Bajo el signo de la corrupción, Yazmín Esquivel aspira a la presidencia de la SCJN

Pese a sus aspiraciones, esta ministra de una las más cuestionadas por el affaire mediático que la puso en el ojo de la crítica cuando el escritor Guillermo Sheridan, en una publicación del portal Latinus, señaló a la ministra de haber plagiado su tesis con la que obtuvo su título profesional de licenciada en Derecho, por parte de la UNAM, allá por 1987

Yasmin-Esquivel

En el marco de la preparación de las primeras elecciones para renovar el Poder Judicial de la Federación, la ministra Yazmín Esquivel Mossa ha reiterado su decisión de aspirar a la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), lo que nadie podrá evitar. Ella es una de las propuestas de Andrés Manuel López Obrador para ese cargo.

Pese a sus aspiraciones, esta ministra de una las más cuestionadas por el affaire mediático que la puso en el ojo de la crítica cuando el escritor Guillermo Sheridan, en una publicación del portal Latinus, señaló a la ministra de haber plagiado su tesis con la que obtuvo su título profesional de licenciada en Derecho, por parte de la UNAM, allá por 1987.

La exposición de Yazmín Esquivel como una persona desleal con el principio de integridad, para nada le ha limitado en sus aspiraciones políticas. Ya una vez aspiró a la presidencia de la SCJN, y ahora –con el respaldo de toda la Cuarta Transformación- se perfila a llegar a esa posición a través del voto popular.

Del plagio a la presidencia

 El plagio de la tesis, como quedó establecido, sí ocurrió, y puede ser lo de menos. La ministra Yasmín Esquivel Mossa cuenta con evidencias manifiestas a lo largo de su andar público que la refieren socialmente como una persona con poca probidad para el cargo de máxima juzgadora federal, pero eso no le impide en sus aspiraciones.

Si bien es cierto que nadie tiene por qué cargar con la responsabilidad moral derivada de las conductas de otros, cuando se trata de la pareja se entra en un campo de mayor riesgo, por lo menos en el del compromiso y la especulación.

Ese es el caso de la ministra Yasmín Esquivel, la que mediáticamente ha sido cuestionada por la forma en que paralelamente a su carrera político-judicial su esposo ha logrado grandes beneficios a través de contratos de construcción del gobierno federal y del de la Ciudad de México.

Eso despierta la suspicacia: o el esposo de la ministra Esquivel se ha valido de la carrera político-judicial de ella, para hacer crecer sus negocios, o ella, la ministra Yazmín Esquivel, se ha valido de las relaciones económico-profesionales de su esposo, para hacer crecer su carrera judicial. Como quiera que sea, ninguna de las dos opciones es aceptable. Al menos no moralmente hablando.

¿Quién es el del poder?

El esposo de la ministra Yasmín Esquivel Mossa es José María Riobóo Martín, un empresario de la construcción, de los más consentidos del gobierno de la Cuarta Transformación, y no de ahora sino desde que Andrés Manuel López Obrador fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México.

Con esa amistad y desde entonces, Riobóo ha obtenido una serie de contratos de ejecución de obras que lo han enriquecido extraordinariamente. Son contratos que al menos éticamente son cuestionados por tratarse de designaciones directas, sin ningún tipo de concurso o licitación.

Pero más allá de esos contratos, resulta interesante cómo se han logrado estos, donde dos factores se han tenido que conjugar: la amistad de Riobóo con López Obrador y el cobijo que el gobierno de este le ha brindado a Yasmín Esquivel Mossa, al designarla ministra de la SCJN.

Sin dejar de considerar que en el cimiento de la amistad del empresario Riobóo y López Obrador no ha importado que aquel sea también amigo y socio del empresario constructor José Andrés de Oteyza, el presidente en México de la empresa española OHL, la constructora siempre presente en los contratos directos entregados durante la administración del presidente Enrique Peña Nieto, y también uno de los blancos favoritos del presidente López Obrador, cada vez que desde la presidencia de la República se señalaba la corrupción que imperó en el neoliberalismo.

No se debe pasar por alto que Yasmín Esquivel siempre ha sido una de las mujeres de mayor confianza de Marcelo Ebrard, tal vez uno de los principales depositarios de la confianza y el poder que en sí representa el propio López Obrador.

Embajador de Marcelo Ebrard

Cuando Marcelo Ebrard fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México, de diciembre de 2006 a diciembre de 2012, fue cuando Yasmín Esquivel alcanzó el mayor repunte de su carrera profesional; en 2009 Yazmín Esquivel fue nombrada magistrada del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal, siendo electa como presidenta de dicho tribunal para el periodo 2012-2015.

Con el apoyo de Enrique Peña, también cercano a Riobóo a través del constructor De Oteyza, Yasmín Esquivel fue reelecta en su cargo de presidenta, pero ahora. Del Tribunal de Justicia Administrativa de la Ciudad de México.

En ese lapso, mientras Esquivel fue encumbrada, solo en la administración de Marcelo Ebrard, al empresario José María Riobóo se le otorgaron un total de cinco contratos de construcción dentro de la Ciudad de México, todos en forma directa, sin licitar, por un monto total de 238 millones de pesos.

