Por. J. Jesús Lemus
Lety “N”, de 13 años de edad, oriunda de Huauchinango, Puebla, tuvo mucha suerte. La reacción rápida de sus padres permitió arrancarla de las manos de una red de tráfico de personas que pudo haberla incrustado en el mercado sexual o en el obscuro mundo de la pornografía infantil. El caso de Lety tuvo un desenlace feliz a diferencia de los otros 457casos registrados en lo que va de este año en todo el territorio nacional.
De acuerdo con la FGR, a través de la Fiscalía Especial para los Delitos de Violencia contra las Mujeres y Trata de Personas (FEVIMTRA), el tráfico de personas va a la alza en el país. Y este año se apunta como uno de los de mayor incidencia, pues solo en el primer semestre de este 2025 se rebasó la cifra de averiguaciones previas iniciadas en relación con las integradas por ese delito durante el 2024.
La trata de personas tiene su epicentro en nueve municipios de los estados de Puebla y Tlaxcala, en donde en promedio se registran por mes dos casos de robo de personas, principalmente mujeres indígenas menores de 20 años, de las que en su mayoría no se vuelve a saber de ellas. Las que han sido ubicadas han sido encontradas bajo explotación sexual en la ciudad de México, Tijuana, Morelia, Guadalajara y Monterrey.
Fuentes de Justicia del Estado de Puebla no descartan la posibilidad de que algunas de las mujeres y niños, que son sustraídos por una bien organizada banda de tráfico de personas, pudieran terminar más allá de la explotación sexual, en la maraña de la pornografía infantil o el turismo sexual en algún destino de playa del país.
Los municipios que se apuntan en cuanto a las cifras de desaparición, bajo la presunción de la trata de personas son Zacatlán, Huauchinango, Acatlán de Osorio, Izúcar de Matamoros, Teziutlán, San Martin Texmelucan, Tepeaca, y El Seco, en Puebla, así como Tenancingo, en Tlaxcala, municipio considerado por los propios vecinos del lugar como “la cuna de la trata y la prostitución”.
Pero no solo en Puebla y Tlaxcala es donde se registra la creciente incidencia de desaparecidas por trata de personas. El fenómeno se extiende, de acuerdo a las estadísticas de la FGR, a otras entidades del país. En Chiapas, Estado de México y el mismo Distrito Federal, el número de averiguaciones por trata de personas ha ido a la alza en lo que va de este año.
De todas las averiguaciones previas que ha integrado la FEVIMTRA, solo en 67 casos se ha dado con el paradero de las víctimas. 35 fueron encontradas en condiciones de explotación sexual, 24 adentradas en la pornografía infantil, 7 en condiciones de explotación laboral, y otra siendo explotada laboral y sexualmente. De todas las victimas rescatadas 43 son menores de edad.
De esas averiguaciones previas que la FGR ha podido integrar, solo se han consignado ante un juez competente 17 de ellas. A la fecha solo hay 3 detenidos por trata de personas, aunque la organización no gubernamental Unidos Contra la Trata establece en sus estadísticas que un total de 30 agresores se encuentran procesados, en diversas cárceles, en espera de una sentencia que podría ir de 30 a 40 de cárcel.
La organización Unidos Contra la Trata, establece la gravedad de la trata de personas al referir dos simples cifras: el 85 por ciento de las víctimas de explotación sexual que se detectan en el país son mujeres menores de 15 años, en tanto que el restante 15 por ciento son niños también menores de edad, lo que apunta hacia el creciente mercado del sexo con menores de edad.
Para la Red por los Derechos de la Infancia en México, la trata de personas va a la alza debido al uso de las redes sociales por parte de los menores, los que son fácilmente enganchando por las redes del crimen organizado, que allí encuentran su principal “fuente de abastecimiento de materia prima”.
El modus operandi de los enganchadores –explicó el especialista- es casi siempre el mismo: comienza por contactar a sus víctimas, compartiendo sus gustos y aficiones. En la mayoría de los casos se hacen pasar por personas del mismo sexo y la misma edad. Cuando se ganan la confianza del niño o la niña hace una cita y de allí los menores son secuestrados y trasladados a la mayor distancia posible del lugar de origen, para someterlos por medio de la violencia y las amenazas.
Fallas del sistema
En la mayoría de los casos de trata de personas, el sistema judicial es el que opera a favor de las redes de tráfico de personas. Las denuncias por desaparición de personas en pocas veces son atendidas de manera inmediata. Tienen que pasar horas y a veces días para que en las agencias del ministerio público se reciba la querella, se integre la averiguación previa y se inicie con la investigación.
