Cuando las pesadillas se vuelven realidad

Las celebraciones que se llevan a cabo durante el final de octubre y principios de noviembre son, de un modo que parece irónico, llenas de vida. Considerando el hecho de que el 31, pese a ser una celebración propia de los sajones, está bautizada por la idea del “día de todos los santos”.

Una celebración que, al igual que la propia celebrada el 1° de noviembre por los celtas, conmemora el fin de la cosecha y nos vaticina la llegada del otoño. El cambio de estación que nos recuerda que todo lo que comienza debe terminar.

En México, aquellos nacidos de la mezcla de tierra, huesos y sangre; no somos ajenos a las celebraciones y reconocimiento de aquellos quienes se adelantaron en el camino de la vida. Desde las mascotas que poco a poco fueron tomando espacio en nuestra casa para poder echar raíces en nuestros corazones y lograr hacernos sentir en un hogar. Hasta nuestros amigos o familiares que, sin querer o sin saber, se volvieron en los cimientos de nuestra vida.

México es experto en celebrar la vida, aún en la muerte. Porque aquí, en la tierra de los dioses, la muerte se encuentra a la orden del día. Y es tan extraño que un cuento del siglo XIX, de Robert Louis Stevenson; sea capaz de ilustrar la brutalidad y despojo con el que se termina por comerciar con la muerte.

En su obra titulada “Los Ladrones de Cadáveres”, Stevenson, nos muestra una de las facetas oscuras de Inglaterra durante aquella época. Un momento de tabú e ignorancia en el que, con el fin de lograr alcanzar la cima del éxito, lograron llegar a la sima de la humanidad.

Mientras observamos a su homófono latinoamericano, tocando una balada similar en la que la muerte se volvió rentable. Solamente hay que notar los cientos de miles de desaparecidos que de no aparecer en una fosa común, son encontrados desposeídos de quien pudieron haber sido. Y, en muchas ocasiones, sin si quiera poder llegar a la ofrenda.

Aunque puede que nos quede un pequeño consuelo, al saber que alguien como Edgar Allan Poe, en sus momentos, posiblemente, más íntimos junto a “El Gato Negro” nos haya llevado a sentir en carne propia el momento en el que, quien fuera alguna vez victimario, terminara siendo engullido por las fauces del remordimiento disfrazado de euforia tras una supuesta victoria. Viendo como se derrumba todo su imperio de miseria y desolación construido a su alrededor gracias a un terror que antaño lo apoyaba. Ahora sólo se ríe de él…

Y muestras hay, como lo es el caso del antiguo director de la División de Seguridad Regional de la Policía Federal: Luis Cárdenas Palomino, quien, al momento, se encuentra cumpliendo una condena de 5 años y, según como se desarrollen los eventos, podrá expiar las atrocidades que cometió, quizá, sintiendo una mínima parte de todo lo que llegó a provocar directa e indirectamente.

Y no es de sorprender que los primeros en llevarlos por estas decisiones sean los mismos familiares. Alexei Konstantinovich Tolstoi, en su cuento titulado <<La Familia Del “Vurdalak”>>, nos narre como, después de lo que podríamos denominar una primera muestra de la sangre, lo único que se sepa enseñar en dichas familias sea los mismos ritos de muerte y el como, uno a uno, todos en la familia son “contagiados” de este mal.

En México tenemos muestras tan obvias como la conocida Familia Michoacana o la popularmente infame Chapiza. Dos cárteles oriundos de la nación que, comenzado como un negocio entre socios, terminó siendo todo un imperio de terror de una familia que, al día de hoy, sigue inmiscuida en las decisiones de la nación.

Y no es de sorprender que alguien como Daphne Du Maurier imaginara la posibilidad de que las aves tomaran consciencia y en un arranque de voluntad recientemente despertada, posiblemente por los aires rusos como llegan a comentar; las aves se adueñan del pueblo, tomando lo que quieren aun así deban morir.

Consciencia como la que iluminó al ave Bernardo Bravo, líder limonero de Michoacán; quien cansado del abuso constante optó por organizar a las demás aves para, al fin, tomar las riendas del asunto. Un ave que provocó tanto miedo en los involucrados de su sufrimiento que lo tuvieron que matar para intentar calmar la tempestad que se avecina.

Y la tempestad esconde a una bestia mítica, como bien nos recuerda Ray Bradbury en su cuento <<La Sirena de la Niebla>>. Porque suele suceder que es desde un lugar tan recóndito como un faro lo puede llegar a ser, que ahí se halle el lugar de llamado para la criatura indomable que la naturaleza se ha encargado de crear y de mantener.

Y es que un lugar tan frágil como lo podría ser una torre departamental (Mítikah) en el medio de un lago podría llamar la atención de aquellos seres más antiguos que la vida misma. Quienes han visto el surgimiento y caída de imperios. Pueden ser llamados por aquella señal de alerta para otros.

Porque George Langelaan nos recuerda que muchas veces, en el deseo de ser innovadores, lo único que logramos en innovar en nuestra propia deformación y destrucción. Caso que nos ejemplifica con su cuento <<La Mosca>>. En donde, cegado por la codicia del éxito, desaparece todo rastro de humanidad de que le quedaba, llegando a perder hasta su apariencia

Y la mosca que en México conocimos lleva el nombre de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, quien es mejor conocido como el “Rey de la Basura”. Título que no sorprende sabiendo que era un dirigente de una red de trata de personas para prostitución. Mostrándose ante todos como la mosca de mierda que siempre ha sido.

Si algo nos puede demostrar la literatura universal es que, en efecto, México es una tierra verdaderamente fértil. Tanto para la cultura, como para el ganado y las pesadillas…