El 4 de noviembre de 2019 el trágico asesinato de nueve miembros de la familia LeBarón, incluyendo tres mujeres y seis niños, evidenció el terror que se ha instalado a lo largo y ancho de tierras mexicanas y la criminal conexión que existe entre el sector minero y la violencia generada por los cárteles de las drogas en torno al litio, un recurso estratégico en disputa.
Jesús Lemus toma como punto de partida la masacre de la familia LeBarón, ocurrida en una de las zonas con mayores reservas de litio del país, para desenmarañar la red de intereses que se han tejido alrededor de este metal entre el Estado mexicano, funcionarios públicos, grupos del crimen organizado, gobiernos extranjeros, grupos paramilitares y empresas mineras trasnacionales. A lo largo de este libro se revisa la política perversa del gobierno federal para ocultar la riqueza de ese metal y cómo se ha aliado con grupos del narcotráfico para obligar el despoblamiento de zonas mineras Importantes.
Los puntos mineros son los que registran mayor violencia en todo el territorio nacional. En los municipios aledaños a las minas, aquellos que se encuentran en un radio de 50 kilómetros de cada una de las 906 regiones mineras, es dos veces mayor el número de homicidios frente a la tasa promedio nacional.
- Por cada mina de litio que se reconoce como reserva de la nación, para ser explotada por el Estado mexicano en sociedad con cualquier ente privado u oficial, existen por lo menos dos minas de litio no declaradas como tales, en suelo no reservado, que pueden ser compradas por cualquier persona.
- La mayor cantidad de reservas de litio no catalogadas o ignoradas como tales se encuentran en los límites de los estados de Sonora y Chihuahua, en donde la violencia ha ido al alza.
- De enero del 2000 a noviembre de 2024 se han registrado por lo menos 274 homicidios en masa, aparentemente sin conexión, dentro de las principales zonas mineras del país.
- El 75% de estas 274 masacres sucedieron en siete de los 12 estados mineros por excelencia. Los principales sucesos de violencia —cualitativa, por el solo hecho del terror generado—, en donde se han registrado asesinatos en grupo, que finalmente son los que más aterrorizan a la población, ocurrieron en Oaxaca, Puebla, Durango, Guanajuato, Nuevo León, Zacatecas y Sonora.
A continuación el capítulo 3 del libro La Guerra del Litio de J. Jesús Lemus:
Para la clase política que controla el gobierno mexicano, alguna importancia especial deben revestir las reservas de litio que se encuentran en el territorio nacional. La forma en que se está tratando, por parte de la élite gobernante, la cuantificación, ubicación, explotación y comercialización del litio mexicano, apunta hacia un tramposo manejo de este recurso. El litio, como en su momento fueron los hidrocarburos, está destinado a ser el objeto de deseo de la nueva clase gobernante. El litio sin duda será la fuente de nuevas grandes riquezas que superaran por mucho aquellas fortunas hechas a partir del latrocinio y la explotación de otros recursos naturales nacionales.
La tesis de que el litio es el nuevo becerro de oro que hace que salive la nueva clase política y empresarial mexicana tiene un sustento. Igual que a la vieja usanza —cuando el Estado mexicano nació como un comité facilitador de negocios—, hoy se siguen dando facilidades para amasar nuevas fortunas a partir de la entrega de la riqueza nacional. Eso se puede apreciar en el tema del litio, solo al ver la forma en que hoy se niega el acceso a la información oficial para que cualquiera tenga información sobre la ubicación de los principales yacimientos de litio. El Estado mexicano —bajo el consabido pretexto del buen resguardo de la seguridad nacional— se niega a informar públicamente sobre los proyectos de desarrollo que en el ámbito de lo nacional se tienen contemplados para la explotación de las reservas de ese semimetal.
No todo es porque sí. Todo tiene una razón. En esa negación de la información pública sobre la ubicación de las principales tierras en donde se encuentran los yacimientos de litio se tiene implícita una sola razón: que sea la nueva clase política y empresarial que controla el Estado mexicano la que lleve mano —o prioridad para hacer negocios— en la adquisición de aquellos terrenos en donde se sabe que existen abundantes reservas de litio. Por eso el gobierno federal no solo no quiere dar a conocer en dónde se ubican los principales puntos de concentración de litio. El gobierno federal ni siquiera quiere reconocer que existe más litio allende la zona declarada como reserva nacional de litio, que se ubica en Sonora.
