A 30 años del asesinato de Colosio, la duda apunta a Gutiérrez Barrios; Aburto con un pie en la libertad
La Cofradía del PRI de los años setenta y grupos del narcotráfico son las piezas olvidadas del rompecabezas en el esclarecimiento del asesinato de Colosio. El caso se podría reabrir y apuntar hacia una nueva realidad para la que tal vez México entero se encuentre en mejores condiciones de entender
Por. Margarita Rodríguez /J. Jesús Lemus
Ya se cumplen 30 años del asesinato del candidato presidencial priista Luis Donaldo Colosio Murrieta. El que fue señalado como su asesino, Mario Aburto Martínez, ya casi termina por cumplir su sentencia penitenciaria. Ya casi nadie se acuerda de los hechos ocurridos aquel 23 de marzo de 1994 en la colonia popular Lomas Taurinas de Tijuana. A pesar de ese manto de olvido, hasta hoy ─en pleno 2024─, apenas se alcanza a vislumbrar la posibilidad de esclarecer quién mandó matar a Luis Donaldo Colosio.
El asesinato de Luis Donaldo Colosio posiblemente sea el tema sobre el que más se ha escrito en la prensa mexicana en los últimos en los últimos 30 años. Pero también es a la vez el tema sobre el que más dudas brotan cada vez que se escribe tratando de llegar al esclarecimiento de los hechos. El asesinato de Colosio, de no ser por las escuetas versiones soltadas a cuentagotas por el propio Mario Aburto, es uno de los temas favoritos de los mexicanos para dar rienda suelta a la imaginación, y siempre, poner en el centro de la duda a nuestro villano político favorito.
A manera de advertencia se podría decir que este texto que usted se dispone a leer no es producto de la imaginación, ni de ninguna fobia o filia política. Solo es el resultado de un trabajo de investigación periodística en el que se busca aportar alguna luz sobre la posibilidad de conocer en breve quién o quiénes fueron los que conspiraron para asesinar al candidato Luis Donaldo Colosio.
No podemos pasar por alto que ha sido el propio Mario Aburto Martínez, el michoacano que oficialmente es considerado el asesinato del candidato Luis Donaldo Colosio, quien ha colocado en la escena del escandalo nacional el proceso penal que siguió al asesinato de Luis Donaldo, luego de haber declarado públicamente ─a través de sus abogados─, que desde un inicio el proceso que le inició la PGR (Procuraduría General de la República) estuvo viciado, toda vez que fue sometido a tortura.
No es nueva la versión de la tortura a la que fue sometido el presunto asesino de Luis Donaldo Colosio para autoincriminarse. Eso ya lo había señalado en el 2008, dentro de la Prisión Federal de Puente Grande, en donde le comentó al periodista J. Jesús Lemus que “todo se trataba de un circo”, que “todo era un montaje”, que él (Mario Aburto) había sido “sometido a tortura, para que reconociera” como suyo “el asesinato del licenciado Luis Donaldo Colosio”.
La versión de Mario Aburto ─dicha en diversas pláticas de presos en la cárcel federal de Puente Grande, entre junio de 2008 a octubre del 2009─ refiere que fue el entonces gobernador priista de Sonora, Manlio Fabio Beltrones, uno de los que estuvieron presentes en la escena en donde fue torturado para que se autoincriminara, quien desde un principio hizo todo lo posible para que Mario Aburto fuera culpado de ser el único asesino de Colosio.
En la sala de la delegación de la PGR de Tijuana, en donde Mario Aburto fue torturado, también estaban presentes el secretario de Gobernación, Jorge Carpizo MacGregor; el secretario de la Defensa Nacional, general Jorge Riviello Bazán; el procurador general de la República, Diego Valadez Ríos; el director de la Policía Judicial Federal, Rodolfo León Aragón, y los directivos del Cisen, Eduardo Pontones Chico y Jorge Tello Peón, entre una decena más de funcionarios menores del área de inteligencia militar y del Gobierno federal.
Es necesario precisar, que en la sesión de tortura a la que fue sometido Mario Aburto durante las cinco horas que fue retenido en la PGR de Tijuana, no estuvo presente el entonces subdirector del Cisen, Genaro García Luna. Este funcionario se encontraba comisionado a la investigación del secuestro del banquero Alfredo Harp Helú, el que sucedió el 14 de marzo de ese mismo año. Por esa razón, la conducción de la investigación del asesinato de Colosio y la incriminación como autor material y solitario que se le imputó a Aburto fue llevada solo por Eduardo Pontones Chico, director del Cisen, y su subalterno Wilfrido Robledo Madrid; Jorge Carpizo MacGregor, secretario de Gobernación, y Rodolfo León Aragón, director de la Policía Judicial Federal.
