EUA los mexicanos, perseguidos; en México, los norteamericanos viven “A Cuerpo de Rey”

Por. J. Jesús Lemus

Frente a le embestida que sufre la comunidad migrante mexicana en Estados Unidos, se alza intocada la sociedad migrante norteamericana en México. Son los otros migrantes, son los llamados “Baby boom”, los que gozan de privilegios, y que en los últimos años ha crecido en forma notable.

Ellos son el mejor ejemplo de la desigualdad de la migración. Son migrantes, pero no son pobres. Es la generación conocida como “Baby boom”, los chicos que nacieron después de la segunda guerra mundial, los que, pensionados, tras una vida de trabajo, han decidido pasar el resto de sus vidas en suelo mexicano, principalmente en destinos turísticos de alta cotización.

A ellos no les preocupa la política antinmigrante de su presidente Donald Trump. Ellos están bien amparados por la favorable política migratoria mexicana, que no solo les brinda una vida de tranquilidad en cualquiera de los destinos turísticos del país, sino que se les provee seguridad y servicios de calidad en todos los sentidos.

De acuerdo al investigador Omar Lizárraga Morales, de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), el fenómeno migratorio de la generación “Baby Boom”, es particularmente interesante, pues representa lo opuesto a la migración tradicional, que va del sur al norte, en donde la causa principal del movimiento poblacional, es la pobreza.

En el caso de los “Baby Booms” es a la inversa: el principal motor que empuja a la población de Estados Unidos a emigrar hacia el sur, es la abundancia; “este grupo poblacional está en una edad que les permite gozar del tiempo libre y de los recursos económicos para vivir fuera de su tierra de origen, dada su situación laboral de jubilados”.

A medida que ha crecido la población de jubilados en Estados Unidos, también en esa proporción se ha visto en aumento el número de migrantes norteamericanos que vienen a residir -de manera temporal o permanente- a México, en donde son mínimos los requisitos oficiales a cubrir para recibir el permiso de residencia permanente.

Las colonias de norteamericanos más importantes asentadas en México, donde gozan del privilegio de una atención minuciosa por parte de las autoridades locales, principalmente en materia de seguridad y servicios urbanos, son las de La Paz, Los Cabos y Loreto, en Baja California; San Miguel de Allende, en Guanajuato; Mazatlán, en Sinaloa, y Ajijic, Chapala, en Jalisco.

No existen estadística públicas y oficiales que indiquen la cantidad de migrantes norteamericanos asentados temporal o permanentemente en México, pero el doctor Lorenzo Meyer, historiador y politólogo, indica la posibilidad de que el número de estos migrantes llegue a más de un millón de personas.

En base a datos del último censo poblacional del Instituto Nacional de Estadifica, Geografía e Informática (INEGI), se estima, según el investigador Omar Lizárraga Morales, que la población estadunidense en México podría ser poco más del 0.97 por ciento del total de los habitantes del país, es decir casi un millón 251 mil 300 personas.

Esta cifra cobra dimensión si se considera el ritmo acelerado con que ha venido creciendo en los últimos años de norteamericanos residentes en nuestro país, en donde se estima que solo en Ajijic, en un periodo de 10 años, el número de residentes norteamericanos jubilados creció en una proporción de casi el 581 por ciento.

En Los Cabos el crecientico sostenido de norteamericanos residentes se ubica en más de un 308 por ciento, en los últimos diez años; en San Miguel de Allende la población migrante norteamericana ha crecido en más de un 47.7 por ciento, en tanto que en Mazatlán, solo en dos años, los migrantes norteamericanos han crecido en más de un 95 por ciento.

México, un Paraíso

Donna es una migrante que decidió venir a radicar a la Paz, Baja California, alentada por el calor, no solo de las playas, sino de la gente. “Aquí -dice- el clima es muy placido y la gente es muy amable”. No ha tenido nunca un solo conflicto por su condición de migrante. No hay autoridad que la moleste, toda la gente con la que trata, es muy amable con ella. Y ella se siente querida.

Desde hace más de cinco años radica en La Paz, y ocupa la mayor parte de su tiempo en predicar “la palabra de Dios”. Ella es representante de la congregación religiosa Testigos de Jehová, y asegura que “la tranquilidad que se vive en esta tierra es propicia para difundir el mensaje de paz escrito en la Biblia”.