La prueba más evidente de lo anterior es la respuesta a una solicitud de información entregada por la Secretaría de Economía (se), dependencia a la que corresponde la administración minera del país a través del Servicio Geológico Mexicano (sgm), en dicha respuesta, a pregunta expresa sobre “cuáles son los tres principales yacimientos de litio” en México, oficialmente se terminó reconociendo que “no se encontró expresión documental alguna que refiera a sus cuestionamientos”. Es decir, el gobierno federal reconoce que la información más elemental sobre litio no está en su poder. No cuenta con esos datos.
Resulta absurda la versión oficial de que el gobierno federal, a través de la se, no cuenta con la información más elemental sobre las reservas y minería de litio a nivel nacional. Es una mentira del gobierno federal, dado que en el archivo histórico del sgm, al menos desde 1981, se cuenta con registros oficiales sobre la existencia de reservas de litio en Telixtlahuaca, Zimatlán y Huajuapan de León, en oaxaca;Arriaga y Motozintla, en Chiapas;Tehuitzingo, Izúcar de Matamoros,Tehuacán, Caldera de los Humeros,Alchichica y Quecholac, en Puebla; así como en puntos indeterminados de San Luis Potosí y Zacatecas.
Solo para demostrar cómo miente el Estado mexicano, a través del gobierno federal y su actual clase gobernante, que aun cuando aseguran rechazar la corrupción se siguen fermentando en ella, baste señalar que el informe del sgm, que desde 1981 ya habla de la ubicación de importantes estudios geológicos para determinar los principales yacimientos de litio en el país, es secundado por otro documento, uno que desde el 2011 también reconoce la existencia de litio en por lo menos 11 sitios de importancia. Esos sitios están ubicados en el distrito minero Bismark, en el municipio de Ascensión, Chihuahua. La sola relación de por lo menos 11 puntos geográficos con concentraciones de litio que se consideran rentables en su explotación echa por tierra la versión oficial emitida apenas en 2023 por parte de la se, que dice no tener conocimiento de la existencia de yacimientos de litio en el país.
En ese inventario, elaborado en 2011, se establece que, en el sitio conocido como la Laguna de Guzmán, en el municipio de Ascensión, Chihuahua, el depósito de rocas con alto contenido de litio que menos potencial tiene llega a contar con 24 000 metros cúbicos de materiales pétreos. Pero el depósito que más potencial tiene para la explotación de litio cuenta hasta con 1 600 000 metros cúbicos de materiales de donde se puede extraer el litio.
Antes de continuar con la exposición de cómo y cuál es la razón por la que la clase gobernante mexicana se ha dado a la tarea de mentir sobre el litio, ocultando su ubicación y su prospección económica, es necesario hacer una pausa para poder entender desde cuándo el litio se convirtió en el semimetal más codiciado en México. Y tratar de entender de qué tamaño puede ser la codicia que bulle en torno al litio, que no solo es la causa y el motivo del engaño oficial, sino que también es la razón y objeto de la violencia permitida y alentada por el Estado mexicano para generar el desplazamiento poblacional de aquellas zonas áridas con proyección hacia la riqueza minera.
de tal proporción es el deseo económico que hoy se mueve sobre el litio, concretamente en el caso mexicano, que —al cierre de este trabajo— se sabía de empresas mineras trasnacionales, principalmente chinas y canadienses, que ante la se del gobierno de México cabildeaban la posibilidad de cambiar permisos mineros que ya tenían en su poder para la explotación de oro, plata, cobre o hierro, a cambio de obtener una concesión dentro de ese pastel llamado reserva nacional de litio, o al menos otra concesión en cualquier parte del territorio nacional, que les permita entrar en el mercado del litio.
Por otra parte, no se puede pasar por alto un fenómeno que a causa de la violencia generalizada se ha vuelto traslúcido en la revisión del diario acontecer: el repunte de la violencia en las zonas mineras, pero especialmente en aquellas con prospección económica a largo y mediano plazo, como son las regiones que cuentan con reservas probadas de litio. La violencia en estas regiones, que casi siempre pasa inadvertida o se diluye en la ola generalizada de violencia que envuelve al país, es propiciada por grupos delictivos plenamente identificados, siempre asociados con una reducida élite gubernamental convertida en comité facilitador de negocios para un grupo de empresarios-políticos selectos, a quienes les informan privilegiadamente los datos relativos a la geolocalización, propietarios del suelo o reservas estimadas de litio.