¿De dónde surge la versión del asesino solitario?
La versión del asesino solitario fue una teoría que se propuso desde el momento de la planeación del asesinato en Bucareli, en las oficinas de la Secretaría de Gobernación. Bajo la instrucción de Fernando Gutiérrez Barrios, quien había servido como secretario e Gobernación al presidente Carlos Salinas de Gortari, y luego renunció con la esperanza y la promesa presidencial de ser el siguiente candidato priista a la Presidencia.
Fernando Gutiérrez Barrios fue secretario de Gobernación del primero de diciembre de 1988 al cuatro de enero de 1993. Su llegada al poder no fue fortuita. Fue llevado al cargo de secretario de Gobernación porque así lo requerían las circunstancias de Carlos Salinas. Fernando Gutiérrez Barrios, antes de ser llevado a secretario de Gobernación, era gobernador de Veracruz. Y previo a ello había servido en diversas posiciones dentro de la Dirección Federal de Seguridad (DFS), la policía política mexicana precursora del Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional (CISEN).
Como funcionario de alto nivel dentro de la Dirección Federal de Seguridad, Fernando Gutiérrez Barrios apoyó a los Barbones Cubanos encabezados por Fidel Castro que se reagruparon en México luego del fallido asalto al Cuartel Moncada, en Cuba. Gracias a Gutiérrez Barrios, la revolución cubana pudo germinar en suelo mexicano. Gutiérrez Barrios, bajo la tutela del general Lázaro Cárdenas, protegió en México a Fidel y Raúl Castro, a Camilo Cienfuegos, Che Guevara, entre otros. Por eso, Gutiérrez Barrios siempre tuvo el respeto y gratitud de Fidel Castro.
Ese pasaje sería de gran ayuda para el régimen de Carlos Salinas de Gortari, quien luego del fraude electoral cometido contra el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, a través de la intromisión de Manuel Bartlett, secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid, su gobierno se anunciaba como de poco respaldo en América latina.
Para lograr la reconciliación con América Latina, Carlos Salinas nombró a Fernando Gutiérrez Barrios como secretario de Gobernación, a quien como primera encomienda se le encargó llevar a Fidel Castro a la ceremonia de toma de protesta de Carlos Salinas, y con ello tener el respeto de todos los gobiernos de Latinoamérica que siempre vieron en Fidel Castro la dignidad encarnada de todo un continente.
Esa fue la razón por la que Fernando Gutiérrez Barrios comenzó a soñar con ser el sucesor presidencial de Carlos Salinas de Gortari. Por eso Gutiérrez Barrios renunció a su cargo como titular de la Segob el 4 de enero de 1993, justo a un año del inicio del año electoral de la sucesión presidencial. En parte, la renuncia al cargo de titular de Gobernación fue alentada por el propio presidente Carlos Salinas, quien con ese movimiento intentó desviar las atenciones que ya apuntaban hacia su preferido Luis Donaldo Colosio y que le estaban ocasionando fuego amigo al interior del gabinete presidencial.
Ésta es una de las teorías más consistentes que se comienzan a barajar ahora: que el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta puedo haber sido orquestado por Fernando Gutiérrez Barrios, quien contó con el apoyo de Jorge Carpizo MacGregor, quien demostraría también su lealtad al régimen priista al orquestar el asesinato del Cardenal Juan Jesús Posada Ocampo, el que ocurrió dos meses después del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
En la línea de esta hipótesis se establece que Fernando Gutiérrez Barrios, ya con casi un año de tiempo y dinero invertido para ser el candidato presidencial, se decepcionó por ver la inclinación del presidente Carlos Salinas de Gortari a favor de Luis Donaldo Colosio. Por eso comenzó a orquestar el asesinato. Por eso utilizó sus relaciones dentro del aparato del Estado mexicano para poder operar a su favor. Por eso, creó la idea del asesino solitario, aunque en la práctica tuvieron que ser dos asesinos los asignados para cumplir con el objetivo.
