Por. J. Jesús Lemus / La Opinión de México
A la presidenta Claudia parecía que nada le preocupaba. Sorteó sin problemas las amenazas intervencionistas de Trump. No le quitó el sueño la exhibición de sus narcoamigos como Alfonso Romo, Adán Augusto López o Rubén Rocha. Ni siquiera los desplantes de Andy López Beltrán la sacaron de sus casillas para continuar inamovible en la construcción del Segundo Piso de la Cuarta Transformación.
Durante todo el primer año de su gobierno, parecía que no había nada en el universo que llevara a la gélida personalidad de la presidenta Claudia Sheinbaum a dar un golpe de timón que la hiciera cambiar el curso de dirección del proyecto político de Andrés Manuel López Obrador, heredado y férreamente cuidado.
Pero la impenetrabilidad emotiva de la presidenta Sheinbaum se desencajó la tarde del 1 de noviembre, cuando le fue informado el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo. Se descompuso emocionalmente por lo que con anterioridad se había establecido como antecedente: Carlos Manzo había denunciado días antes que temía por su muerte, y que, si esta llegaba a ocurrir, se debería culpar al gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla.
Todavía el cuerpo de Carlos Manzo estaba caliente en la morgue del hospital de Uruapan, cuando la presidenta Sheinbaum citó de manera urgente a su gabinete de Seguridad. El único ausente fue el fiscal Alejandro Gertz Manero, quien se encuentra en un proceso de revisión médica en un hospital de Nueva York.
En la reunión que se llevó a cabo en Palacio Nacional, el domicilio de los gobiernos austeros, se estableció -con base en informes del Centro Nacional de Inteligencia y de la Secretaría de Seguridad, en voz de Omar García Harfuch- que desde hacía por lo menos un mes se sospechaba que el gobernador morenista de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, podría atentar contra la vida del alcalde Carlos Manzo.
Lo expuesto en la mesa de seguridad no solo fueron suposiciones. A la presidenta le hicieron saber que la amenaza a la vida de Carlos Manzo por parte del gobernador de Michoacán, Ramírez Bedolla, siempre fue una posibilidad real. Había elementos para sustentarlo. La ausencia del gobernador en el evento del Encendido de las Velas, en la plaza de Uruapan, en donde perdió la vida Carlos Manzo, era la mejor evidencia.
En la mesa urgente de seguridad se le explicó a la presidenta Sheinbaum que la distancia que marcó el gobernador entre él y el alcalde de Uruapan, pronto se convirtió en encono. Carlos Manzo, atrabancado como era, había trastocado los intereses económicos del Cártel Jalisco Nueva Generación. Y ese cártel es un poderoso aliado del gobernador de Michoacán.
Dicen que el desencajado rostro de la presidenta se tornó muertesino cuando le explicaron que Carlos Manzo detuvo, con elementos de la policía municipal, al jefe de plaza del CJNG en Uruapan, un sujeto apodado “El Rino”, de nombre René Belmonte Aguilar.
“El Rino” era operador en la zona de Uruapan de un grupo criminal mayor, ligado a Nemesio Oseguera, “El Mencho”. Dicho grupo es el que se conoce como el de los hermanos Álvarez Ayala, operado Ramón, “El R1”; Rafael, “El R2” y Jesús Santiago “El Escolta”, los tres hermanos líderes y dedicados al trasiego y fabricación de drogas.
Como colofón, la presidenta se quedó impávida cuando en la explicación se supo que el grupo de los Hermanos Álvarez Ayala estaba ligado a un ex líder de los grupos de Autodefensas de nombre Adalberto Fructuoso Comparan Rodríguez, muchas veces referido en videos por el propio Servando Gómez Martínez, “La Tuta”, líder fundador de los caballeros Templarios.
Adalberto Fructuosos Comparan -continuó la explicación de Omar García Harfuch- está casado con Anabel Bedolla Marín, una hermana de la señora María de Jesús Bedolla Marín, la que a la vez es madre del gobernador Alfredo Ramírez Bedolla. En ese momento no hubo necesidad de hacer ninguna explicación, la presidenta Sheinbaum comprendió todo.
Allí se tomó la decisión de establecer un diálogo con la viuda de Carlos Manzo. Faltando a su principio de indolencia y de no reunirse con las víctimas, la presidenta Sheinbaum optó por sondear con la esposa del alcalde asesinado, lo que sabía sobre la posible responsabilidad del gobernador en el entramado de la ejecución.
La decisión de la presidenta Claudia Sheinbaum de dialogar con Grecia Quiroz, la viuda de Manzo, no fue tanto para salvar el pellejo de Alfredo Ramírez Bedolla. Fue para salvar el pellejo de la Cuarta Transformación. Si Ramírez Bedolla fuera procesado penalmente, se evidenciaría lo obvio -y que se ha negado hasta ahora-: que la 4T está infiltrada hasta el tuétano por el crimen organizado.
El diálogo que a los días del asesinato se dio entre la presidenta Sheinbaum y la viuda de Carlos Manzo, la señora Grecia Quiroz, fue en secreto, Solo ellas dos hablaron. No hubo nadie más. Las paredes se sellaron y las dos, en un “pacto de mujeres”, se prometieron un voto de silencio sobre los acuerdos.
Es evidente que a Grecia Quiroz -en un evidente acto machista- la dobló la presidenta, con todo el poder del Estado y todas las promesas que le pudo haber hecho, a cambio de que no se iniciara un movimiento contra la construcción del segundo piso de la cuarta transformación.
Claudia le compró silencio y sumisión a la esposa del difunto. De entrada le ofreció la alcaldía de Uruapan y prometió que Grecia Quiroz sería la primera mujer que gobierne el Estado de Michoacán. Eso le fue informado al gobernador Ramírez Bedolla, quien aceptó sumisamente ser un títere del gobierno federal y entregar el gobierno del estado a Omar García Harfuch, para tratar de evitar un proceso penal por el asesinato de Carlos Manzo.