Esos contratos fueron para la ejecución de las obras Actualización del Proyecto del Periférico Arco Norte, Proyecto Ejecutivo Vial de Constituyentes-Reforma-Palmas, Construcción de 2 Kilómetros en la Conexión Luis Cabrera-Periférico Norte, Ampliación de la Línea 1 del Metrobús y la Construcción de un Subtramo en la Supervía Poniente.

Pese a que estos contratos deberían ser datos abiertos, las evidencias de la contratación no están Disponible a la consulta abierta, al menos no hasta el cierre de esta investigación, cuando en el Portal Nacional de Trasparencia se negó toda información referente.

Una mujer de izquierda empresarial

Las empresas con las que el empresario, esposo de la ministra Esquivel, se ha puesto al servicio de las obras públicas del gobierno no solo de López Obrador, sino también de sus más allegados, como Alejandro Encinas, Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum —incluso Miguel Ángel Mancera—, ganaron en el sexenio de López  cuando estuvieron al frente del gobierno de la Ciudad de México, es la firma Riobóo S.A., la que opera a veces directamente y en otras ocasiones a través de sus subsidiarias o divisiones Riobóo S.A. de C.V., Jorod S.A., Consultoría Riobóo S.A. de C. V., Ingeniería Riobóo S. A. de C. V., y Presforza Ingenieros S. A. de C. V., a través de las cuales se han logrado decenas de contratos millonarios.

Aun cuando el tema no es Riobóo y sus posibles actos de corrupción, vale la pena revisar cómo este empresario ha hecho crecer su fortuna y su imperio de la construcción a la par de la ascendente carrera judicial de su esposa Yasmín Esquivel.

Entre el 1 de enero de 2012 y el 12 de marzo de 2019 Yasmín Esquivel Mossa fue presidenta del Tribunal de lo Contencioso Administrativo del Distrito Federal, un cargo que le fue conferido en el último año de Marcelo Ebrard al frente del Gobierno de la Ciudad de México, en donde también influyó la cercanía que Yasmín Esquivel mantenía con la ministra Margarita Luna Ramos, a quien a la postre habría de suceder como ministra de la SCJN.

Ante de que las empresas de José María Riobóo fueran beneficiadas con millonarios contratos por parte del gobierno de Marcelo Ebrard, el mismo Andrés Manuel López Obrador, siendo aún jefe de Gobierno de la Ciudad de México, también le entregó en forma directa un total de 10 contratos de obras sin licitar.

Las obras por las que las empresas de Riobóo obtuvieron más de 400 millones de pesos fueron el Proyecto Ejecutivo para el Segundo Piso del Periférico, el Puente Vehicular de San Antonio, el Puente Vehicular de Lorenzo Boturini, el Puente Vehicular de Fray Servando y la Rehabilitación de la Avenida del Taller.

También se le entregaron las obras  la Construcción del Paso Deprimido en Avenida La Rosa, la Construcción de la Primera Etapa de la Ciclovía, el Levantamiento de las Gazas Elevada de Metrobús, el Proyecto del Puente de Los Poetas y la Construcción del Distribuidor Vial Zaragoza-Texcoco. Todas esas obras fueron ejecutadas entre 2002 y 2007.

Igual que con las obras entregadas en el Gobierno de la Ciudad de México, cuando el jefe de la administración era Marcelo Ebrard, las obras encargadas al esposo de la ministra Yasmín durante la administración de Andrés Manuel López Obrador fueron borradas del registro público de acceso a la información.

En el portal de la Plataforma Nacional de Transparencia, igual que al más viejo estilo de opacidad del viejo régimen neoliberal cuando se borraba la corrupción con otra capa de corrupción, no aparece ninguna referencia sobre las solicitudes de información que respecto de esos contratos se haya presentado.

Mañosamente está manipulada la plataforma para no poder acceder a los testigos de los contratos establecidos entre el Gobierno de la Ciudad de México y las empresas del constructor José María Riobóo.

Eliminan los rastros

De todas las obras con las que se ha beneficiado al esposo de la ministra Yasmín Esquivel, solo subsisten dos contratos en fuentes abiertas. Ambos fueron otorgados más recientemente —en 2022— por parte del gobierno de Claudia Sheinbaum. Uno de ellos es por 11 millones 755 mil pesos, y consiste en trabajos para la Adecuación del Proyecto Ejecutivo del Viaducto Especial Santa Fe.

El otro contrato que existe en fuentes abiertas es por 32 millones 427 mil pesos, y consiste en la Adecuación del Proyecto Ejecutivo de la Estación Terminal Observatorio. Nadie le exige rendición de cuentas a Riobóo, y aunque se le exija, cuenta con los suficientes mecanismos legales y de relación con el poder para esquivar esa responsabilidad. Lo mismo sucede con la ministra Yasmín Esquivel, ella también es inamovible.

La amalgama del poder económico y judicial que encarnan el empresario y la ministra es solo un ejemplo que nos ilustra la realidad que impera dentro del Poder Judicial mexicano: todos los ministros llegan a la cúpula del Poder Judicial como producto de un favor, y después protegen intereses personales, de grupo o de clase, de aquel o aquellos que los encumbraron, incluso de ellos mismos.