Así se asentó el narco en Michoacán… el origen de la crisis de seguridad

Por. J. Jesús Lemus

El narcotráfico no es un tema nuevo en Michoacán. Pese a que en los últimos veinte años se ha dado la mayor manifestación de la presencia del crimen organizado en la entidad, los orígenes de este problema datan de la primera mitad de la década de los cuarenta. La historia se remonta al nombre de Gervasio Valencia Pantoja, un campesino de la comunidad de Dos Aguas, población enclavada entre los municipios de Aguililla y coalcomán.

Valencia fue el primero en organizar a los campesinos de las zonas olvidadas de Michoacán, principalmente de los municipios de Apatzingán, coalcomán, Aguililla y Tepalcatepec. Los inició en la siembra de enervantes para su trasiego: fue la única alternativa que tuvieron esos pobladores del sur de la Tierra caliente para remontar su condición de extrema pobreza. En 1942 el estado era gobernado por el general Félix Ireta Viveros, amigo personalísimo del general Lázaro cárdenas del Río.

Gervasio Valencia había llegado a la zona procedente del centro del país, posiblemente del estado de Guanajuato; se asentó en la comunidad de Dos Aguas, donde formó una familia. A los años de establecido, ante la pobreza reinante en la región y la falta de empleo, emigró con la intención de llegar a Estados Unidos como miles de michoacanos que se incorporaron al Programa Bracero para suministrar mano de obra a la economía estadounidense que encaraba la Segunda Guerra Mundial. Pero Valencia nunca llegó a la Unión Americana: se asentó en Sonora, donde trabajó para un hombre llamado carlos Moy, descendiente de chinos que era el encargado de una tienda de artículos de lujo en Hermosillo, propiedad de la familia del empresario Juan Lung Tain.

El carácter arrebatado del michoacano Valencia, que, dicen, no era dejado, hizo que carlos Moy le asignara primero la seguridad de la tienda, después lo designó encargado de su seguridad personal y posteriormente le encomendó el resguardo de su familia. Moy tenía intereses más allá del comercio lícito, de acuerdo con el historiador Ricardo Ramírez Montañana: en la zona fronteriza de ciudad Juárez formaba parte del primer cártel de drogas en México, liderado por Sam Hing, quien controlaba las lavanderías, cafeterías y restaurantes de Sonora, Sinaloa, chihuahua y Baja california, donde se comercializaba y fumaba opio, heroína, mariguana y cocaína. Valencia Pantoja se incrustó en su círculo de confianza. En ese grupo estaban, además del michoacano, varios descendientes de chinos como Rafael Ling Molina, carlos Moy, Manuel chon, Manuel Sing y Sam Lee, todos bajo las órdenes de Sam Hing.

Allí conoció Valencia el negocio de las drogas. Se olvidó de trabajar en las cafeterías de los chinos: le ofrecieron comprar la mariguana que produjera en Michoacán. Financiado y motivado, decidió emprender su propio negocio. Se estima que a principios de 1945 regresó al estado con un puñado de semillas de mariguana y amapola; tenía la firme intención de sembrar para suministrar a los chinos. La parte serrana de la comunidad de Dos Aguas, municipio de Aguililla, fue testigo del nacimiento de la industria del narcotráfico en el sur del país.

El gobierno estatal en la época de Félix Ireta Viveros se circunscribía a atender las necesidades de las cinco poblaciones principales de Michoacán: Morelia, Uruapan, La Piedad, Zamora y Zitácuaro. A los ojos del gobierno revolucionario no había nada más allá que mantener a buen recaudo a la población urbana, la que era escuchada en sesiones públicas por el propio general cárdenas. La población de las comunidades rurales del estado no figuraba entre las prioridades de los gobernantes.

Las primeras cosechas de mariguana y amapola en la zona de Tierra caliente se levantaron casi en la misma época en que arribó al gobierno estatal José María Mendoza Pardo, un civil inoperante y corrupto cuyo mérito era tener la amistad incondicional del presidente Ávila camacho; sucedió en el cargo al general Ireta Viveros. Al amparo de Mendoza Pardo el cultivo de mariguana y amapola, cuya siembra comenzó a promover Valencia Pantoja entre algunas de las familias de la comunidad de Dos Aguas, dejó de hacerse a hurtadillas.

El gobierno de Mendoza Pardo enviaba de manera frecuente una partida militar sólo para “cobrar la plaza” por el cultivo de mariguana y amapola, toda vez que los dedicados a esa actividad utilizaban predios propiedad del gobierno federal. En esa parte del estado aún no llegaba la reforma agraria y la mayor parte de la sierra era propiedad de la nación, razón por la que el gobierno estatal cobraba el uso del suelo sin importar el tipo de cultivo generado.