Los dos asesinos
La decisión del asesinato de Luis Donaldo Colosio pudo haberse dado dentro de las instalaciones de la Secretaría de Gobernación. Apenas fue destapado Luis Donaldo como candidato, su muerte pudo haber sido decretada por Fernando Gutiérrez Barrios. Y es que en la escena política no había quien pudiera entrar como candidato emergente. Nadie del primer círculo del presidente Salinas estaba en condiciones de asumir el cargo, porque nadie había renunciado con la debida antelación como lo marca la Ley Electoral.
Solo había dos habilitados: Ernesto Zedillo Ponce de León y Fernando Gutiérrez Barrios. El primerio había renunciado al cargo de secretario de Educación, porque se había convertido en el coordinador de la campaña de Luis Donaldo Colosio. El otro, Fernando Gutiérrez, había renunciado desde hacía un año antes, esperando ser el designado oficial. Por eso, Gutiérrez Barrios pudo considerar que era inequívoca la posibilidad de suplir la candidatura presidencial del PRI.
Fernando Gutiérrez Barrios pudo nunca haber pensado en la posibilidad de que la candidatura presidencial del PRI, ante la falta extrema de Luis Donaldo Colosio, recayera en Ernesto Zedillo Ponce de León, pues éste ─quien durante el tiempo que fue secretario de Educación─ siempre fue visto por el Cisen como “ausente de la realidad nacional y ajeno a la problemática social”. Incluso se le catalogó como “una persona con escasa capacidad para solucionar problemas, con mucho conocimiento teórico, pero nada práctico”, aun cuando se le veía y decían que tenía una virtud: “que aprende rápido”.
Anterior a fraguar el asesinato de Colosio, Fernando Gutiérrez ya había hecho que desde el corazón de la inteligencia del Estado mexicano, desde el mismo Cisen, se le informara al presidente Carlos Salinas la posibilidad real de perder la elección presidencial con la designación de Luis Donaldo Colosio, incluso, un reporte firmado por Eduardo Pontones Chico, proponía al presidente Salinas llevar a cabo una “operación extrema y urgente para suplir al candidato presidencial” so pena de perder las elecciones ante la creciente popularidad del candidato perredista Cuauhtémoc Cárdenas Solorzano.
Aun cuando no existe ningún registro sobre la decisión del presidente Carlos Salinas de Gortari sobre la autorización o no de una “operación extrema y urgente para suplir al candidato presidencial”, se sabe que desde adentro del Cisen se puso en marcha un plan para asesinar al candidato Luis Donaldo Colosio Murrieta. Dicha operación se comenzó a organizar al menos con el conocimiento del secretario de Gobernación, Jorge Carpizo MacGregor, y con el apoyo de Eduardo Pontones Chico, supuestamente bajo la iniciativa de Fernando Gutiérrez Barrios.
Poco se habla de la ruptura dentro del PRI
De las 27 líneas de investigación en las cinco fiscalías especializadas del caso Colosio, solo una abordó los enfrentamientos, rupturas y acomodos de facciones al interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI) antes y después del homicidio, revelando una intensa competencia entre el grupo de Luis Echeverría Álvarez y el de Carlos Salinas de Gortari por imponer a su candidato presidencial.
Entre los años 1996 y 2000, el titular de la Subprocuraduría especializada en el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta, Luis Raúl González Pérez, interrogó a personajes del entorno cercano al candidato, como a Manlio Fabio Beltrones y a Carlos Salinas de Gortari, llegando a la conclusión de que no hubo conexión política en el homicidio.
Sin embargo, la declaración del expresidente Carlos Salinas de Gortari en la “Versión pública del Expediente del Homicidio del Licenciado Luis Donaldo” de noviembre de 1996 expone la hostilidad de militantes del PRI ─exfuncionarios en la administración federal─ hacia su candidato antes de su postulación, durante su corta campaña proselitista y después de su asesinato en Lomas Taurinas, Tijuana, el 23 de marzo de 1994.
“¿A qué facciones o grupos se refiere cuando dice que quieren hacerlo el villano favorito?”, preguntan en el interrogatorio a Salinas de Gortari con relación a una carta publicada el 4 de diciembre de 1994 en el periódico Uno más Uno titulada “Acusa de atacarlos a narcos, Echeverría y colaboradores de éste: Carlos Salinas de Gortari se ofrece a comparecer”.
