fotografía de cuando se casaron, le habla todos los días cuando regresa del trabajo. Le cuenta como le fue y le pide que la cuide por dondequiera que ande. Ella no pide nada a nadie. Ni siquiera justicia por la muerte de su marido. Solo pide fuerzas para sacar adelante a sus hijos.

Le ha costado mucho trabajo la viudez; pasó de ser ama de casa, que solo se preocupaba por hacer la comida y tener lavada y bien planchada la ropa, para convertirse en el sostén de la familia. Se autoempleo vendiendo productos Yakult a domicilio. Todos los días recorre por lo menos 20 kilómetros de calle, tocando de puerta en puerta para ganar a la semana 450 pesos.

-Acabo molida –dice mientras se soba los pies-. Imagínese, yo no estaba acostumbrada a trabajar, y de repente me veo sin tener siquiera para comer, y con la obligación de sacar adelante a mis tres hijos, aparte el dolor de que mi esposo haya sido señalado de narco…

-¿Él era narcotraficante?

– Son puras putas mentiras del gobierno –dice mientras clava con algo de ira sus ojos verdes y vidriosos-. Sí Roberto hubiera sido narcotraficante, no habríamos vivido en la pobreza en la que estábamos: él era entrenador de caballos y trabajaba en el Rancho “El Sol” cuidando una cuadra de siete caballos.

-Se sabe que fue ejecutado a sangre fría, ¿la han buscado del gobierno para ofrecerle una indemnización?

-Nadie me ha buscado, y no quiero hablar con nadie. Yo estoy más preocupado viendo como saco adelante a mi familia, porque sé que del gobierno no voy a recibir nada y sé que la muerte de mi marido va a quedar sin que se castigue a los policías que lo asesinaron…

Luego guarda silencio. Se muerde los labios para contener el llanto. Baja la mirada. Se sigue frotando los pies, y da por terminada la entrevista, porque –dice- tiene que descansar “para mañana seguir con la cruz”, una cruz que le ha dejado la Guerra Contra el Narco, y que a veces le ayudan a cargar sus tres hijos huérfanos de padre.