A todo esto, ¿por qué el litio es tan preciado, hoy? Antes que buscar una respuesta en las modas metálicas que la economía mundial ha impuesto en diversos momentos de la historia de la humanidad, como en su momento fue la época de la plata o posteriormente la fiebre del oro, tenemos que mirar a la ciencia. El litio está en el interés de las naciones y de las economías por razones tecnológicas y científicas, porque desde la academia se ha establecido que la movilidad mundial —dentro de muy poco tiempo— dejará de depender del petróleo. El litio, por su capacidad de conservar la electricidad, es la alternativa más viable que tiene la humanidad para seguir en movimiento como hasta ahora.
La época de la plata, a la que en diversos textos históricos le suelen llamar fiebre de la plata, es el periodo histórico —si lo centramos en México— que comienza a partir de 1546, cuando con la llegada de los primeros colonos españoles a la Nueva España se comenzó a incursionar en la minería. Por la tendencia económica de aquella época, la plata era el metal de mayor interés por acuñar. Las primeras minas de plata en explotación que —hacia 1548— dieron un impulso a las economías de la Nueva España y España, empujando en el valor intrínseco de la plata, fueron las de Zumpango, Tehuantepec y Taxco (Guerrero); Tlalpujahua (Michoacán), y Sultepec (Estado de México).
La demanda de la plata, que llevó al primer despojo de la tierra en el México apenas en ciernes, sería nada comparado con el arrebato del territorio que se dio en la Alta California ya convertida en territorio de Estados Unidos a partir de 1850. Ahí, cuando miles de inmigrantes se movilizaron y se mataron por la tierra, fue donde nació la llamada fiebre del oro. El oro, por razones subjetivas —como casi en todas las que se basa la economía—, fue desde entonces el motor de muchas economías.
A diferencia de las razones económicas que han dado pie al deseo inexorable de la humanidad para lograr la posesión de metales,solo porque son bellos y brillantes, por los que destrozamos nuestro hábitat para extraerlos y poseerlos —lo que demuestra que aún no éramos aptos para bajar del árbol en el que una vez nos mecimos aullando al brillo de la luz de la luna—, resaltan las razones tecnológicas y científicas que mueven a la humanidad para la extracción de otros verdaderos recursos naturales, como el petróleo y ahora el litio, que implican el desarrollo, aunque no precisamente el progreso, de la humanidad.
La explotación del petróleo, como ahora se proyecta con el litio, tiene un sentido diferente a la explotación minera de metales preciosos, como la plata y el oro. Mientras estos dos metales se extraen con fines meramente económicos, bajo la subjetividad social que les otorga un valor intrínseco irreal, el petróleo —como ahora se pretende con el litio— se desea a partir de un principio tecnológico y científico: es el combustible para el movimiento de la humanidad.
Como en su momento el petróleo, ahora el litio está revestido de una gran esperanza por parte de la humanidad. Es la sustancia en la que se ha fincado la posibilidad de que toda la raza humana siga en movimiento. Como la horda que somos, hemos entendido que el petróleo está llegando a su fin. Que se están agotando todas las grandes reservas de hidrocarburos en las que pensábamos —allá por la década de los setenta del siglo pasado— que nadaría eternamente la humanidad. En la década de los setenta, cuando la euforia mundial puso todas sus esperanzas de progreso y desarrollo en un recurso finito, ni siquiera imaginamos que llegaríamos muy pronto a estrellarnos con un golpe de realidad; el petróleo está por extinguirse. Por eso la importancia del litio ahora.
El litio se considera vital para el desarrollo de la humanidad, al menos así lo refieren en sus planes de políticas energéticas y de seguridad nacional los gobiernos de Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Canadá, Japón, y otras de las principales potencias del mundo. Consideran que el litio es fundamental porque es el elemento químico a partir del cual se puede elaborar un sistema de almacenamiento de energía eléctrica, que permita la movilidad autónoma de todo tipo de transporte. Cuando se termine el petróleo, lo único que permitirá la movilidad de la humanidad serán los sistemas autónomos de almacenamiento de energía eléctrica. de todos los elementos químicos conocidos hasta ahora, el litio es el que mejor garantiza las condiciones necesarias para la elaboración de sistemas de almacenamiento energético.
