Por. J. Jesús Lemus
Desde adentro del Palacio Nacional dos operadores de Claudia Sheinbaum están tratando de rescatar la gestión del Segundo Piso de la Cuarta Transformación. Son dos personajes que quieren que haya 4T por muchos años, pero sin Andrés Manuel López Obrador.
Los dos hombres, los Golden Boy’s, de Claudia Sheinbaum, que están enfrentándose a todo para sacar el proyecto encomendado por La Jefa, son Omar García Harfuch y José Antonio Peña Merino, ambos formados en la tecnocracia y sin filias políticas.
Harfuch desde la Secretaría de Seguridad y Merino desde la Agencia Digital, ambos han comenzado a hacer lo que se veía imposible que sucediera en esta administración, considerada una extensión del mismo proyecto humanista de López: exponer la corrupción de los más cercanos a AMLO.
Parece un contrasentido, pero no lo es. La presidenta Sheinbaum quiere -por fin- tomar el control de su administración, y para ello necesita quitarse de encima todo el lastre heredado por López Obrador, un lastre impuesto para evitar que el gobierno de Claudia tuviera su propia personalidad.
En su megalomanía, Andrés Manuel nunca aceptó que el régimen de su heredera tuviera su propia personalidad, su sello, con aciertos y errores propios. Siempre quiso que el gobierno de Claudia solo fuera una continuación del legado lópezobradorista. Que cuando se hablara del gobierno de Sheinbaum se tuviera que pensar en la imagen de López Obrador.
Por eso López Obrador entregó el senado a su leal Adán Augusto López, el partido Morena a su hijo Andy López Beltrán, el plan minero del litio a Alfonso Durazo Montaño, la Cámara de Diputados a Ricardo Monreal, el corporativismo laboral a Pedro Haces, la Secretaría de Gobernación a Rosa Icela Rodríguez, y el control del narco a Rubén Rocha Moya.
Con ese dique de contención López Obrador seguramente estaba cierto de que no se movería una sola hoja en el árbol del gobierno de Claudia Sheinbaum sin que él mismo no lo autorizara, no permitiría que un solo jugoso y gran negocio al amparo del poder se realizara sin su debida autorización.
Claudia aceptó las reglas de la sucesión, tal vez movida por la emoción de lo nuevo, por el pase directo a la historia al ser la primera presidenta de México. No midió el peso de la historia, el dolor de sentir que en su primer año de gobierno solo había cerrado el séptimo año del extendido sexenio de López Obrador.
Algo hubo que se movió dentro de la presidenta Sheinbaum. Fueron los regaños de Trump o la vergüenza de la sumisión, pero la presidenta parece haber reaccionado. Se despabiló. Se sacudió la cabeza y comenzó su propio juego político para tener el derecho de gobernar su propio gobierno.
Se reunió con sus dos muchachos, con Pepe Merino y Omar García Harfuch, y les ordenó una estrategia silenciosa para deshacerse del lastre que significa la herencia política de López Obrador dentro del gobierno del Segundo Piso. Los Golden Boy’s comenzaron a operar y pusieron manos a la obra.
Por eso desde la Agencia Digital, de Pepe Merino, se comenzaron a filtrar datos a periodistas sobre los contratos de las principales empresas de Jorge Almicar Olán Aparicio, en donde los beneficiarios directos, con miles de millones de pesos, son los hermanos Andy y Bobby López Beltrán, dos de los 13 millones de pobres que dejaron la pobreza extrema en el sexenio de López Obrador.
No es fortuito que la filtración de los contratos de las empresas de los hijos de López Obrador, Energy Offshore S.A. de C.V., Romedic S.A. de C.V., Diagnostico Biomolecular S.A. e Inmobiliaria e Infraestructura Portacelis S.A. de C.V. se hayan dado a conocer en México justo cuando el departamento del Tesoro de Estados Unidos investigaba una red de lavado de dinero desde dos bancos y una casa de bolsa propiedad de Alfonso Romo.
La información empató para que se entendiera una conexión existente entre los bancos de Alfonso Romo y las empresas de los hijos de López Obrador, de donde deriva que las citadas empresas también son parte de una red de lavado de dinero, un dinero que proviene del huachicol.
En ese punto fue cuando Omar García Harfuch, con pleno control de la Fiscalía General de la República, filtró a la prensa sobre las tropelías huachicoleras y las conexiones criminales de Adán Augusto López Hernández y Hernán Bermúdez con el Cártel Jalisco Nueva Generación, a través de su filial el grupo delictivo de La Barredora.
Los viajes de Andy López Beltrán por Japón, la casa de 12 millones de pesos de Gerardo Fernández Noroña, la red de huachicol de los sobrinos de Rafael Ojeda Durán, Los viajes y excesos de lujo de Pedro Haces, el lavado de dinero de Alfonso Romo, el nepotismo de Luisa María Alcaldes, La Barredora de Adán Augusto, La Jirafa de Andrea Chávez, la fallida huida a España por parte de Beatriz Gutiérrez… etc., todo ha sido con una intención:
Harfuch y Merino han sabido ser más oposición que la oposición completa a la Cuarta Transformación. En solo seis meses de accionar, de mostrar la realidad de la clase política heredada por Andrés Manuel López Obrador, han dejado sin posibilidad de que AMLO siga metiendo las manos en la administración de Sheinbaum.
Es crucial para la presidenta Claudia Sheinbaum que cada vez sea más difícil imponer candidatos por parte de la clase política que representa a AMLO. Por lo desacreditados que han quedado ya no puede, Andy López, Fernández Noroña, Pedro Haces o Adán Augusto López, entre otros, imponer candidatos.
Y eso es crucial. En el 2027, Claudia Sheinbaum, ya sin el lastre político de AMLO podrá designar candidatos y candidatas a 17 gubernaturas estatales, 850 magistraturas y jueces del Poder Judicial de la Federación, además de 500 diputados.
Entonces será cuando Claudia Sheinbaum comience a gobernar, en el cuarto año de su gobierno o en el noveno de Andrés Manuel López Obrador…, esto con la ayuda de los Golden Boy’s.