Los seguidores de Valencia pagaban sin discusión la cuota fijada en 20 pesos por hectárea sembrada. La producción comenzó a generalizarse ante la omisión del gobierno estatal; Valencia y un puñado de familias michoacanas comenzaron a suministrar mariguana y amapola al cártel chino. Para garantizar el libre tránsito de los camiones cargados con droga hacia el norte, Valencia Pantoja pactó con los mandos militares locales, los que les cobraban la plaza o el uso del suelo: a cambio de pasar sin dificultades entregaban la décima parte de la cosecha de mariguana a la zona militar de Morelia. Ello era independiente del pago que se hacía al gobernador Mendoza Pardo.

La pobreza en que vivía la gente de las comunidades del sur de Michoacán y la posibilidad de una buena remuneración hicieron que otros jefes de familia, alentados y financiados por Valencia, se iniciaran en el cultivo de enervantes. Siguieron adueñándose de los terrenos cerriles, por los que seguía cobrando el gobierno estatal. Las cosechas de mariguana eran compradas directamente por el propio Valencia; él buscaba la forma de hacer llegar las cargas al norte del país. La ausencia de vigilancia oficial facilitó el trasiego de mariguana de Tierra caliente hacia el estado de Sinaloa.

En el norte las cosas cambiaron a principios de la década de 1950. El cártel chino que lideraba Sam Hing comenzó a decaer; una agrupación local, asentada en la zona urbana de ciudad Juárez, se hizo con el mercado de drogas. Quienes asumieron el control en chihuahua, Sinaloa y Sonora eran conocidos como la Banda de la Nacha, un grupo delictivo que a principios de 1930 se conformó en torno al matrimonio de Pablo González e Ignacia Jasso; empezaron como regenteadores de prostitutas y vendiendo alcohol a los estadounidenses que llegaban a la frontera de ciudad Juárez, para evolucionar después al tráfico de drogas.

como en todas las empresas, la mujer era la más diligente. Mientras Pablo González, dado a la vida de farra, se pasaba los días en la cantina buscando amor rápido, Ignacia Jasso atendía con esmero el comercio de drogas al menudeo en su propio domicilio. Pronto el narcomenudeo —que se afianzó con la demanda de los soldados estadounidenses que cruzaban la frontera— desembocó en una red de compra, trasiego y venta de estupefacientes desde y hacia otros puntos del país.

La Banda de la Nacha pronto comenzó a operar como un cártel: se enfrentó al de los chinos y se apropió del mercado de las drogas no sólo en chihuahua, sino también en Sinaloa y Sonora. La Nacha comenzó a controlar el tráfico de narcóticos en ciudades como Mazatlán, Los Mochis y culiacán, donde disputaba el dominio de la siembra y venta de mariguana a Pedro Avilés Pérez, quien controlaba a los grupos de Gil caro, Manuela caro y Rafael Fonseca. Pronto los productores de mariguana y amapola en Michoacán cambiaron de destinatario sus cosechas: dejaron de vender a los chinos y el trato fue directo entre Gervasio Valencia Pantoja e Ignacia Jasso.

En 1952 murió Gervasio Valencia. como si se tratara de una excepción, tal vez por ser el primer capo michoacano de las drogas, falleció en su cama; lo afectó una lesión en la cabeza, sufrida al caer de su caballo. Sus hijos heredaron el negocio. Ignacia Jasso también murió; el control del cártel de Juárez pasó a manos de su nieto Héctor González, al que le decían el Árabe. Tras la muerte de Ignacia, los hijos y sobrinos de Valencia siguieron vendiendo la mariguana cosechada en la sierra michoacana al heredero del cártel juarense, hijo de Pablo González Jasso.

La familia Valencia, como se reconocían Juan, Antonio y Luis, los tres hijos de Gervasio, y sus sobrinos Jesús y Martín, comenzó a comprar toda la producción de mariguana de la zona serrana de la Tierra caliente. Sus tratos con el Árabe duraron poco más de diez años: hacia 1962 los Valencia tenían pleno dominio de la producción de mariguana y amapola en Michoacán. Nadie sembraba ni cosechaba sin el permiso de los Valencia.

