Por. J. Jesús Lemus
El mundo volvió los ojos a la Nueva Jerusalén el día 6 de julio de 2012, cuando se supo que la vidente dijo al obispo san Martín de Tours que la Virgen ordenaba destruir la escuela del lugar, porque allí se estaba gestando la presencia del Diablo. La disposición no fue cuestionada y dos docenas de hombres se dieron a la tarea de demoler las dos aulas de la escuela primaria Vicente Guerrero.
Sumado al mandato de echar abajo el plantel, la vidente utilizó la expresión “la Virgen quiere sangre” como una forma de arenga a sus seguidores, para mantener su belicosidad en el conflicto entre los dos grupos. La escuela que la Virgen pidió derribar nunca había sido utilizada por los pocos niños de los Fieles, allí sólo recibían clases los hijos de los Disidentes. Fue el obispo Santiago el Mayor, líder de los Disidentes, quien públicamente —por conducto de los medios de comunicación— solicitó al gobierno estatal condiciones de seguridad que nunca ha brindado en el lugar.
Las visiones de Mamá Catalina son constantes y abiertamente provocadoras respecto del grupo contrario. En repetidas ocasiones, al menos cinco veces, dijo haber recibido el mensaje de la Virgen para que se incendiaran los templos de los Disidentes, que ella —la Virgen— no quiere. Afirma que los recintos donde oficia el obispo Santiago el Mayor “ofenden a la Virgen, y eso la pone muy triste”. Sin mayor recato, ha dispuesto en repetidas ocasiones que las guardias de los Fieles ataquen los templos, pero el obispo san Martín de Tours, más cauteloso, ha dicho a sus partidarios que semejante resolución debe esperar y ser confirmada por algún milagro que aún no se ha conocido, por eso la tensa espera.
La orden de destruir la escuela Vicente Guerrero de la Nueva Jerusalén se conoció el 6 de julio de 2012 pero la visión de Mamá Catalina tuvo lugar días antes, sólo se estaba a la espera de algún hecho extraordinario que la confirmara. El que san Martín de Tours aceptó como tal fue que a un reo en Livingston, Texas, Estados Unidos, le había sido conmutada la pena de muerte a la espera de nuevas pruebas en su caso. Antes de ordenar la demolición de las aulas, el líder de la Nueva Jerusalén afirmó que el fin de los tiempos estaba cerca, porque “los homicidas estaban siendo puestos en libertad”. Se refería a las noticias en el juicio de Hank Skinner, un estadounidense de cincuenta años de edad, quien fue acusado y sentenciado a morir por los asesinatos de su novia y sus dos hijos en 1993 en Pampa, Texas. Se le exoneró de la pena capital para revisar una nueva prueba de adn, según apareció en diversos diarios de Texas el mes anterior.
San Martín de Tours encomendó echar abajo la escuela —inaugurada apenas en 2007 por el gobernador Leonel Godoy Rangel— a Carlos Cruz Cárdenas Salgado, encargado del orden —única autoridad civil aceptada dentro de la Nueva Jerusalén—, quien se apoyó en los integrantes de la Guardia de Jesús-María para ejecutar la tarea. En menos de cuatro horas las dos aulas de la escuela rural quedaron reducidas a escombros. Durante la sagrada labor fueron azuzados por Monjitas, Sacerdotes y Fieles que, a cada golpe de marro contra las bardas y los techos, les recordaban que la educación laica atentaba contra sus tradiciones y forma de vida. El gobierno estatal sólo se limitó a observar desde lejos la ira de los Fieles y el coraje contenido de los Disidentes, que no pudieron hacer nada.
Con la destrucción de la escuela primaria de la Nueva Jerusalén, los seguidores de la vidente Mamá Catalina pidieron abiertamente al gobierno estatal de Michoacán la aplicación de una limpieza ideológica dentro de la ciudad santa, solicitando que fueran expulsados todos los que conforman el grupo de los Disidentes. Acusados de no ajustarse a las disposiciones de la Virgen del Rosario, los Fieles los culpan de los acontecimientos catastróficos que tienen lugar en el mundo, entre ellos sequías, heladas, lluvias y todos los desastres naturales que se mencionan en las noticias, sean de orden local o internacional. La petición de expulsión para los que no simpatizan con la vidente Catalina y San Martín de Tours no fue escuchada por las autoridades.