A lo que responde: “No me refiero en específico, pero sí había encontrado una actitud hostil de Echeverría y de personas que había colaborado cercanas a él (…); a los que sirvieron durante 18 años con el Lic. Luis Echeverría en la Dirección Federal de Seguridad“, aunque no dice los nombres, sí ubicaba a “un general que pasó por esa dependencia”.
El mismo día del asesinato de Luis Donaldo Colosio se publicó en la revista Siempre una entrevista a Fernando Gutiérrez Barrios. El semanario tiene fecha del 30 de marzo de 1994, porque entonces sacaban a la venta la publicación con fecha de una semana posterior.
Ahí “el exsecretario de Gobernación advierte de los riesgos de la violencia para la estabilidad del país. Ofrece además puntos de vista y análisis que parecieran buscar el objetivo de ubicarlo como candidato”, escribió Alfonso Diez, en Código Diez.
La misma noche del asesinato, explica Diez, “llegó a la redacción de algunos periódicos, antes de las 21 horas, un desplegado periodístico con el título: “Ante la Tragedia, Opciones Jurídicas del PRI”, en el que se destapaba a Fernando Gutiérrez Barrios como candidato sustituto en vista de que a esas alturas de la campaña ya ningún secretario de Estado podía ser nominado”.
Las inserciones pagadas en medios escritos eran la arena de lucha de estas facciones del PRI. Salinas de Gortari acusaba que se usaban contra él expresiones como “transexenialización”, es decir, que supuestamente anhelaba mantenerse en el poder.
El expresidente Salinas sostenía en su declaración que columnistas voceros de Echeverría Álvarez criticaban rencillas y rupturas entre sus colaboradores más cercanos que perjudicaba la campaña de Colosio Murrieta como Manuel Camacho Solís, en ese entonces comisionado honorario para la paz con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, y abiertamente resentido por no haber sido investido como candidato presidencial.
En su afán por imponer a su candidato, el mismo día del asesinato del candidato del PRI, el expresidente Luis Echeverría visitó Los Pinos, declaró Salinas de Gortari, y el diputado Augusto Gómez Villanueva envió a los periódicos un desplegado durante el funeral de Colosio.
Salinas de Gortari explicó en su declaración que esa generación del viejo PRI se obstinaba a “un modelo de economía cerrada, a una reducida competencia política y a mecanismos tradicionales del ejercicio de autoridad”. Es decir, se oponía a lo que el llamaba liberalismo social ─neoliberalismo─ y a nuevas formas de participación política en el sistema mexicano.
La fiscalía especializada interrogó a Salinas de Gortari sobre una carta que escribió “ella” (el nombre está testado en la versión pública) donde menciona que “emisarios del pasado que harían cualquier cosa para no perder el poder político que durante los setenta tuvieron, mientras el económico que conservan vía sus nexos con el narcotráfico“.
A lo que el expresidente responde que con la candidatura de Colosio también afectó a grupos del narcotráfico, los cuales habían sido atacados con acciones violentas durante su gestión. “Confrontaciones armadas por territorios controlados. Guerra por territorios“. Nunca los menciona por su nombre.
La línea de investigación por narcotráfico en el esclarecimiento del caso Colosio fue desechada y cerrada en el año 2000.
El Tirador Solitario
La idea de presentar a un asesino solitario fue siempre la mejor coartada para ocultar la operación de los dos asesinos. Esa, la del asesino solitario, es una idea que se le atribuye a Fernando Gutiérrez Barrios. Por eso, el personal del Cisen estuvo trabajando a marchas forzadas en la búsqueda de una persona con un parecido físico, casi idéntico, a los dos tiradores que serían asignados a la operación para asesinar a Luis Donaldo Colosio.
La ubicación de Mario Aburto Martínez, por su parecido con los dos agentes del Cisen encargados del asesinato, se logró gracias al uso de la credencial para votar con fotografía, sistema que se puso en marcha en 1992. Aun cuando la credencial para votar con fotografía fue reconocida como un logro de la democracia, en realidad siempre fue un deseo apetecible del aparato de inteligencia del Estado mexicano, para de esa forma tener ubicados, con rostro, a todos los ciudadanos de interés para la seguridad nacional.
Con Mario Aburto identificado por su parecido como el seguro doble de los asesinos que enviaría el Cisen para ejecutar a Luis Donaldo Colosio, la operación se puso en marcha: el asesinato sería ejecutado por dos agentes del Cisen, debidamente capacitados para asegurar el objetivo. Después, un civil ajeno a los hechos sería presentado como el responsable del asesinato y sería el centro de una ejecución sin motivos ni razón, cometida por un tirador solitario.