Puede que haya violencia en el país, pero ella no se preocupa por eso. En la zona residencial exclusiva en donde vive al lado de su esposo, el gobierno municipal de La Paz, les ofrece seguridad permanente: una patrulla de la policía local se mantiene en constantes rondines, para hacer de la parte sur de la ciudad una de las zonas más seguras.

Fred, es otro de los 22 mil migrantes del norte que han decidido pasar el resto de sus vidas en el clima cálido de La Paz. Es un jubilado que decidió dejar de lado su actividad burocrática para dedicarse a la pesca y a la vida contemplativa. Su pensión de jubilado le garantiza una vida holgada en esta parte del país.

No habla de política. Dice que es algo que se han prometido a sí mismo. Por eso el prefiere hablar del mar, de las ballenas y de los tonos azules que se confunden a la distancia, en donde el mar y el cielo parecer ser uno solo. Califica las playas mexicanas como una bendición de Dios, que en suerte a él hoy le toca disfrutar.

Desde que llegó a México, hace más de seis años, no le ha tocado vivir ningún incidente de inseguridad. Lo más cerca que ha estado de la violencia que se vive en México, son las imágenes que a veces transmiten los noticieros de televisión. Reconoce que la autoridad hace bien su trabajo al proporcionar la vigilancia necesaria para todos los habitantes.

…Y sí, es un Paraíso

El paraíso que ven en México, los migrantes norteamericanos, no solo es por las condiciones de seguridad que se le brinda a esa comunidad por parte de las autoridades locales. De acuerdo Lizárraga Morales, “los principales factores de atracción para los estadounidenses (que se deciden a vivir en México) son el bajo costo de la vida y los bajos impuestos de las propiedades”.

Sumado a esas condiciones también destacan los servicios urbanos que ofrecen en todas las localidades donde se asientan las colonias de migrantes norteamericanos, en donde los gobiernos municipales de La Paz, Mazatlán, Chapala y San Miguel de Allende, cuentan con programas especiales de atención a ese grupo residente.

En Chapala, por ejemplo, existe una oficina municipal de atención a la comunidad norteamericana, mientras que, en San Miguel de Allende, la dirección de seguridad pública ha diseñado un programa de atención turística especial para las necesidades de vigilancia de la comunidad estadunidense, la que cuanta con dominio sobre casi el 72 por ciento de la propiedad inmobiliaria del municipio.

En Mazatlán, el gobierno municipal ha dispuesto de una serie de enlaces de comunicación oficial de la colonia de migrantes norteamericanos con el gobierno local, a fin de atender los reclamos de ese grupo poblacional, tal como también ocurre en La Paz, donde el gobierno municipal cuenta con un módulo permanente de atención de quejas de los residentes norteamericanos.

Como México no hay dos

Tras lamentar la decisión del presidente Donald Trump, de querer repatriar a la comunidad migrante mexicana, Mary, una californiana de la zona de Napa, dice que “ojalá el presidente de Estados Unidos valore la fuerza de trabajo de los mexicanos y desista de sus intenciones”.

Ella misma se sabe migrante en México, y reconoce que el trato que ha recibido de la autoridad y la población desde que radica en Loreto “es increíble”. Asegura que “como México no hay dos” y eso es porque “los mexicanos son gente buena, y solo les gusta trabajar y trabajar”.

En esa misma tesitura también opina Ted, un pensionado de California que ya tiene más de 11 años en México, en donde asegura que ha pasado los mejores años de su vida. “Nunca nadie me molesta, la gente es muy buena conmigo, y en el gobierno mexicano solo me han tratado de manera increíble”. Por eso hace una cara de enojo cuando recuerda la política del presidente de Estados Unidos.

George se siente tan mexicano, luego de 10 años de residencia en La Paz, que ha decidido castellanizar su nombre. Ahora se hace llamar Jorge. Sonríe. Dice que el clima de calma que se vive en suelo mexicano -al menos en la zona costera de la Baja California- es envidiable. Él mismo se siente envidiado por sus amigos cuando les manda fotos de la playa de La Paz.

Le gusta hacer que lo enviden sus amigos y familiares, dice mientras suelta la carcajada; por eso les manda fotografías de cómo lo pasa en México. Asegura que no se cansa de recomendar a sus pensionados que se vengan a vivir a México, en donde el clima es bueno, pero el trato de la autoridad y de los mexicanos es aún mejor.