Para evitar mayores conflictos, la administración de Fausto Vallejo Figueroa —representado en su momento por el gobernador interino Jesús Reyna García— inició, con lentitud y en medio de un circo mediático, las gestiones para que los niños que deseaban ir a clases no perdieran el ciclo. Se construyeron aulas provisionales en un predio aledaño a la Nueva Jerusalén, dentro de la comunidad de La Injertada, donde los hijos del grupo de los Disidentes acuden actualmente, siempre bajo la mirada amenazante de los Fieles, que ven una amenaza en la formación académica de esos chiquillos.
Mientras se llevaban a cabo las acciones del gobierno estatal para construir nuevas aulas en La Injertada, se dio la detención del encargado del orden, Carlos Cruz Cárdenas Salgado, al que se consideró responsable del delito de daño en las aulas; no hubo más arrestos. El procesado alcanzó la libertad bajo caución con una fianza cercana a los tres millones de pesos, la cual fue pagada por el propio gobierno estatal a petición de san Martín de Tours.
A la vidente Catalina se le tiene un cariño especial: se le respeta doblemente, primero por la gracia y la relación de diálogo que mantiene con la Virgen del Rosario, y también por ser heredera directa de Agapito Gómez Aguilar, cuyo recuerdo es amado por todos los Fieles aun cuando su vida ha sido cuestionada por los otros con los que conviven al interior de la Nueva Jerusalén. Pese a que la voz de Mamá Catalina tiene mayor peso incluso que la del obispo san Martín de Tours, las decisiones dentro de la ciudad santa siempre se toman en consenso, como cuando en vida gobernó el vidente Agapito al lado de Papá Nabor.
El recuerdo de Agapito Gómez recibe denuestos por parte de algunos seguidores de Santiago el Mayor, quienes aún guardan resabios por la forma en que maniobró para expulsar al obispo y a varios de ellos cuando se desató la lucha por el control pleno de la ciudad. Nadie olvida, y a los niños se les mantiene vivo el recuerdo, que los Disidentes estuvieron a punto de morir quemados dentro de la capilla donde se refugiaron, de lo que sólo los salvó la Providencia de Dios y la intervención de la Virgen del Rosario.
Agapito Gómez fue un hombre del mal, tal es la convicción que prevalece entre los Disidentes; sobre él pesaron acusaciones graves de asesinato y violación. Tuvo control pleno no sólo de la gente en la Nueva Jerusalén, sino de algunos funcionarios en el gobierno estatal de Michoacán, ante los cuales acudía a contarles lo que el general Lázaro Cárdenas les mandaba decir en las visiones que tenía. Uno de los más asiduos creyentes del vidente fue el gobernador Luis Martínez Villicaña, aunque ninguno de sus pares ha pasado por alto los consejos emanados del líder religioso de la Nueva Jerusalén. Todos lo niegan, pero en algún momento se reunieron con él o con la vidente en turno.
Martínez Villicaña recibía a Agapito en su despacho de la casa de gobierno en la ciudad de Morelia, allí se encerraban y hablaban largamente en sesiones espiritistas: el gobernador platicaba con el general Cárdenas utilizando como médium a Agapito, las reuniones eran constantes. Cuando dejó su cargo para incorporarse al equipo de trabajo del presidente Carlos Salinas de Gortari, llevó al vidente a la ciudad de México para que hiciera una ceremonia de limpia en las oficinas de la Dirección General de Caminos y Puentes Federales; también ocupó sus servicios espirituales al ser nombrado director general de Aeropuertos y Servicios Auxiliares. Años antes, siendo secretario de la Reforma Agraria durante el sexenio de Miguel de la Madrid, mandaba traer al vidente Agapito Gómez y a Papá Nabor en helicóptero para escuchar sus predicciones y recibir la bendición del patriarca de la Nueva Jerusalén.
En Michoacán, la presencia del vidente, que siempre llevaba la bendición y el mensaje de Papá Nabor y de la Virgen del Rosario, era vista con naturalidad en las oficinas de la Secretaría de Gobierno y la Procuraduría de Justicia del estado, donde le dispensaban un trato preferente; no tenía que hacer antesala para hablar con los titulares de ambas dependencias. Por eso, cuando fue acusado de violación y se le instruyó un proceso penal, sólo estuvo en la cárcel unos cuantos meses: salió absuelto y regresó a la Nueva Jerusalén para iniciar una ola de represalias hacia los que declararon en su contra.