El plan para asesinar a Luis Donaldo Colosio habría sido encomendado al Almirante Wilfrido Robledo Madrid, director de Protección del Cisen, quien, buscó la forma de llevar a la escena de Lomas Taurinas a Mario Aburto, quien sería el tercer hombre, con rostro parecido y ajeno a los hechos, que sería inculpado del magnicidio. Luego de ello, Mario Aburto sería detenido.
El guión del asesinato de Colosio, que se cumplió cabalmente el 23 de marzo de 1994, señalaba que mientras se generaba confusión con la detención de Mario Aburto, los dos hombres del Cisen serían sustraídos de la escena del crimen. Luego, los dos ejecutores serían llevados a dos casas de seguridad, a la espera de nuevas órdenes. Los dos ejecutores asignados fueron los agentes Ernesto Rubio Mendoza y Jorge Antonio Sánchez Otero, ambos estaban capacitados en el manejo de armas y con antecedentes de preparación militar. Los dos fueron formados en el manejo de armas y reacción dentro del Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (Gafes).
Los hechos, dos ejecutores y un civil ajeno
Hasta donde hoy se sabe, y se ha convertido en una de las principales hipótesis con las que se busca reabrir el caso. Se ha establecido que al mitin político que se llevó a cabo en la colonia de Lomas Taurinas, en Tijuana, arribó Mario Aburto Martínez, al filo de las 4 de la tarde. Mario Aburto llegó al mitin convocado por dos personas ajenas que ofrecieron comprarle una pistola que Mario intentaba vender para salir de un apuro económico. Se presume que las personas que citaron a Mario Aburto en el mitin eran también agentes del Cisen. El candidato Luis Donaldo Colosio llegó media hora después.
Los agentes del Cisen que tenían la encomienda de matar a Luis Donaldo Colosio, se sabe que llegaron al lugar del mitin desde las tres de la tarde. Lo adelantado de la presencia de los asesinos del Cisen fue para colocarse en una posición privilegiada, para ubicarse en el que sabían sería el camino de Luis Donaldo Colosio para dejar el evento. Los agentes Ernesto Rubio Mendoza y Jorge Antonio Sánchez Ortega ni siquiera se saludaron apenas llegaron. Se colocaron en sus posiciones y solo esperaron el momento preciso.
En punto de las cinco de la tarde con ocho minutos terminó el mitin y Luis Donaldo Colosio inició la retirada. Cuatro minutos después, a su paso se interpusieron los agentes del Cisen. Ernesto Rubio Mendoza disparó directo a la cabeza, cuando Colosio pasó a solo un metro de distancia. Le asestó un certero disparo la sien del lado derecho, muy cerca de la oreja. Jorge Antonio Sánchez Ortega, antes de que Colosio cayera, para asegurarlo, hizo un segundo disparo y le dio en el abdomen.
El cuerpo de Colosio, ya inerte, fue levantado del piso y llevado en artículo mortis hasta el Hospital Civil de Tijuana. En el lugar de los hechos un equipo de apoyo sustrajo al primer tirador, Ernesto Rubio Mendoza, mientras otro equipo sustrajo al segundo tirador Jorge Antonio Sánchez Ortega.
Mientras los agentes del Cisen eran sustraídos, Mario Aburto fue detenido por los dos agentes que fingían comprarle la pistola que vendía y que llevaba consigo, una pistola del mismo calibre con la que el agente Ernesto Rubio Mendoza había dado muerte a Luis Donaldo Colosio.
Ernesto Rubio Mendoza fue llevado a un taller, en donde esperaría a ser sustraído. José Antonio Sánchez Ortega, mientras era extraído, fue detenido por elementos de la Policía Municipal de Tijuana. En tanto que Mario Aburto fue entregado a un grupo de policías judiciales bajo el mando de Rodolfo León Aragón que ya estaban asignados en el lugar para la recepción de un objetivo, según se les instruyó 12 horas antes del evento.
Por instrucción oficial, el grupo de élite del Cisen, que sacaría al agente Ernesto Rubio Mendoza, que esperaba en un taller mecánico, allí mismo lo asesinó. Le pegaron un balazo en la cabeza y al día siguiente su cuerpo fue encontrado. Ese asesinato quedó registrado como un hecho aislado en la ciudad de Tijuana.
