Por abandono oficial, los Migrantes víctimas del Fentanilo

Ese es un tema que en ninguna esfera de gobierno, ni de México ni de Estados Unidos, se quiere reconocer: que el abandono de los grupos migrantes a su suerte los ha convertido en mercado y blanco de consumo fácil de cualquier tipo de droga, especialmente el fentanilo

Tijuana, B.C. La migración del sur no es lo que parece, es un problema social mucho más profundo, que -en el extremo de la cadena de consecuencias que es-, los gobiernos de México y Estados Unidos han optado por ignorar la grave crisis humanitaria que ya está sucediendo.

En Tijuana, el cruce fronterizo más transitado del mundo, ya se observa hacia dónde va la crisis humanitaria de la migración. Aquí, este fenómeno está pasando de ser un problema de movilización irregular para convertirse en un problema de salud pública, a causa de las adicciones.

La población Migrante en Tijuana, víctima directa de los cárteles que promueven el fentanilo. Foto / J. Jesús Lemus.

Ese es un tema que en ninguna esfera de gobierno, ni de México ni de Estados Unidos, se quiere reconocer: que el abandono de los grupos migrantes a su suerte los ha convertido en mercado y blanco de consumo fácil de cualquier tipo de droga, especialmente el fentanilo.

Más información en El Sol de Quintana Roo

Para decirlo en otras palabras, muchos de los migrantes del sur, que llegan a suelo mexicano con la ilusión del sueño americano, terminan en las calles, absorbidos por el consumo de las drogas, el que los carteles facilitan con excepcionales ofertas.

Conseguir un pinchazo de fentanilo en las calles de Tijuana, principalmente en la zona aledaña al cruce fronterizo El Chaparral o en la zona centro, es lo más fácil del mundo. Si es la primera vez incursionado en el mundo de las drogas, le regalan las primeras dosis. Hasta cinco dosis corren por cuenta del dealer.

Gracias a la asistencia social de la población civil, los migrantes pueden al menos tener la forma de acceso a los alimentos. Foto / J. Jesús Lemus.

Si se trata de un consumidor recurrente, pero que aún mantiene la lucidez mental para entender el concepto de dinero, la dosis (una jeringa con 0.5 microgramos) llega a tener un costo de entre 100 y 250 pesos, dependiendo de la necesidad será mayor el precio.

Para aquellos consumidores que ya están perdidos en la adicción, no hay alternativa: cualquiera cantidad de dinero que les pueda exprimir el dealer, es suficiente para suministrarles una dosis de fentanilo, siempre y cuando lleven a otros consumidores.

El abandono oficial

La pregunta obligada sobre este tema es ¿cómo un inmigrante, que tenía el objetivo de alcanzar una vida mejor, es que termina como basura humana en las calles de Tijuana? La respuesta es simple: porque ni el gobierno mexicano ni el gobierno norteamericano cuentan con un plan de atención a las necesidades de la población migrante.

Ante la ausencia de políticas públicas de atención a migrantes, en México han tenido que entrar al quite organizaciones humanitarias de la sociedad civil, principalmente apéndices religiosos que hacen un gran esfuerzo supliendo la ausencia del gobierno, atendiendo necesidades de techo, alimentación, salud y seguridad de los migrantes.

Una escena recurrente, pinchazos de fentanilo en cualquier parte de la ciudad de Tijuana. Foto / J. Jesús Lemus.

El otros sector que ha entrado al quite para atender, por su propio interés, las necesidades de los migrantes, son los grupos de narcotraficantes que operan en todas las zonas fronterizas, como en la de Tijuana, donde por lo menos son tres (Los Chapitos, Jalisco Nueva Generación y Familia Michoacana) los carteles que tiene el control de la venta de fentanilo.

El presidente López Obrador, cada vez que toca el tema de la problemática migrante en México, reprocha la falta de responsabilidad del gobierno de Joe Biden, para invertir en la atención a los migrantes, pero el gobierno de la Cuarta Transformación tampoco hace la labor que le corresponde.

La población migrante fue abandonada por el gobierno federal. Foto / J. Jesús Lemus.

López Obrador que habla de lo que México hace para atender la crisis migrante, siempre habla de miles de millones de pesos invertidos en programas para atender las causas de la migración y evitar que los migrantes dejen sus localidades, principalmente en la zona de Centroamérica. Solo son cifras alegres.

En realidad, frente los miles de millones de pesos que se asegura se están invirtiendo en Centroamérica para contener la migración, el gobierno federal no destina un solo peso para pagar alimentación, techo, seguridad o salud de los migrantes. Esa es una responsabilidad que han asumido organizaciones civiles.

Iglesia Ancla

Ante el abandono de la población migrante, en Tijuana la Iglesia Ancla se ha echado una cruz a la espalda. Por decisión propia esa organización religiosa se ha dado a la tarea de salvar a niños y niñas y madres en riesgo. A los más débiles de la población migrante los están salvando de la calle y de las garras del narcotráfico.

Actualmente esta iglesia ha establecido tres albergues para migrantes que esperan mientras toman la difícil decisión de continuar buscando asilo en Estados Unidos o quedarse a vivir en Tijuana, pero que de ninguna manera pueden regresar a sus lugares de origen.

Jorge Vega, director del albergue Little Haití. Foto / J. Jesús Lemus.

Mientras los migrantes esperan, tienen asegurado un espacio seguro y de paz en cualquiera de los tres albergues de la llamada Little Haití, en donde pueden comer, ser atendidos médicamente, descansar y convivir, sin el riesgo que representa la calle. Hay un albergue para niños y niñas, otro para hombres solos y otro para familias completas.