A veces la falta de capacitación de los agentes del ministerio público, que siempre toman con recelo las denuncias de desaparición de personas -pese a la existencia de fundadas razones para acusar el delito de trata de personas-, es la causa principal para que no se emita en tiempo y forma la Alerta Amber, diseñada internacionalmente para evitar la sustracción de menores de sus lugares de origen.
El caso de Lety refleja el grado de incapacidad de las autoridades ministeriales. Cuando los padres de la menor acudieron a interponer la denuncia por la desaparición de la niña, el ministerio público recibió la denuncia dos días después, pero integró la averiguación con el número de oficio correspondiente al robo de una gallina. Por eso no se aplicó nunca la Alerta Amber, lo que dejó a la niña expuesta por una semana a la acción de la red de trata de personas que la mantenía en su poder.
En otras ocasiones, reconocen activistas de los municipios en donde se concentra este delito, los casos de trata no son clasificados como tales porque los agentes del ministerio público del fuero común, debido a la poca preparación profesional, no saben identificar los elementos constitutivos del delito. En Puebla, Tlaxcala y Estado de México es necesaria a veces la intervención de las Organizaciones no Gubernamentales para orientar a los ministerios púbicos en la integración de la investigación.
Con la mirada perdida
No es difícil reconocer a las mujeres mayores de edad que son víctimas de trata, sometidas a la explotación sexual. Casi siempre son como autómatas –explica un activista de derechos humanos en Tlaxcala-. Se les ve con la mirada perdida. No hablan y siempre están con miedo. Son mujeres que están muriendo todos los días porque no tienen forma de salir de la prisión y el infierno en la que viven.
Las victimas de trata, por lo general viven en casas de seguridad y en hoteles bajo el control de las redes de tráfico de personas. De acuerdo al activista que pidió la omisión de sus datos, el desmedido crecimiento de moteles a pie de carretera es signo inequívoco de esa actividad. Por eso refirió que en los municipios de Puebla y Tlaxcala, en donde se considera la sede nacional de tratas, ha aumentado considerablemente ese tipo de establecimientos.
Solo en el corredor de la carretera Puebla-Tlaxcala, en un tramo de 60 kilómetros, se contabilizan 53 moteles de paso, algunos de ellos en obra negra, los que prestan sus instalaciones al mejor postor, por sumas que van desde 50 hasta 500 pesos. Esos son los sitios que utiliza la red de trata de personas que opera en esa parte del país, con mujeres sustraídas de otras entidades de México.
Las víctimas de explotación sexual, dijo Samanta, una mujer sustraída de Chiapas desde hace 10 años, están obligadas a atender en forma diaria de 35 a 40 clientes. Todos ellos son llevados por parte de un miembro de la red hasta su habitación. Ella cobra 200 pesos por cita, y de lo que logra recabar en un día nunca ha visto un solo peso. Le pagan con el hospedaje, la comida y la protección de su persona.
Pero los clientes que logra la red de tráfico no solo tienen la preferencia de mujeres de más de 30 años, como es el caso de Samanta. Hay clientes que prefieren menores de edad. Otros, son clientes especiales, los que no se limitan en el costo de los servicios, los que piden mujeres menores de edad, a veces niños, los que también se suministran en esta parte del país.
La cultura del Padrote
En Tenancingo, Tlaxcala, la explotación sexual y la trata de personas, es una tradición. Es parte de una cultura arraigada que se quiere amparar en los usos y costumbres de los pueblos naturales. A la mayoría de los niños se les predestina a ser Padrotes aun antes de saber que están en el mundo. Existe un rito para que los hombres en ciernes tengan poder sexual sobre las mujeres.
El Chaman de la comunidad es el iniciador de la cultura de la explotación sexual. La tradición marca que el recién nacido debe someterse a una iniciación: con apenas unos cuantos meses de edad, se le deja sin bañar por espacio de dos semanas a un mes. El niño es llevado a una ceremonia privada en donde se le limpia con algodón la costra acumulada en sus genitales.
Hay oraciones y rezos, claveles rojos para a pasión. Las ramas de pirúl y el incienso recorren el cuerpo del menor. Lo alejan del mal y lo acercan a las bondades de la vida. La costra de los genitales es tratada con un ritual que tiene que ver con la luna llena y mezclas de aceites especiales. Luego esa costra convertida en bálsamo especial se unta en el ombligo del menor. El niño está listo para atender sexualmente a cuanta mujer pueda tener, cuando alcance el uso de razón. Se le formó como un padrote que está obligado a mantener todo un harem bajo su control, aunque por la fuerza. Así nace otro proxeneta.
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