Desde 1996 comenzó a ser acusado de abusos deshonestos en contra de varias niñas de la comunidad, las que le ayudaban cotidianamente con el quehacer de su casa. Los padres de familia que presentaron denuncias aseguraban que el vidente, el único que tenía televisor y sistema de video en toda la ciudad, invitaba a las jovencitas a ver la televisión y aprovechaba el momento para abusar de ellas, aunque varios otros callaron la deshonra al verse intimidados por aquel que contaba con el pleno respaldo de Papá Nabor. Ante su desmedido poder, muchas familias optaron por abandonar el lugar y dejar todo atrás; Agapito siempre ofrecía esta última opción a sus acusadores. Las versiones de violación en contra de niñas y mujeres que ayudaban en las faenas diarias en casa del vidente fueron en aumento.

Durante el periodo en que fue el vidente oficial de la Nueva Jerusalén y hasta el día de su muerte, es decir, de 1990 a 2008, se registró un éxodo de más de mil cien familias, la mayoría de ellas por los abusos que cometió en perjuicio de Monjitas y niñas; ahora radican en Morelia, Turicato o Tacámbaro. Salieron por decisión propia ante el hostigamiento ejercido por Agapito. A veces se presentaron denuncias ante las instancias de gobierno, pero nunca se completaron las investigaciones.
Las autoridades siempre desestimaron los señalamientos. Fue hasta 1998 cuando se le denunció formalmente, “con evidencia circunstancial”, por violación en agravio de dos menores, una de ellas María Remedios Cruz Vigueras, de apenas once años, que quedó embarazada. Sus padres presentaron la querella ante la Procuraduría de Justicia y el vidente fue encarcelado en el Cereso Mil Cumbres de Morelia, pero se le absolvió siete meses después. Regresó a la Nueva Jerusalén y extrañamente, a lo largo de los meses y años siguientes, murieron violentamente algunas de las personas que declararon en su contra además de quienes lo acusaron de violar a otras menores.
La venganza de Agapito fue violenta: persiguió, golpeó y desterró a todos los que consideraba responsables de su encarcelamiento. El caso más claro del encono del vidente fue el de Georgina Vigueras, madre de la niña embarazada y su principal acusadora. Una vez libre de los cargos que le fincó, Agapito movió hilos entre sus amigos del gobierno estatal de Michoacán y revirtió la acusación: responsabilizó a la madre de sus víctimas por el delito de “difamación”.
Entonces la procuración de justicia de Michoacán sí fue ágil y mandó detener a Georgina, quien fue procesada por los delitos de difamación y lesiones: el agente del Ministerio Público del fuero común del caso también le encontró responsabilidad en una trifulca en la que resultó lesionado un seguidor de Agapito Gómez. La mujer fue recluida en la cárcel de Tacámbaro, y en medio de un proceso en el que no se le permitió tener una defensa adecuada, se le encontró culpable de las acusaciones hechas por la fiscalía y fue sentenciada a purgar quince años de prisión.
Ni en la cárcel Agapito dejó en paz a quien consideró culpable de su tiempo de reclusión: Georgina Vigueras fue golpeada y violada en varias ocasiones dentro de la prisión. Sus defensoras, las abogadas Ana Lilia Guillén Quiroz y Cristina Portillo Ayala, comenzaron a denunciar la situación, consiguiendo que un grupo de alcaldes comprometidos con los derechos humanos hicieran una petición al entonces recién nombrado gobernador Lázaro Cárdenas Batel para que se revisara el caso. La mujer fue puesta en libertad a finales de 2002 ante el enojo de Agapito, quien afirmó públicamente que los mensajes del general Lázaro Cárdenas —abuelo del gobernador que liberó a Georgina— habían cesado, o ya no le llegaban tan claros como antes; atribuyó la opacidad a que el personaje estaba a punto de ser expulsado del cielo por el mal comportamiento de sus descendientes.
La ira de Agapito siguió. Las muertes de Ausencio Vázquez Huerta, Jesús Cruz Delgado y Bartolo Eugenio Cruz, acusadores del vidente en otros procesos penales archivados, quedaron igualmente olvidadas en las oficinas de la Procuraduría de Justicia del Estado de Michoacán, ni siquiera hubo investigaciones por parte de la entonces existente Policía Judicial estatal. En esos hechos, todas las líneas apuntaban a la autoría intelectual de Gómez Aguilar, y ése era terreno que el gobierno local no quiso ni permitió pisar.
