Así inicio la crisis de inseguridad en Michoacán… al principio fue el desgobierno político

Por. J. Jesús Lemus

Aun cuando en Michoacán se registra en la actualidad el mayor periodo de inestabilidad social del que se tenga memoria, existen antecedentes recientes que apuntan a la naturaleza política de esta sociedad como modo activo de cambio, donde es evidente que los grupos de poder hacen de todo y utilizan cualquier recurso para mantener el control político de la entidad. El mayor periodo de inestabilidad política se registró entre 1986 y 1992, cuando varios de los gobernadores ejercieron sexenios incompletos.

El gobernador Luis Martínez Villicaña, en 1988, tras recibir la estafeta de manos de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, sólo pudo gobernar la entidad durante un año con 11 meses. En diciembre de ese año solicitó licencia para incorporarse como director de Caminos y Puentes Federales en la administración del entonces presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari. Renunció el 3 de diciembre de 1988. En esa fecha hubo movilizaciones del grupo Antorcha Campesina, demandando alimentación a los pueblos indígenas. El reclamo fue ignorado.

La administración de Luis Martínez Villicaña la concluyó Genovevo Figueroa Zamudio, quien era el secretario de gobierno en ese periodo. El Güero, como le decían a Figueroa, terminó su mandato como gobernador interino en 1992, tras un periodo de gobierno relativamente estable. Sólo los maestros salieron a la calle para mostrar el músculo. Al mismo tiempo, en la Meseta Purépecha comenzó a tomar fuerza el movimiento Nación Purépecha, que reclamaba atención a los pueblos indígenas. De nuevo el gobierno estatal ignoró los reclamos.

La rueda de la historia ha enseñado que la combinación entre malos gobernadores y la presencia militar nunca resulta. En Michoacán se sabe de eso. A las cinco de la mañana del 15 de septiembre de 1992, casi 2 000 soldados del ejército mexicano rodearon el auditorio del Centro de Convenciones de la ciudad de Morelia. En medio de un impresionante operativo, nunca visto por los michoacanos, el gobernador electo de aquel entonces, el piedadense Eduardo Villaseñor Peña, rindió protesta al cargo en medio de una revuelta social en ciernes. La transición estuvo marcada por movilizaciones del PRD y de los maestros. Villaseñor gastó en su campaña más de 2 000 000 000 de pesos, recursos que no se sabe a bien su procedencia, pero que fueron cobrados de las arcas estatales en los 21 días que estuvo al frente de la administración el grupo empresarial de La Piedad.

La oposición, la izquierda cardenista, encabezada por el candidato del PRD, Cristóbal Arias Solís, se posicionó en todo el estado y le impidió gobernar al empresario (ahora político), quien no atinó a realizar un solo acto público como gobernador de Michoacán. A los 21 días de haber ascendido al máximo cargo público en la entidad tuvo que renunciar al mandato, argumentando que tenía problemas de salud. Los reclamos de atención social que se oyeron desde la Tierra Caliente no tuvieron eco en los políticos que continuaron ciegos por la disputa del poder.

Casualmente, 11 días antes de la renuncia del gobernador Eduardo Villaseñor Peña, en la ciudad de México, el secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, respondió al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano una tajante negativa a la propuesta de desaparecer los poderes en la entidad ante el estado de convulsión social que se vivía. El argumento del desaparecido secretario de Gobernación se fincó en su convicción de no abonar al surgimiento de una guerrilla en Michoacán que pudiera disputar el control del estado a través de esa vía. En Michoacán se comenzó a notar la presencia del Ejército Popular Revolucionario (EPR) en varias comunidades del bajío.

La noche del 5 de octubre de 1992, el gobernador Eduardo Villaseñor Peña recibió una llamada del secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios. Con frases cortas, el funcionario federal le explicó que por el bien del estado y del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, debería presentar una licencia para ausentarse del cargo. Eduardo Villaseñor no tuvo tiempo de preguntar la razón de la decisión. Al día siguiente estaba asumiendo el control del gobierno estatal Ausencio Chávez Hernández.

