Un buen trueque
Por. Diana Uribe
Qué sensación más fúnebre es irte despojando de tus pertenencias lentamente mientras te preparan para entrar a una sala de operación, sobre todo cuando es por salud y no por vanidad.
La primera vez, cuando para realizarme los implantes de senos, estaba consciente de qué era la muerte, pero ganó más la emoción de encontrarme con mi nueva versión, que según yo tendría más oportunidades en la vida, por lo que valiente acudí al procedimiento.
Me mintieron, como a muchas: que los implantes eran para siempre y hoy después de un largo peregrinar de no entender qué me sucedía, con graves malestares que causaron angustia y sufrimiento sabemos que no es verdad.
La segunda vez, cuando vuelves al quirófano para explantarte, estás en un estado de urgencia, gritando auxilio para recibir ayuda, que te quiten ese veneno atorado en tu pecho que podría causarte la muerte.
Para llegar a tomar esa decisión, pasaron años antes que tuviera mis primeros síntomas como el cansancio, depresión, ansiedad, ataques de pánico y otras situaciones con la salud que no entendía.
Mientras amamantaba a mi segundo hijo, descubrí mi primer implante duro, fue el derecho, poco tiempo después el izquierdo, así que me puse investigar qué podía ser.
Empecé con búsquedas en Google, después en Youtube y, ahí encontré a una chica argentina que hablaba del problema que le habían causado las prótesis de mama y a causa de eso había decidido explantarse.
¡Explantarse!, ¿Explantarse? ¡Ya eran mías, yo las pagué, son para siempre, eran parte de mi ! ¡No podía ser cierto!. Me dejé llevar por la vanidad y lo negué, después recapacité y atendí a mi instinto de supervivencia para buscar una solución a mi nueva realidad.
Mis niños eran pequeños y tuve tanto miedo de someterme a una cirugía y dejarlos sin mamá, además el costo de quitarlos era el triple que cuando me los puse, porque esta última era un procedimiento más minucioso y tardado.
En ese momento no contaba con la solvencia económica para hacer una inversión tan grande, había otras prioridades que atender y en ellas no estaba esa que venía arrastrando del pasado y de la que me acababa de enterar.
Fue una sorpresa mientras tanto mi cuerpo se estaba erosionando, tanto como mis emociones, que eran más que nada de culpa porque había tomado una mala decisión, que fue aumentarme la talla del brasier, en base a una tecnología médica reciente y en constante investigación.
¿Era mi culpa ?
Continuará…