Para nadie era desconocido el pleito que Agapito sostenía con Bartolo Eugenio Cruz, su principal detractor. El 15 de mayo de 2005 quedó archivado en expedientes de la Procuraduría General de la República en Morelia que Bartolo, un Disidente que encabezaba a varios lugareños de la Nueva Jerusalén, denunció los delitos de acopio de armas, tráfico de drogas, secuestro y violación en la persona de Agapito Gómez Aguilar. No hubo respuesta rápida de la autoridad: el querellante fue asesinado a balazos una tarde que salía de rezar de una de las capillas donde oficiaba el obispo Santiago el Mayor.
Previamente, los policías de la Agencia Federal de Investigaciones tardaron setenta y dos horas en iniciar las diligencias. Un ministerio público notificó al vidente, con cuarenta y ocho horas de anticipación, la intención que tenían en esa dependencia de hacer un cateo en las inmediaciones de la Nueva Jerusalén, a fin de investigar de oficio la denuncia presentada por Bartolo. Cuando llegaron los elementos federales y realizaron una inspección por la ciudad, no se encontró nada irregular. Bartolo Eugenio había entregado fotos de una pista y una avioneta: los agentes encontraron sólo una larga cancha de futbol donde decenas de niños miraban como hipnotizados el balón, sin moverse de sus posiciones.
Tras ser eximido de los cargos de violación, Agapito Gómez designó una Guardia Celestial para el cuidado de su persona y la de sus dos hijos, la Monjita Rosa y el Sacerdote Basilio, a quienes, aseguraba, también la Virgen tocaba y les hacía comentarios sobre los acontecimientos venideros. La credibilidad del vidente, como es natural respecto de cualquiera que recién sale de la cárcel, era cuestionada cada vez más y se comenzaba a dudar de la relación de diálogo que decía tener con la Virgen. Para reposicionarse en el ánimo de los fieles, el 1 de octubre de 1999 hizo un anuncio público: “La tierra se comerá doscientas almas. Los cerros crujirán. La ira de Dios se hará sentir”. A los ocho días, durante una ceremonia religiosa, defendió la razón de sus profecías: mostró un periódico que hablaba de una desgracia en Teziutlán, Puebla, donde más de doscientas personas murieron al desgajarse un cerro.
Hubo miedo y asombro entre los Fieles de la Nueva Jerusalén. El periódico El Universal, con su reporte de la tragedia —el 5 de octubre la tormenta tropical número 11 ocasionó un alud que sepultó decenas de casas con familias completas en su interior—, fue la muestra más clara de que Agapito Gómez seguía teniendo comunicación con la Virgen; no quedó duda de su rango y calidad de vidente. Los presentes en el Templo de Dios lo vitorearon como en los viejos tiempos de Papá Nabor, y recobró la confianza de los habitantes. El obispo Martín de Tours autorizó la guardia personal de Agapito y sus hijos, y los escoltas comenzaron a portar armas que fueron entregadas por el gobierno estatal de Michoacán, con la licencia colectiva que ampara el armamento de la policía municipal de Turicato.
La guardia quedó integrada por Santos Varones y algunos sacerdotes elegidos por el propio Agapito en su condición de santidad: sus nombres religiosos conocidos son san Marcos Evangelista, san Carlos Borromeo, san José de Calazán, san Esteban, san Benito Abad, santo Santiago Menor, san Pedro Bautista, san Francisco de Asís, san Juan Crisóstomo, san Matías, san Juan Bosco y san Felipe.
El grupo que el vidente armó para cuidarlo las veinticuatro horas del día recibió la consagración y bendición para su mejor desempeño en una ceremonia privada. A fin de distinguirse de la otra guardia, la que funciona como policía y vigila que haya orden y paz dentro de la comunidad, fue nombrado Guardia de Jesús-María, que a la fecha sigue vigente y se encarga del cuidado de la vidente Mamá Catalina y de los sacerdotes más importantes, entre ellos san Martín de Tours.
Nadie sabe exactamente cuántos hombres la forman, pero son ellos quienes se encargan de llevar el registro de las personas que acuden a misa. Se ha convertido en el brazo de justicia dentro de la Nueva Jerusalén: lo mismo llevan ante la autoridad local a quienes no acuden de manera regular a las celebraciones del templo, que vigilan que ninguno de los habitantes de la ciudad santa tenga acceso a libros, periódicos o cualquier otra lectura no autorizada por el obispo san Martín de Tours. Algunos de los integrantes de la Guardia de Jesús-María están reconocidos como policías auxiliares por el gobierno estatal.