El director de los albergues, Jorge Vega reconoce que la funcionalidad de esas tres casas de asilo, en realidad es mucho más que un simple albergue; “se trata de un sitio en donde los migrantes pueden sentirse a salvo de la amenaza de la calle”, y de los grupos antisociales que han visto en los migrantes su nuevo mercado de consumo.

“No solo es un albergue, es un remanso de paz, es un sitio de tranquilidad, un canto a la hermandad y solidaridad humana”, dijo una mujer de Guerrero –cuyos datos se protegen- que tuvo que salir huyendo de su localidad porque el Narco de la montaña la quería reclutar. Se le rozan los ojos cuando recuerda que tiene que seguir adelante. Ella se quedaría toda la vida a vivir aquí.

De ese tamaño es la gratitud de las mujeres que esperan en el albergue la Pequeña Haití. Nadie quiere pensar en el momento en que se tengan que irse de ese lugar. Todas quisieran quedarse a vivir allí. Dicen que les gustaría quedarse porque ven la felicidad y la tranquilidad en la que viven sus hijos.

Los niños migrantes están a salvo en el albergue de la Iglesia Ancla. Foto / J. Jesús Lemus.

No es un día especial, simplemente es un día más dentro del albergue. Jorge Vega ha llegado con su grupo de voluntarios, hombres y mujeres de gran corazón que llevaron pizza para los niños, hay aguas de sabores, música, juegos, una charla de alegría y un momento que se quedará cincelado en el corazón y memoria de los niños que se olvidan por un momento que son extranjeros en su propio suelo o emigrantes dentro de su propia América.

La calle de los capos

 “Afuera acecha el mal”… “afuera acecha el mal”, es una frase que Alfonso repite como si fuera un mantra. Mientras reza en voz baja se mece de atrás para adelante como si lo golpeara el autismo. En realidad lo que Alfonso está padeciendo es el síndrome de abstinencia. Tiembla y se le ve sudoroso. Rechinan los dientes con tal fuerza que parece que se le van a quebrar. Dice que escucha voces que le dicen que afuera acecha el mal.

Alfonso es un michoacano, de Zamora, que desde hace seis meses llegó a Tijuana con la intención de cruzar a Estados Unidos. Salió de su tierra huyendo del narco, el Cartel Jalisco Nueva Generación, que lo quería reclutar. No pudo lograr el pase a Estados Unidos. Alguien le ofreció una dosis de fentanilo, para amortiguar la angustia -le dijeron- y allí se quedó estancando.

Las calles de Tijuana, convertidas en picaderos públicos de fentanilo. Foto / J. Jesús Lemus.

Tiene momentos de lucidez. Alfonso cuenta cómo llegó a Tijuana con toda la esperanza del mundo para buscar el asilo político en Estados Unidos. Dice que se decepcionó mucho cuando vio que no había forma de alcanzar el mentado asilo. Nadie le orientó. Nadie le dijo qué hacer. Nadie lo ha escuchado en su petición principal.

Más bien le ofrecieron fentanilo y lo engancharon. Lleva –según sus cuentas- mucho tiempo consumiendo fentanilo. Puede que sea adicto desde hace cinco meses. Dice que al principio le regalaban la jeringa con la dosis suficiente para estar “hipnotizado” durante un día. Ahora cuesta 120 o 150 pesos la dosis. Pero la dosis viene rebajada.

Las últimas dosis que le han vendido, en las últimas dos semanas, ya no surten el efecto de antes. Ahora necesita dos jeringas para estar tranquilo todo el día. Dice que si no se pone las dos dosis en un día, las voces que escucha lo van a volver loco. Él tiene miedo quedarse solo con las voces, por eso todo el día pide limosna para poder comprar la droga.

Las bandas del Fenta

Oficialmente, para el presidente López en México no existe la producción de fentanilo. Dice que toda la droga de ese tipo que circula en México proviene de China. Desestima el esfuerzo comercial que hace el Cártel de Los Chapitos, el que –según datos de la DEA- es el principal productor de Fentanilo en México.

Un pinchazo de cortesía por parte de los carteles promotores del fentanilo. Foto / J. Jesús Lemus.

De acuerdo a fuentes policiales, en Tijuana, el Cártel de Los Chapitos, del que es líder Iván Archivaldo Guzmán, es el principal grupo que mantiene el control de venta al menudeo de fentanilo, y no solo en la zona fronteriza de Tijuana, también en Mexicali, Nogales y Piedras Negras.

La agrupación criminal de Los Chapitos o también conocida como La Chapiza, ha hecho de su mercado de consumo fácil a los grupos de migrantes, a los que –de acuerdo a un versión desde adentro del cartel- “es fácil llegarles por su estado anímico deprimido” por el abandono del que son objeto, en su intención de cruzar la frontera norte para alcanzar una mejor forma de vida.

Los pinchazos de fentanilo, al por mayor entre la población migrante. Un verdadero problema de salud. Foto / J. Jesús Lemus.

No hay un estimado oficial ni estadístico que hable al respecto, pero de acuerdo a aproximaciones desde el interior del cártel de Los Chapitos, solo en Tijuana y hablando solo de aquellas personas que llegaron a la localidad en condición de migrantes, se calcula que tienen un mercado de consumo de fentanilo que pudiera superar a las 10 mil personas.

En Mexicali, San Luis Río Colorado, Nogales, Piedras Negras y Ciudad Juárez, la población migrante, consumidora de fentanilo, en suma podría ser de más de 25 mil personas, de las que la mayoría de ellas llegaron a la zona fronteriza con el sueño de alcanzar una vida mejor, alejados de la violencia y la pobreza que vivieron en sus lugares de origen… No sabían que el infierno estaba en el norte.