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La Navidad es quizá la celebración más importante a nivel mundial y una de las que deja una derrama económica significativa en numerosos países del globo. Pero ¿qué se celebra realmente en esta fecha?

La Navidad conmemora la llegada de Dios encarnado, la esperanza de salvación eterna representada por Jesús de Nazaret, quien ofreció la posibilidad de redención a quienes decidieran seguir su camino.

Jesús simboliza la bondad y el camino hacia ella. Sin embargo, a menudo permitimos que el espíritu consumista de la economía global nos haga olvidar lo esencial de esta fecha: el amor, la entrega, la honestidad y el aprendizaje de respetar y comprender a los demás seres con quienes compartimos este mundo.

Hoy más que nunca, es imprescindible recordar las enseñanzas de Jesús como hombre, no solo desde un código moral religioso, sino como un ejemplo práctico que necesitamos en este mundo turbulento y lleno de desgracias. Estas enseñanzas pueden inspirarnos a mejorarlo, aunque sea un poco, desde nuestra trinchera: con nuestra familia y amigos.

Mucha gente olvida el verdadero significado de estas fechas y asocia el cariño exclusivamente con objetos materiales, esforzándose por encontrar el regalo perfecto. Sin embargo, lo que más necesitamos es dar amor y comprensión.

Las palabras de aquel a quien se supone celebramos en esta fecha cobran relevancia:

“No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen tesoros en el cielo.”
Mateo 6:19-21

Este mensaje no está dirigido únicamente a creyentes, sino a todos aquellos que deseen recuperar y honrar la memoria de, tal vez, el hombre más influyente de la historia. No es necesario verlo como un enviado divino, pero sí debemos entender sus palabras en su esencia, libres de los prejuicios religiosos que a menudo tergiversan sus enseñanzas fundamentales.

“Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes. En esto se resumen la Ley y los Profetas.”
Mateo 7:12

¿Por qué hablo de prejuicios religiosos? Porque la Iglesia, como institución, ha olvidado sus propias escrituras y se ha convertido en algo que Jesús mismo despreciaría: una nueva Inquisición que busca controlar nuestras vidas según sus intereses, en alianza con el capital mundial. La corrupción dentro de la Iglesia responde a los intereses egoístas de sus líderes, quienes ignoran enseñanzas como estas:

“¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Dan la décima parte de sus especias… pero han descuidado los asuntos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad.”
Mateo 23:23-24

No tiene sentido que el Papa posea una corona de oro mientras las víctimas de abuso sexual por representantes de la Iglesia reciben como “justicia” el traslado de sus agresores a otro lugar. Tampoco sirve que existan reliquias dedicadas a Jesús si la misericordia de la Iglesia no se extiende a los necesitados: los que mueren de hambre, los intoxicados por minería y guerras, mientras la institución es accionista de compañías armamentistas como Beretta.

Esto es la Navidad


El Sermón del Monte, uno de los pasajes más importantes del Nuevo Testamento, resume los valores que Jesús quiso ver en una nueva sociedad:

“Las bienaventuranzas exaltan a los pobres, los mansos, los que buscan justicia y los perseguidos.”
Mateo 5:3-12

En México, los poderosos suelen glorificar la riqueza y aplastar a los pobres, explotándolos hasta el último aliento, ignorando la justicia para inflar cifras de seguridad mediante la prisión preventiva, y persiguiendo a periodistas, defensores de derechos humanos y activistas.

Aunque no podamos cambiar estas injusticias de manera radical, podemos contribuir desde nuestras acciones cotidianas, rompiendo con la cadena de opresión que gobiernos e instituciones han construido.

Alguien podría pensar que empatizar con los demás es insuficiente, pero si lo reflexionamos, necesitamos del prójimo.

Por más individualistas que seamos, sin la sociedad, sin las tribus que forman quienes comparten nuestro propósito de sobrevivir y progresar, la historia humana habría terminado hace mucho tiempo.

“Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento… Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.”
Mateo 25:35-40

Recordemos el amor, la comprensión, la paz y, sobre todo, la empatía, que hoy, tan cerca del día en que celebramos el nacimiento de Jesús, son más necesarias que nunca.

“Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de congregarnos, como algunos tienen por costumbre.”
Hebreos 10:24-25

Porque si no resolvemos esta sociedad desde nuestra individualidad, nadie más lo hará.