La llegada de Chávez Hernández a la gubernatura del estado fue consensada entre Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari. A Ausencio Chávez lo trajeron desde España, donde se encontraba de vacaciones, para asumir el control de daños en Michoacán. Junto con Chávez llegó uno de sus más files discípulos, Jesús Reyna García, a quien le encomendó primero la Procuraduría General de Justicia en la entidad y, posteriormente, la Secretaría de Gobierno de Michoacán.

Extrañamente, en la prensa local de Michoacán se comenzó a dejar de publicar manifestaciones sociales, aparentando un periodo de tranquilidad, de las notas de la prensa local desaparecieron los movimientos sociales y manifestaciones de grupos inconformes, aun cuando el reclamo de atención siguió vigente en comunidades de la Meseta Purépecha, la Costa Sierra y Tierra Caliente.

Jesús Reyna, fundamental

Han pasado ya más de 30 años desde el incidente que convulsionó al estado: la renuncia de Eduardo Villaseñor. Hoy, de nueva cuenta, Michoacán se encuentra inmerso en una crisis política, en la que Jesús Reyna García es el actor principal: primero como secretario general de gobierno, después como gobernador interino, y de nueva cuenta como secretario de gobierno, asumiendo las funciones de gobernador que Fausto Vallejo no alcanzaba a desahogar.

La convulsión del estado comenzó a intensificarse con la licencia presentada por el gobernador Fausto Vallejo Figueroa, quien se separó del cargo, bajo argumentos de salud, por un periodo de hasta 90 días. La autorización para ausentarse de sus funciones le fue otorgada por los diputados locales el 22 de abril del 2013. Fausto Vallejo engañó al electorado aduciendo un pleno estado de salud en campaña, pese a los rumores de deterioro que se le atribuían a su salud. Con engaños ganó el voto de los michoacanos. Luego se declaró enfermo y dejó al garete el encargo constitucional. Así, nunca puso atención en los reclamos de mejora social de las clases desprotegidas.

A sólo tres días de que venciera la primera licencia, el gobernador constitucional, en medio de un clima de violencia, paros y movilizaciones magisteriales, sindicales y campesinas, presentó una nueva petición para seguir ausente del cargo, pero ahora hasta por un lapso de 180 días, licencia que le fue otorgada formalmente el 18 de julio del 2013. Con “las de la ley” recibió un segundo periodo de gracia.

Desde hacía casi 22 años no se presentaba en Michoacán un caso de ausencia del gobernador como el que propició Fausto Vallejo. Y aun cuando la ausencia no era definitiva, sí implicó en su momento la sucesión de poderes temporales, con la consecuente inestabilidad al interior del gobierno estatal y en todo el territorio de la entidad.

La ausencia del gobernador Fausto Vallejo Figueroa, bajo el argumento de razones médicas, no tomó por sorpresa a los michoacanos, pues desde el inicio de la gestión administrativa actual ya se hablaba de la imposibilidad física del gobernador para el ejercicio público, cosa que siempre fue negada por él mismo y todo el aparato del PRI.

El entonces candidato del PRI a la presidencia de la república, Enrique Peña Nieto, fue también cuestionado durante una visita a Michoacán sobre el estado de salud del gobernador, pero hábilmente evadió la pregunta y habló de los compromisos que él estaba haciendo para con los michoacanos. Habló de su intención por devolver la paz y la tranquilidad a todo el país, y dejó de lado la pregunta. Contribuyó al engaño.

El deterioro en la salud del gobernador Fausto Vallejo fue siempre un tema que incomodó, no sólo al propio gobernador, quien contestó en más de tres ocasiones en forma violenta a los cuestionamientos de los reporteros, sino también a todo el equipo de colaboradores que se veían irritados ante esas preguntas por parte de los comunicadores. La respuesta siempre fue la misma: el gobernador se encuentra en óptimas condiciones.