Los sistemas de almacenamiento de energía, proyectados por ahora en la utilización del litio, son fundamentales para la pervivencia de la humanidad. desde que la vida brotó en el agua, la movilización de los seres vivos ha sido fundamental. Por encima del movimiento solo se encuentra la necesidad de la alimentación, la que no es otra cosa que una forma de almacenar energía. El almacenamiento de la energía en el ser humano solo tiene una finalidad: el movimiento. Y debido a que el movimiento es inherente a la vida y a la pervivencia de la humanidad, se ha dado una exagerada esperanza al litio.
Puede ser exagerada la esperanza puesta en el litio, como elemento químico sobre el que se pretende recargar la responsabilidad de sobrevivencia de la humanidad, al menos para continuar en movimiento para cuando se terminen los hidrocarburos, pero el litio no es un tema novedoso en México. desde finales de 1970, cuando el mundo estaba fascinado con el boom petrolero, creyendo que ahí estaban todas las respuestas al tema energético, en México se comenzó a pensar en otras alternativas energéticas distintas al petróleo. Luis Echeverría Álvarez fue el primer presidente mexicano que comenzó a pensar en investigaciones científicas, acorde a lo que en aquel momento se hablaba en la academia del viejo bloque socialista, bajo la inf luencia de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (urss). En México, se fundó en 1970 el centro nuclear dr. Nabor Carrillo Flores, mismo que a partir de 1972 pasaría a ser la Comisión Nacional de Energía Nuclear, que luego encabezó el científico e investigador José ortiz Tirado.
El presidente Luis Echeverría fue el primer mandatario mexicano en pensar en el litio como una posibilidad energética. Creyendo que se trataba de una transición más inmediata, ordenó al rector de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), también de filosofía socialista, Pablo González Casanova, que instaurara un programa académico de investigación sobre el uso del litio como alternativa energética. El tema, evidentemente, no fue concluido por el rector Pablo González, por lo que su sucesor en la rectoría de la unam, Guillermo Soberón Acevedo, retomó la instrucción, igual que en su momento el presidente José López Portillo continuó con el plan energético impulsado por su antecesor, Luis Echeverría Álvarez.
Así justificaba la investigación y la aplicación de recursos oficiales un informe de la época del presidente José López Portillo: “debido a que el elemento litio es un metal que actualmente ha adquirido suma importancia como materia prima y a las enormes expectativas que tiene a largo plazo como componente en las pilas recargables de los vehículos eléctricos, el Consejo de Recursos Materiales por medio de la Gerencia de Estudios Especiales y su departamento de Investigación Aplicada se ha abocado a la prospección de este elemento en sus diferentes modos de ocurrencia, ya que está considerado como un mineral estratégico”.
En el inicio de las investigaciones sobre litio, impulsadas desde la presidencia de México, se consideraba que ese metal era un energético —porque esa era la información que venía desde la academia soviética—, se creía que contaba con características químicas capaces de una reacción en cadena. Se pensó desde la ciencia mexicana que se estaba frente a un elemento químico con capacidad de fisión o fusión nuclear, que podría colocar a México en la carrera mundial por la energía atómica.
El errado conocimiento que se tenía sobre el litio quedó expuesto en un informe técnico, elaborado en 1981, donde se puede leer: “Las aplicaciones en las cuales se emplea el litio son en gran número, pero entre las más importantes se citan las siguientes: como mineral estratégico se emplea para la fabricación de la bomba de hidrógeno y en los motores de gas de los submarinos, el incremento a la demanda de este elemento ha dado lugar a nuevos usos, en la producción de energía en los reactores de fusión y recientemente se ha descubierto que se pueden fabricar baterías eléctricas de larga duración y de recargas múltiples y que se utilizarían principalmente en vehículos de motor eléctrico”.
Aquella forma equivocada de concebir el litio desde la élite gubernamental puso a operar a la academia. Paralelamente, tras ordenar la investigación de campo para la ubicación de los principales yacimientos de litio en el país, como ensayo a la carrera de la energía atómica en la que el gobierno de México consideraba que el país sería un destacado participante, se ideó el proyecto de dar al mundo una muestra del milagro energético mexicano. Se acarició un proyecto para crear una central eléctrica con un reactor nuclear. En un principio se pensaba en un reactor de fisión nuclear a base de litio.
El desencanto llegó después, cuando se estableció desde el método científico que el litio no tiene las características químicas necesarias para la reacción en cadena. Pero eso no limitó al gobierno mexicano. Por decoro gubernamental se continuó con el plan de un reactor nuclear para la generación de electricidad, pero a base de uranio. Con el apoyo del gobierno de Estados Unidos, que comenzó a suministrar uranio enriquecido, y las empresas General Electric y Mitsubishi, que dotaron de tecnología, el gobierno mexicano puso en operación en 1990 su primera —y hasta la fecha única— planta generadora de electricidad a partir de la explotación de la energía atómica.