José Antonio Sánchez Ortega, pese a que tenía manchas de sangre, en manos y en su chamarra, que coincidieron con el tipo de Luis Donaldo Colosio, y a pesar de haber dado positivo a la prueba de Rodizonato de Sodio (para la detección de pólvora post disparo de arma de fuego) fue puesto en libertad por la Policía Municipal de Tijuana, en donde se asegura que se recibió una llamada telefónica de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
La posibilidad de reabrir el caso
Después de que la CNDH lo ha avalado, al reconocer que Mario Aburto Martínez se reconoció como el asesino de Luis Donaldo Colosio luego de ser torturado, el caso se podría reabrir. Y es que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) estudia la posibilidad de poner en libertad a Mario Aburto por considerar que existen elementos suficientes que apuntan a la posibilidad de que él no haya sido el asesino de Luis Donaldo Colosio, además de que está por demás demostrada la tortura a la que fue sometido Aburto.
El caso Colosio se puede reabrir no solo por la tortura y por el encarcelamiento injusto de Mario Aburto. El caso desde su investigación hasta su sentencia puede volver a comenzar por un solo hecho: en las pruebas bajo custodia de la Fiscalía General de la República (FGR), que se mantienen archivadas, se ha encontrado la existencia de un segundo casquillo. Hay dos tipos de cilindros de los que salieron dos tipos de balas distintos.
Ese hecho va contra la lógica. Si Mario Aburto es hasta hoy el único procesado y sentenciado por el asesinato de Luis Donaldo Colosio ¿Quién fue el segundo tirador? o ¿Pudo Mario Aburto haber disparado dos armas distintas casi al mismo tiempo? Esa es la razón por la que la Fiscalía General de la República podría iniciar una nueva investigación, al margen de si Mario Aburto fue torturado para que se declarara culpable.
De acuerdo con la versión de Aburto, él habría sido sometido a tortura para declararse único culpable del asesinato de Luis Dolando Colosio. En un acto de intimidación oficial, funcionarios del Gobierno federal también habrían amenazado a Mario Aburto con “desaparecer” a su familia, según la declaración del inculpado. Por tal razón ─argumenta Aburto en una petición hecha a la CNDH─ él se declaró culpable del asesinato de Luis Donaldo Colosio, pero nunca tuvo ninguna participación en ello. “Todas fueron pruebas sembradas por funcionarios de la ─entonces─ Procuraduría General de la Republica”, según refiere Mario Aburto en sus declaraciones presentadas ante la CNDH.
En esas mismas declaraciones, Mario Aburto refiere que él ha sido solo “un chivo expiatorio del sistema”, pues considera que otros son los responsables de ese homicidio por el que él ya ha tenido que pagar injustamente 28 años de su vida en prisión, a lo que se suma el exilio al que su familia tuvo que acudir para preservar su vida.
Hoy, el principal núcleo familiar de Mario Aburto se encuentra exiliado en alguna localidad de Estados Unidos, bajo el estatus de refugiados políticos, luego que el Estado mexicano no fue capaz de garantizarles su seguridad. Por su parte, Mario Aburto se encuentra, desde mayo del 2021, recluido en la cárcel de El Hongo, en Tijuana.
Desde allí Mario Aburto ha ganado a la FGR, al lograr que la CNDH le diera la razón y emitiera una recomendación a través de la cual se sugiere a la FGR que realice una nueva investigación del asesinato de Luis Donaldo Colosio, porque la persona que está sentenciada como culpable de los hechos no fue la que cometió el delito.
Aparte de la demostración de tortura y de la autoincriminación de Mario Aburto, la FGR cuenta con nuevas evidencias que podrían apuntar a la participación de otras personas, incluso instituciones del Gobierno mexicano, en el asesinato del candidato presidencial ocurrido en el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari.
El anuncio del inicio de nuevos trabajos de investigación sobre el caso Colosio lo hizo la FGR en medio de una crisis de credibilidad que enfrenta el titular de esa dependencia, Alejandro Gertz Manero, quien desde hace semanas es objeto de críticas por su falta de resultados al frente de esa dependencia.
Por su propia condición de reo, Mario Aburto Martínez, el homicida confeso de Luis Donaldo Colosio, no ha tenido ─o no ha querido─ la posibilidad de hablar púbicamente para clarificar los hechos que concluyeron con el homicidio ejecutado en la colonia Lomas Taurinas, de Tijuana, el 23 de marzo de 1994.
