Me gusta -a veces- sentirme vivo,
Tener que vérmelas con el diablo,
Ese, que va dictando lo que escribo
Soplando las palabras con que hablo.

Me gusta, es compañía que muerde
Con dientes afilados de a pedazos,
Verlo en tardes grises que se pierde
Entre mis versos, cocidos a retazos.

Me gusta el diablo que me acecha
Cuando todo se vuelve a la calma:
Sus labios, su voz, que se aprovecha
De girones retorcidos que descarna.

Es un diablo dulce que me ronda,
Que me sigue, altivo, que atosiga,
Pelea, se incordia con mi sombra,
Que se duerme feliz en mi barriga.

Es el diablo con el que discuto
La estrofa, metáfora que escalda,
El mismo que deja en el hurto 
Rayones, letras en mi espalda.

Amo su celo, sus pasos de pezuñas
Sus huidas, tan vacías de equipaje,
Me duele la ausencia de sus uñas,
Sus besos en mis labios de tatuaje.

Me gusta el diablo, así, de bruces,
Con sus pies colgando de la cama,
Cuando puebla días con las cruces
De tridentes clavados en el alma.

Me gusta perder entre sus juegos,
Ardiendo entre las llamas agotadas,
Ceder jugando al juego de los ciegos
Que juegan a quererse con espadas.

Me gusta escuchar su corazón;
Dinamita, una bomba en la cabeza,
Que truena, que enviuda de razón,
Ahogado en los tragos de cerveza.

Es el diablo feliz sobre mis huellas,
Brincando loco entre las brasas,
Que pesca con la cola las estrellas
Que deja la luna entre las charcas.

Me gustan con él los días desnudos
Cobijados con frío, densos huesos,
Ver los ojos rojos siempre mudos
De palabras, de letras y de besos.

A este diablo yo lo amo, lo quiero,
Lo extraño, le hablo todo el día;
Es la luz infeliz por la que muero
Si me deja sin él, sin compañía.

Me gusta el aroma de sus manos
El azufre, el olor, tierra desierta,
El calor, su esqueleto, los gusanos,
Nutricios del pus, de carne muerta.

Me gustan -así- los minutos viejos,
En mangas de camisa y pantalones,
Tentar al diablo azul de los espejos
Que agoniza infeliz en los rincones.

Es el diablo que muerto me levanta
Con quien vivo muerto de festejo,
Es la cara marchita que me espanta
Cuando veo mi rostro en el espejo.

J. Jesús Lemus