La equívoca concepción del litio por parte del gobierno mexicano a final de cuentas resultó en dos aciertos: aunque con uranio, pero comenzó a funcionar en el municipio de Alto Lucero, Veracruz, la primera planta generadora de electricidad con base en la energía atómica. Hasta el día de la publicación de este texto aún estaba en operación sin ningún problema la planta de Laguna Verde, que seguía bajo la dirección de la Comisión Federal de Electricidad (cfe). Por otra parte, se dio también el inicio de la revisión al inventario minero sobre las reservas probadas de litio.
Una de las razones por las que el gobierno mexicano, en el sexenio de José López Portillo, no dejó de lado la investigación sobre la ubicación de yacimientos de litio fue porque ese metal se encuentra en la naturaleza junto o en presencia de otros elementos químicos de importancia, considerados estratégicos desde entonces. Así lo refiere el estudio de campo aludido anteriormente, que data de 1980: “El objetivo principal del presente estudio fue el reconocimiento geológico-económico de las estructuras pegmatíticas en el estado de Sonora por ser en estas rocas en donde principalmente se localizan los yacimientos de litio y elementos asociados como: cesio, rubidio, berilo, tántalo, niobio, tungsteno y tierras raras, esto considerando la importancia que en los últimos años ha adquirido el uso comercial de estos elementos, tanto en su aspecto comercial como estratégico”.
Como parte de la estrategia de seguridad nacional, para darle a México el marco jurídico y la certeza necesaria, con el fin de contar con fuentes energéticas alternas al petróleo, además de empatar con el concierto internacional —que bullía en torno al surgimiento de la moda atómica—, en 1979 el presidente José López Portillo decretó la Ley Reglamentaria del Artículo 27 Constitucional en Materia Nuclear, mejor conocida como “ley nuclear”. En dicha ley, el gobierno mexicano estableció el principio de reserva, por seguridad nacional, de algunos elementos químicos fundamentales para la explotación de la energía nuclear con fines pacifistas. Los elementos que quedaron reservados bajo custodia, tutela y explotación del Estado fueron uranio, torio y plutonio. Hasta el cierre de este trabajo el gobierno mexicano mantenía bajo reserva la entrega de concesiones para la explotación de los citados elementos químicos que reservó el gobierno del presidente José López Portillo.
de la estrategia nacional que planteó el presidente López Portillo, cuando se intentó poner orden en la explotación de la riqueza minera de México, llama la atención la creación por decreto de la empresa Uramex. Este ente autónomo, descentralizado del gobierno federal —de acuerdo con lo proyectado en la ley nuclear—, sería el responsable de explotar las reservas de uranio, plutonio y torio, elementos que quedaron vedados a la explotación de particulares, bajo la figura de la nacionalización. Uramex nació con la misma intención y bajo el mismo esquema con el que décadas después vio la luz pública LitioMX, el ente descentralizado que el presidente Andrés Manuel López proyectó para la explotación del litio.
Retornando al tema del litio, cuando el presidente López Portillo abocó las acciones oficiales para observar de qué tamaño eran las reservas de litio con las que contaba el país, lo que se encontró fue aún más sorprendente. En una rápida exploración del territorio nacional se encontró que por donde se picara el suelo podría brotar litio.
La primera misión de investigación que al azar se lanzó por el territorio nacional, por parte del Consejo de Recursos Naturales que dependía de la Secretaría de Patrimonio Nacional y Fomento Industrial, la génesis de la se y de la Secretaría de Energía, encontró que tanto en el sur como en el norte se encontraban vastas extensiones de litio.
Las dos misiones que lanzó el gobierno mexicano en la búsqueda de litio dieron buenos resultados. Tanto al sur como en el norte, se contó con evidencias de asentamientos importantes de ese metal, el que por sus altos contenidos en roca era viable para su explotación económica. de acuerdo con los parámetros científicos y técnicos de 1980, para que una mina de litio fuera rentable en su explotación, las rocas (pegmatitas) deberían contener por lo menos el 1% de litio. La mayor parte de los yacimientos encontrados en la primera exploración minera —tanto en el norte como en el sur del país— arrojaron contenidos de litio que llegaban hasta el 9%, solo hablando de litio contenido en rocas.