Sin embargo, ahora se presenta la posibilidad para que Mario Aburto explique, con lujo de detalle, cómo se dieron los hechos que terminaron con la vida del candidato Luis Donaldo Colosio, mismos hechos que al parecer se le han atribuido al propio Aburto de manera falsa, lo que le ha llevado a mantener un encierro de casi tres décadas en diversas cárceles federales por todo el país.
Hasta hoy Mario Aburto no ha hablado con ningún periodista sobre cómo se dieron los hechos que terminaron por acreditarlo como homicida confeso, material e intelectual de Luis Donaldo Colosio. La única versión escrita y testimonial que existe de su caso es la que se contiene dentro del libro “Los Malditos” (Lemus, Grijalbo 2013).
Yo conocí a Aburto allá, entre junio y diciembre del 2008, cuando yo mismo estuve encerrado en la cárcel Federal de Puente Grande, cuando fui llevado a prisión por una venganza del poder, que ejecutó el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, por instrucción del presidente Felipe Calderón.
En la cárcel conocí a Mario Aburto. Allí escuché ─de su propia voz─ parte de la teoría con la que podría quedar en libertad ahora que se ha iniciado una nueva investigación sobre el asesinato de Luis Donaldo Colosio. En las escasas veces que tuve la posibilidad de platicar con Mario Aburto, siempre manifestó la esperanza de que se reabriera su caso para poder demostrar su inocencia.
En repetidas ocasiones le pregunté si él había matado a Luis Donaldo Colosio. La respuesta siempre fue la misma. Se me quedaba viendo con sus ojos chiquitos. Se sonreía. Movía la cabeza como negando todo, pero sin dejar de esbozar una sonrisa y siempre terminaba diciendo que todo “solo era publicidad”.
─Yo no lo maté; pero ¿cuándo le ganas al gobierno? Si ellos dicen que tú fuiste, pos fuiste tú y no hay forma de decir que no. Y mientras, aquí me estoy acabando la vida por algo que ni yo estoy seguro de que haya hecho.
En aquel tiempo, a pregunta expresa, me dijo que lo habían sentenciado a 45 años de prisión, luego de apelar a una sentencia inicial de 48 años de cárcel. Casi una sentencia de por vida. Una sentencia que siempre la aceptó de manera estoica, como si ese fuera su destino para el que nació. Él mismo se alentaba para que la cárcel no se le hiciera tan pesada.
─Como que te resignas ─me contó─ como que te acostumbras… Y van pasando los meses y se van acabando los años. Y cada vez está más cerca la salida. Y eso es lo que a veces lo mantiene a uno en pie: la esperanza de poder ver a la gente que uno quiere, a las personas que lo esperan a uno allá afuera, las que no te han dejado y no te han olvidado, aunque para muchos seas un animal del mal.
Pero hoy Mario Aburto parece que ha decidido no ser más resiliente. El inicio de una nueva investigación sobre el caso que lo mantiene en prisión, podría darle la libertad. Porque todo apunta a que Mario Aburto no fue quien mató a Luis Donaldo Colosio. Así lo señalan cientos de inconsistencias que obran dentro del expediente penal del caso:
Todas las pruebas periciales fueron manipuladas. No hay certeza de que las huellas dactilares encontradas en el arma homicida no hayan sido plasmadas posterior a los hechos. De las mil 261 declaraciones contenidas en los 178 tomos que integran el expediente penal del caso, hay múltiples contradicciones, además de que ninguna de las pruebas periciales es concluyente por sí misma.
Desde su postura, tal como lo ha manifestado el propio Aburto en documentos contenidos dentro de la CNDH, si no hay manipulación de las pruebas y si se lleva a cabo una investigación imparcial, la libertad es el siguiente paso de Mario Aburto.
—¿Cuál es la principal prueba que piensas te podría sacar de la cárcel? –le pregunté en su momento a Mario Aburto.
—El casquillo que dicen las autoridades que recogieron en la escena del crimen. Si supuestamente yo tenía un revólver, que es con el que aseguran que maté al licenciado, ¿cómo es posible que haya un casquillo en el suelo?, si en un revólver los casquillos percutidos siempre quedan en el tambor. Si hay un casquillo en el suelo, alguien más disparó y, en consecuencia, la teoría del asesino solitario se viene abajo. Y también se viene abajo toda la culpa que me han echado. Y alguien más debería estar aquí, en mi lugar…