¿Por qué las mujeres mexicanas siguen engrosando las filas del crimen organizado?
Buscan protección ante la violencia intrafamiliar y en sus comunidades, seguridad económica y reconocimiento social, aunque los roles que asumen son subalternos
No hay datos exactos sobre el número de mujeres activas en grupos criminales mexicanos, sin embargo, la cifra de mujeres en prisión por delitos relacionados con el crimen organizado ha aumentado del 5.4 por ciento de la población penitenciaria total en 2017 al 7.5 por ciento en 2021, según el último informe del International Crisis Group de 2023.
Las entrevistas a más de 70 mujeres en prisiones y centros de rehabilitación de drogas revelaron características comunes: son madres solteras de comunidades de bajos ingresos que tienen un historial de consumo de sustancias ilegales y, en algún momento de sus vidas, fueron víctimas de violencia dentro y fuera de sus hogares. Factores que hacen del crimen organizado una opción atractiva para ellas.
Venta de drogas y relaciones sentimentales, el enganche
Suelen ser captadas por los grupos criminales a través de su consumo de drogas o de sus relaciones personales y sentimentales con narcomenudistas, según el informe, que confirma InSight Crime, fundación estadounidense dedicada a la investigación de amenazas para la seguridad nacional y la ciudadana en América Latina y el Caribe.
De acuerdo con Victoria Dittmar, investigadora de InSight Crime, en estados del Occidente mexicano como Jalisco, Colima, Zacatecas, Nayarit y Michoacán ha aumentado el consumo de drogas sintéticas, en especial el cristal, en mujeres jóvenes en situaciones económicas precarias para “aguantar grandes jornadas de trabajo como en las maquilas o cuando se emplean como jornaleras, donde hay mucho desgaste físico”.
Los narcomenudistas han detectado ese importante mercado en el sector femenino en Sinaloa y Michoacán. “En ese sentido, se entablan relaciones de amistad y afectivas entre distribuidores y consumidoras que resultan en que ellas se involucren como vendedoras de esas sustancias”, explicó Dittmar en entrevista para www.cenzontle400.mx
Un líder social en Culiacán, Sinaloa, le compartió que el consumo de drogas sintéticas como las metanfetaminas o el cristal comienza a los 10 años en niñas con hogares desintegrados y violentos, y a los 15 años o antes quedan embarazadas de jóvenes involucrados en grupos criminales.
Las escuelas es otro factor de riesgo, no es una alternativa ante las carencias afectivas de las menores de edad. Son estigmatizadas y rechazadas por ser consumidoras de sustancias ilegales, sin haber un programa de rehabilitación efectivo. Las expulsan de los planteles y quedan mucho más expuestas a la violencia en las calles y a involucrarse en bandas criminales.
En pocas ocasiones son líderes en el crimen organizado
A pesar de participar en roles importantes en la criminalidad como en el lavado de dinero, el sicariato, la extorsión, el secuestro, no ocupan cargos de liderazgo porque en esas organizaciones prevalece el patriarcado. Siguen expuestas a la violencia machista en la toma de decisiones, pues influyen los estereotipos de género, aprovechados para trasegar drogas, por ejemplo, “porque pasan desapercibidas por las autoridades. Muchas veces asumen un papel de mediadoras de conflictos en los grupos criminales”, señala Dittmar.
Les atraen los estereotipos que glamourizan a las mujeres en el crimen como en la serie la Reina del Sur para manejar armas, acceder a un alto estatus económico y ser respetadas.
“Yo quiero ser esa mujer, aunque sea muy violenta como su contraparte masculina. Solemos pensar que no son igual de violentas que los hombres, sin embargo, son capaces de cometer masacres como en una investigación que realizamos en Honduras; se suelen subestimar por los mismos roles de género”, subraya la investigadora mexicana.
Recurren a la protección de los jefes de plaza ante la violencia generalizada
Se unen a estos grupos para que los líderes las protejan, para que paren esa violencia en sus casas, en las calles de sus comunidades. “Ya sea que golpeen al agresor o incluso que los eliminen de por vida” que también puede estar involucrados en el crimen.
Los hijos de estas mujeres tienen el mismo nivel de vulnerabilidad que ellas, tampoco son protegidos y cuando crecen reproducen esa espiral de violencia en sus propios hogares.
¿Qué recomendaciones hace al Estado en materia de prevención de adicciones?
“Al Estado, a las instituciones de seguridad, a la Secretaría de Educación Pública (SEP), que una vez que hayan purgado esas mujeres sus condenas en prisión, se reintegre también a las familias y a los hijos para que no se perpetúen las espirales de violencia en los hogares. Si hay acceso a los tratamientos, que son se estigmatice a los consumidores, porque no tienen la confianza para acercarse a la rehabilitación. Las opciones de tratamiento deben ser más efectivas. De acuerdo con testimonios de activistas que trabajan con mujeres en situación de calle refieren que en los espacios de rehabilitación no saben cómo tratarlos y no son efectivas las terapias”.