Por. J. Jesús Lemus
La presidenta con A, Claudia Sheinbaum, ve y no mira que el país se está incendiando. No solo es la imparable corrupción o el saqueo, que desde la Cuarta Transformación se sigue haciendo igual que en los tiempos dorados del neoliberalismo. Lo que pareciera que más está cansando al pueblo es el doble discurso presidencial, con el que se intenta maquillar la realidad.
La grotesca postura oficial que todos los días, desde el atril presidencial, insiste en dibujar un México totalmente distante de la realidad que se observa a nivel de banqueta, es lo que más está calando en el ciudadano de pie. Lo que está cansando a la gente, es que la presidenta, cínica, escupa todos los días a los mexicanos en el rostro una sarta de mentiras que se caen por su propio peso
El conveniente nacionalismo de Claudia, es una de esas posturas oficiales que más molestan. Ese nacionalismo sólo brota cuando desde Estados Unidos hay una reacción, un anuncio, un discurso, que revela la intención del gobierno norteamericano de cazar en suelo mexicano a los narcoterroristas.
Cuando se habla de que Estados Unidos quiere cazar narcoterroristas, entonces sí se inflama el pecho de la presidencia con un rancio aire de nacionalismo. Es cuando la presidenta con A dice que México no es piñata de nadie, que no se acepta en injerencismo, argumentando que sí a la colaboración, nunca solución.
Ese nacionalismo, tan conveniente y manipulable, que expone la presidenta Sheinbaum, si en realidad existiera en su forma pura, debería asomarse en el tema de la defensa del campo, en donde los agricultores siguen reclamando precios de garantía a sus cosechas, y que no se permita -en la nueva Ley de Aguas Nacionales- que se les quiere a los pequeños productores la posibilidad de acceder al agua para sus riegos.
Si el nacionalismo de Claudia fuera real, debería estar viendo por el campo y nuestros productores agrícolas, para que -al contar con precios de garantía a sus cosechas- se pudiera avanzar en la estrategia nacional de soberanía alimentaria. Una soberanía que no dependiera del maíz amarillo transgénico que pretende el gobierno norteamericano colocar en el mercado mexicano, como una obligación de México si quiere seguir dentro del T-Mec.
Si fuera que a la presidenta Sheinbaum la moviera el verdadero nacionalismo, no estaría avalando -dentro de la nueva Ley de Aguas Nacionales- la posibilidad de que a los pequeños productores agrícolas se niegue el acceso al agua para sus cultivos, bajo el argumento de que ahora es la nación -así de ambiguo- la que decide la forma en que se entrega el suministro de agua.
Igual, si de verdad a la presidenta Sheinbaum la moviera el nacionalismo no estaría avalando -desde adentro de la nueva Ley de Aguas Nacionales- la autorización para la entrega de agua a manos llenas para las empresas titulares de proyectos extractivos, tanto en el renglón minero como en el de los hidrocarburos.
No debe pasar por alto que, dentro de la Ley de Aguas Nacionales que mandó la presidenta a la Cámara de Diputados, se establece un punto en el que se garantiza que las empresas dedicadas a la extracción de gas naturales, mediante la técnica de fractura hidráulica, mejor conocida como Fracking, ahora tendrán el derecho natural de acceder al agua sin restricción.
Con esta medida la presidenta Sheinbaum no solo está garantizando que las empresas extractivistas trasnacionales tengan, por derecho de ley, acceso al agua pese a su desmedido consumo que puede afectar la disponibilidad del líquido para la población. También está autorizando de facto la actividad del Fracking que está prohibida en otras partes del mundo.
Con este fuera máscaras de Claudia Sheinbaum, en donde se reconoce de facto como una presidenta extractivista, México se entrega de brazos abiertos a la mentada Inversión Extranjera Directa, en aras de que ese indicador neoliberal avale como buena la administración zurda de la Cuarta Transformación, lo que en sí también es un contrasentido.
Si Claudia fuera de verdad nacionalista, no estaría vendiendo en oferta al país entero y sus recursos naturales, tal como se contempla en el Plan México, un proyecto de entrega del subsuelo mexicano más ambicioso que cualquier otro proyecto que se haya puesto en marcha o imaginado durante los gobiernos neoliberales del pasado.
Si a la señora con A de Mujer le bullera lo nacional y el amor a la patria lo mas seguro es que no estaría entregando los recursos naturales, ni estaría adecuando las leyes de tal forma que facilite no solo la inversión extranjera en México, sino también la propiedad del campo mexicano y toda la producción agroalimentaria.
Si a Claudia Sheinbaum la motivara el amor por la patria y el cuidado del territorio nacional y sus conciudadanos, no tendrían que salir los campesinos a reclamar precios de garantía, ni los transportistas tendrían que apersonarse en un paro nacional carretero para exigir seguridad como la han reclamado los jóvenes de la generación Z.
Si Claudia fuera nacionalista para todo, no solo para cuidar los intereses del narco, seguro que México estaría caminando por una ruta segura y no por este escolloso camino en donde la incertidumbre nacional es el primer sentimiento que salta apenas Dios amanece y se ponen los pies en el suelo.