Entre 1962 y 1982 —la veintena dorada, como se conoce en Michoacán a ese lapso de tiempo por el auge económico que se registró en las poblaciones remontadas en la sierra—, de acuerdo con datos del periodista Francisco castellanos, se estima que más de 90 por ciento de los habitantes de las comunidades asentadas en las zonas de la sierra nahua y Tierra caliente se dedicaban a la siembra y cultivo de mariguana.

La familia Valencia dejó de tener control sobre la producción y en consecuencia gran parte de la mariguana y amapola michoacanas dejaron de ser exclusivas para el cártel de la Nacha. En ese periodo aparece en la entidad la era de los “minicárteles”, grupos de familias dedicadas a la siembra y trasiego de droga, que vendían su cosecha al mejor postor.

De acuerdo con un estudio del maestro en economía e investigador Guillermo Vargas Uribe, estos “minicárteles” produjeron, sólo en el terreno de la mariguana, más de cinco millones de toneladas en los últimos 20 años, generando en promedio 250 mil toneladas de droga cada año. Esas cantidades representan más de 5 mil millones de pesos para los productores, según el documento “Michoacán en la Red Internacional del Narcotráfico”.

Por eso muchos “minicárteles”, formados por familias completas, dejaron de vender sus cosechas de mariguana y amapola a la familia Valencia: siguiendo las reglas del libre mercado, optaron por buscar a sus compradores fuera del estado, a fin de incrementar el rango de utilidad. La fama de la mariguana y la amapola michoacanas pronto cobró renombre entre los narcotraficantes de otras entidades; comenzaron a arribar agentes compradores.

El primer grupo que dejó de vender su producción de mariguana a la familia Valencia fue el que integraron las familias lideradas por Tito chávez, José Luis Mendoza y José González: por decisión propia, buscaron un mejor precio a sus cosechas y pudieron contactar con un grupo de compradores de Sinaloa, encabezado por Jaime Herrera Nevárez, quien se disputaba el control de la comercialización de drogas en ese estado con su paisano Pedro Avilés Pérez. El grupo de sembradores dirigido por Herrera Nevárez no quería hacer tratos con el Árabe, al que consideraban sanguinario; Avilés terminó finalmente por ganar el control del trasiego de drogas en Sinaloa, el que estaba en manos del cártel de la Nacha.

La familia Valencia no tuvo más alternativa que comenzar a vender sus cosechas al naciente cártel de Sinaloa, pero la producción que aportaban ya representaba casi 30 por ciento de la siembra total del estado; los “minicárteles” seguían vendiendo la droga a compradores independientes que llegaban a Michoacán. A fin de poner orden y respaldar a los Valencia, Pedro Avilés mandó a un grupo de negociadores y gatilleros para que reencauzaran el comercio de mariguana y amapola a través de la familia Valencia.

Encabezaban el grupo de sinaloenses enviado a Michoacán Ernesto Fonseca carrillo, Eduardo Fernández, Manuel Salcido Uzeta y Humberto Rodríguez Bañuelos. Su misión era convencer a los “minicárteles” para que vendieran sus cosechas a la familia Valencia, la que finalmente suministraría al naciente cártel de Sinaloa. Fonseca carrillo y Fernández se asentaron en Guadalajara porque no les gustó el clima de la Tierra caliente; los dos agentes que recorrieron la región haciendo e imponiendo su ley fueron los compadres Manuel Salcido, el Cochiloco, y Rodríguez Bañuelos, la Rana.

La elevada producción de mariguana en Michoacán inf luyó de alguna manera en que a principios de la década de 1980 se afianzara el cártel de Guadalajara, que hacía la conexión entre los estados del sur productores de droga con los comercializadores del norte; en él, bajo las órdenes de Ernesto Fonseca, operaban Miguel Ángel Félix Gallardo, Juan Ramón Mata Ballesteros, Javier Barba Hernández, Rafael y Juan José Quintero Payán, Pablo Acosta Villarreal, Juan José Esparragoza, Joaquín Guzmán Loera, Ramón, Eduardo y Benjamín Arellano Félix, Amado carrillo Fuentes y Rafael caro Quintero.

Al Cochiloco se le atribuye ser el visionario que planteó utilizar el entonces recién creado puerto de Lázaro cárdenas para comercializar drogas de colombia hacia Estados Unidos; este comenzó a operar en abril de 1973, durante la gubernatura del priísta Servando chávez Hernández. cuando el Cochiloco anduvo por los caminos de Michoacán, hacia 1974, comenzó a maquinar un plan que no tardó en poner en marcha: con el aval de Pedro Avilés contactó al colombiano Pablo Escobar Gaviria, le ofreció comprar 20 toneladas de cocaína mensualmente y se hicieron socios. Punto medular del plan era el control de las operaciones en el nuevo puerto michoacano.

