La democracia es pluralidad, diversidad, coexistencia, debatir sin destruir: Ricardo Monreal

“Frente a una época de tensiones, nuestra tarea es clara: fortalecer la tolerancia como principio rector de la vida pública. La historia ya nos enseñó lo que ocurre cuando se elige el odio como bandera”

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“Como integrante del movimiento de transformación social más grande de los últimos años en México, creo firmemente que nuestra responsabilidad histórica es demostrar que se puede gobernar con firmeza, pero también con respeto, convicción y apertura”, indica el coordinador del Grupo Parlamentario de Morena y presidente de la Jucopo
• Sostiene que “el poder no se legitima aplastando a otra persona, sino escuchándola; la fuerza de un movimiento no se mide en su capacidad de arrasar, sino en su habilidad para incluir”
• Destaca que “la tolerancia es firmeza ética. Significa reconocer que se puede disentir sin destruir, criticar sin humillar, construir sin excluir. En estos tiempos en que las redes sociales amplifican el odio y la desinformación, necesitamos apostar por el diálogo, la empatía y la paz”

El diputado Ricardo Monreal Ávila, coordinador del Grupo Parlamentario de Morena y presidente de la Junta de Coordinación Política, aseveró que “la democracia es pluralidad; su esencia es la diversidad de voces, la coexistencia de proyectos y la posibilidad de debatir sin destruir”.

En un artículo denominado “Tolerancia”, publicado en sus redes sociales y en un diario de circulación nacional, indicó que ésta “significa escuchar, dialogar, encontrar puntos en común sin renunciar a nuestras convicciones, esto es, comprender que nadie posee el monopolio de la verdad”.

Sostuvo que “como integrante del movimiento de transformación social más grande de los últimos años en México, creo firmemente que nuestra responsabilidad histórica es demostrar que se puede gobernar con firmeza, pero también con respeto, convicción y apertura, porque el poder no se legitima aplastando a otra persona, sino escuchándola, y porque la fuerza de un movimiento no se mide en su capacidad de arrasar, sino en su habilidad para incluir.

“Frente a una época de tensiones, nuestra tarea es clara: fortalecer la tolerancia como principio rector de la vida pública. La historia ya nos enseñó lo que ocurre cuando se elige el odio como bandera”.

Monreal Ávila enfatizó que “el futuro de México y de cualquier democracia depende de que prevalezca el diálogo, de entender que el adversario no es enemigo, sino interlocutor. Ese es el verdadero sentido de la tolerancia: la convicción de que la paz y la justicia solo se construyen con palabras que unen, no con discursos que destruyen”.

El diputado anotó que “no es extraño que para la filosofía los límites y la tolerancia hayan sido temas centrales. Karl Popper formuló la llamada paradoja de la intolerancia: si una sociedad es ilimitadamente tolerante, si permite que incluso los intolerantes impongan sus ideas sin resistencia, entonces la tolerancia misma desaparece.

“Voltaire lo expresó afirmando que cualquiera que tenga el poder de hacer creer absurdos tiene el poder de hacer que se cometan injusticias. Para él, la tolerancia no era una concesión, sino una condición básica de la convivencia.

“La literatura tampoco es ajena a estos dilemas. Oscar Wilde, con mordaz lucidez, advirtió que la mayoría de la gente es otra gente. Sus pensamientos son las opiniones de otros; sus vidas, una imitación; sus pasiones, una cita. Todo ello, en alusión a que las personas suelen repetir prejuicios ajenos, cargar rencores heredados y dejarse arrastrar por consignas sin detenerse a pensarlas”.

Dijo que estos autores “alertaron sobre los peligros de la intolerancia disfrazada de convicción. De ahí que hoy, ante los acontecimientos recientes, nos urja reflexionar acerca de los riesgos que entrañan los discursos de odio, rencor e ira, que no son simples expresiones desafortunadas, sino semillas capaces de germinar en terreno fértil cuando la violencia se normaliza o se trivializa.

“Benito Mussolini, Adolf Hitler y Francisco Franco no llegaron al poder únicamente por sus habilidades políticas ni por las crisis económicas de sus naciones. Lo lograron, sobre todo, por su capacidad para inventar enemigos, encender pasiones viscerales y convertir el miedo en instrumento de control. Su retórica exaltaba la pureza, la fuerza y la exclusión. Y sus palabras no se quedaron en los balcones: se tradujeron en campos de concentración, guerras y represión”.

Señaló que “frente a este legado oscuro, los discursos de conciliación han sido los verdaderos arquitectos de la paz. Nelson Mandela, tras 27 años de prisión, eligió el perdón como herramienta de reconstrucción, y Martin Luther King Jr. apeló a la dignidad humana para enfrentar el racismo”.

Monreal Ávila destacó que en México, “Benito Juárez entendió que la reconciliación no es debilidad, sino visión de Estado, y Lázaro Cárdenas supo escuchar a campesinos y obreros, para construir la justicia social. En todos estos casos, la conciliación no fue un acto de ingenuidad, sino de valentía. Por eso, debe preocuparnos la deriva que han tomado algunos discursos radicales, así como las desafortunadas consecuencias que trajeron consigo.

“El ejemplo más reciente es la muerte del activista estadounidense Charlie Kirk. Más allá de estar a favor o en contra de las posturas ideológicas de esta figura del conservadurismo de su país, las condiciones violentas en que murió no pueden ni deben justificarse: es un hecho lamentable que merece respeto.

“Por lo mismo, resulta entendible el descontento que generó el desafortunado comentario de Salvador Ramírez durante un programa televisivo de debate juvenil, lo que incluso provocó una reacción diplomática por parte de Estados Unidos”.

Monreal Ávila aseguró que, más “allá de todo esto, lo que obliga a la reflexión es observar cómo, muchas veces, la indignación suele sustituir a la empatía. A final de cuentas, la tolerancia es firmeza ética. Significa reconocer que se puede disentir sin destruir, criticar sin humillar, construir sin excluir. En estos tiempos en que las redes sociales amplifican el odio y la desinformación, necesitamos apostar por el diálogo, la empatía y la paz.

“No se trata de callar diferencias ni ocultar conflictos, sino de aprender a procesarlos sin violencia; de aceptar que la diversidad de ideas no es debilidad, es fortaleza. Como sociedad, debemos rechazar con la misma determinación tanto el radicalismo como la indiferencia”, concluyó Monreal Ávila