Desde finales del año 2012 se insistía en la cesantía del jefe del ejecutivo estatal de Michoacán, pero el entonces vocero oficial, Julio Hernández Granados no tuvo empacho en resaltar que las condiciones del gobernador no podían ser mejores para gobernar, como lo haría cualquiera con 63 años de edad. Guadalupe Santacruz, la actual vocera del gobierno estatal, ha reiterado “el óptimo” estado de salud del gobernador.

A finales de septiembre de 2012, durante las festividades del natalicio de José María Morelos y ante la presencia del entonces presidente Felipe Calderón, el gobernador Fausto Vallejo presentó un desvanecimiento en público, el cual fue argumentado como el cansancio por el esfuerzo de casi tres días de visita oficial del presidente de la República.

El jefe del ejecutivo estatal no soportó una caminata de 300 metros a paso rápido. En un momento determinado se desvaneció y apenas alcanzó a ser sostenido por personal de la ayudantía. El brazo izquierdo lo alcanzó a sujetar el alcalde de Morelia, Wilfrido Lázaro Medina, y ello evitó que el gobernador se fuera de bruces. Los festejos del natalicio de Morelos los observó el presidente Calderón revisando su celular desde el balcón central del palacio de gobierno, ante la ausencia del gobernador anfitrión, quien intentaba inútilmente reponerse.

Tras el desvanecimiento, las actividades en público del jefe del ejecutivo estatal fueron limitadas y se restringió la agenda de trabajo del gobernador en cuanto a giras por diversos puntos geográficos de la entidad, según trascendió entre fuentes cercanas al gobernador. Se agendaron actos públicos no mayores a 15 minutos, solamente dos veces al día, tres días a la semana. A medida que el gobernador revisaba la posibilidad de retirarse en busca de su salud, en Tierra Caliente la población se comenzó a armar.

Las principales funciones de mando dentro de la estructura del gobierno estatal ya las venía haciendo el secretario general de gobierno, Jesús Reyna García, quien por ministerio de ley podría suplir la ausencia del gobernador hasta por un periodo de 30 días. La salud del gobernador Fausto Vallejo se fue debilitando inversamente proporcional a los rumores de su renuncia al cargo.

Fue el propio Jesús Reyna García, quien el 16 de abril de 2012 hizo público el anuncio de la ausencia del gobernador de Michoacán, luego de ser hospitalizado en una clínica particular de la ciudad de México. La oficina de prensa emitió ese día un comunicado atribuido al propio gobernador, anunciando la separación al cargo.

En su momento, trascendió que el principal motivo de hospitalización del gobernador fue un proceso de retención de líquidos, manifestado en extremidades inferiores, pero que según la versión oficial no representaba mayor riesgo para la salud del mandatario local. Incluso se mencionó la posibilidad del regreso en una semana.

La razón de la ausencia del gobernador Vallejo, dijo a su vez Jesús Reyna. obedece a una complicación postoperatoria de una hernia que no fue bien cuidada por el propio mandatario estatal. Confió, el que fuera encargado del despacho del gobernador, que Vallejo Figueroa podría estar de regreso en su cargo en un lapso de 10 días.

Todas las versiones estaban alejadas de la realidad. Ningún funcionario se condujo con honestidad en sus declaraciones, todos torcieron la verdad. A la fecha no se sabe con certeza la razón del deterioro de la salud del gobernador Fausto Vallejo, aunque la versión que ha salido del hospital en donde fue intervenido habla de un trasplante de hígado. El estado de salud del gobernador fue uno de los secretos mejor cuidados de Michoacán, Igual que el financiamiento de los grupos de autodefensa.

Una vez que el gobernador Fausto Vallejo dejó su encargo público, en la zona de Tepalcatepec se comenzaron a reunir grupos de ciudadanos que se dijeron hartos del índice de violencia que se vive en esa parte del estado, sumado al abandono de las autoridades estatales, de quienes nunca recibieron respuesta a la petición de mejoras a sus comunidades. El grupo que se autodenominó como Consejo de Autodefensas de Michoacán, comenzó a buscar la forma de armarse y defender su patrimonio. Lo encabezó José Manuel Mireles, Hipólito Mora y Estanislao Beltrán.