Hacia mediados de 1974 carlos Torres Manzo, el nuevo gobernador del estado, motivado y apoyado por Mario Moya Palencia, secretario de Gobernación, estableció un pacto con el cártel de Guadalajara: otorgó a sus miembros plena movilidad por la costa del Pacífico michoacano. Decidió no interferir en los negocios del narco si éste no interfería en la alteración del clima social. Entre el estudiantado michoacano se agitaba el reclamo no sólo por el rechazo a la matanza del Jueves de corpus de 1971, que aún estaba latente, sino por la insistente presencia de agentes de la temible Dirección Federal de Seguridad (dfs), que se mantenían atentos a las reuniones estudiantiles. Existía el temor de que el cártel de Guadalajara financiara una guerrilla a los estudiantes en movimiento.

Michoacán fue un foco rojo para la Secretaría de Gobernación desde los primeros meses de 1971, cuando se detectó la integración de la primera célula del Movimiento de Acción Revolucionaria (mar), conformada en su mayoría por estudiantes normalistas cercanos a la Juventud comunista mexicana; se decretó un seguimiento a los estudiantes que mantenían contacto con los profesores Fabricio Gómez Souza, Ángel Bravo cisneros y Ramón cardona Medel, organizadores del movimiento pro democratizador de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (umsnh). Para evitar la agitación, el gobernador Torres Manzo decidió dejar el paso libre al cártel de Guadalajara, a fin de que no suministrara armas ni dinero a los estudiantes. El naciente cártel que lideraba el joven Miguel Ángel Félix Gallardo aceptó el acuerdo.

La agitación estudiantil la había propiciado el gobernador Agustín Arriaga Rivera —que sólo buscaba agradar al presidente López Mateos y a su secretario particular, el michoacano Humberto Romero Pérez— luego del asesinato del alumno Everardo Rodríguez orbe tras ser secuestrado por elementos de la Policía Judicial estatal; fue controlada poco a poco por los gobernadores Gálvez Betancourt, chávez Hernández y Torres Manzo mediante la entrega de prebendas y posiciones políticas a los líderes estudiantiles de la umsnh. Luego del pacto con el cártel de Guadalajara para no suministrar armas a los estudiantes, Torres Manzo incluyó a decenas de estudiantes en la estructura de gobierno en función de sus posiciones de liderazgo. Al principal líder de 1974 lo encumbró como su secretario particular: ese fue el primer escalón político de Jesús Reyna García. conocedor a fondo de la estructura de las organizaciones estudiantiles en la entidad, se convertiría hacia 1980 en subprocurador general de justicia del estado.

con la omisión del gobierno estatal, la cocaína colombiana que llegaba a Michoacán a través del puerto de Lázaro cárdenas era transportada directamente hacia el estado de Jalisco por un grupo que especialmente fue enviado para ello; lo coordinaba el propio Joaquín Guzmán Loera, el Chapo, quien fue retirado de Guadalajara por los conf lictos que ya sostenía al interior del cártel con los hermanos Arellano Félix. El Chapo atendía las órdenes del Cochiloco, que era el contacto directo con Pablo Escobar. Para respaldar el trabajo del Cochiloco en Michoacán, el cártel de Sinaloa destinó un ejército de por lo menos 300 hombres armados, los que dieron apoyo y respaldo al cártel de los Valencia.

Las familias que encabezaban Tito chávez, José Luis Mendoza y José González comenzaron una pelea con la familia Valencia por la posesión de los terrenos serranos donde se sembraba la droga. Hasta antes de la llegada de los sinaloenses del Cochiloco, la mayoría de los sembradores de mariguana en Michoacán no usaban armas de grueso calibre para la vigilancia de sus predios, se limitaban al empleo de carabinas de chispa y pistolas de bajo calibre; pese a ello, el índice de homicidios comenzó a crecer notablemente en la Tierra caliente.

Las tasas de asesinatos a la alza alertaron al entonces gobernador cuauhtémoc cárdenas Solórzano, que ordenó un plan de atención inmediata para las poblaciones de la Tierra caliente. Tras las investigaciones realizadas por parte de la Policía Judicial del estado en torno a los asesinatos en ascenso en la zona, donde ya se hablaba de bandas de narcotraficantes en disputa, se comenzó a mencionar con insistencia un nombre: Rogelio Reyes Servín, un joven pistolero que pronto tuvo una fama de leyenda.